Estamos en plena fiebre del mundial; durante estos días el mundo seguirá con atención a 22 hombres en la cancha luchando por un balón, representando a sus países, y la aviación no está exenta de la fiesta mundialista de Qatar 2022.

Los tripulantes y el personal de las aerolíneas también gustan del deporte del balompié, y se las ingenian para seguir los partidos de su selección. Ya sea en las oficinas, detrás de los mostradores donde se documentan los pasajeros, o sentados afuera de las bandas de equipaje, y a través de su teléfono celular; no importa la manera, de una u otra forma se suman a esta celebración.

En los aviones, es común que cuando juega la selección, el capitán de tanto en tanto va avisando de cómo se va desarrollando el partido. Por supuesto las porras no pueden faltar, y muchas veces los pasajeros durante el vuelo van entonando hasta cánticos.

En estos días a la mayoría de los trabajadores se les permite acudir portando la playera de la selección sobre el uniforme. En la mañana del martes, a la hora del partido de México contra Polonia, vi a varios sobrecargos de VivaAerobus echando porras con los pasajeros, portando la casaca verde de la selección y una bandera.

Muchas veces, seguir un mundial se vuelve complicado para los miembros de la industria aeronáutica, a menos que pidas vacaciones. En el caso contrario, tendrás que conformarte con crear ese ambiente a bordo de los aviones.

A mí, el primer mundial que me tocó -ya volando como sobrecargo- fue el de Francia 1998, viviendo con la fiebre de Ricky Martín y su canción “La Copa de la Vida” o también conocida como Allez, allez, allez. Por todos lados te topabas con la canción, a donde fueras, no importaba si el destino era nacional o internacional.

Ese año, todas las veces que me tocó volar mientras jugaba la selección nacional, el capitán nos iba diciendo qué iba pasando en el partido, y cuando anunciaba por el P.A. (micrófono) que la verde había anotado un gol, ya se podrán imaginar la de gritos y porras de los pasajeros, incluso se ponían a cantar para festinar el gol.

Y esa fue una constante en mis vuelos. Por supuesto, la selección quedó eliminada y no crean que ese detalle hizo que decayera el ánimo futbolista, para nada; los pasajeros, en ese entonces sin internet a bordo, preguntaban por los resultados de los equipos que seguían disputando para llegar a la cúspide, hasta el partido final y levantar la copa.

La final de ese mundial, 12 de julio de 1998 -lo recuerdo muy bien-, iba volando con destino a Chicago; la gran mayoría de nuestros connacionales que iban en el vuelo iban apoyando a la selección de Brasil, integrada por un grupo de futbolistas que en aquel entonces pertenecían en su mayoría a los mejores clubes de futbol internacional, como el Real Madrid, FC Barcelona, Inter de Milán, Bayer Leverkusen, Betis, AS Roma pero también a equipos de su propio país como el Flamengo, Botafogo, Vasco da Gama, Cruzeiro y Sao Paulo.

Y bueno, la realidad es que Francia también traía nada más a Zinedine Zidane, Thierry Henry, Christian Karembeu, David Trezeguet, Frank Leboeuf, Marcel Desailly, Emmanuel Petit y el portero más guapo del mundo (y no admito réplicas), Fabien Barthez.

Sabemos que el futbol brasileño es denominado el juego bonito, así que todas las porras y los buenos deseos iban encaminados a la “verde-amarela”. ¿Cuál va siendo la sorpresa? que va ganando el país anfitrión, Francia; justo antes de comenzar el descenso al aeropuerto de O´Hare, el país galo se levantaba con la copa.

Medio alicaídos los pasajeros se fueron despidiendo de nosotros, y algunos decían con humor lastimero: “nos vemos en cuatro años señorita”, “me hubiera gustado que la copa se hubiera quedado en América”, “a ver si para la próxima México gana el mundial”.

Una vez que llegamos al hotel, pedimos comida y en el cuarto de la tripulación, la sala que el hotel reservaba para que los pilotos y sobrecargos de Mexicana la usáramos para convivir, pudimos ver la repetición el partido; se fueron sumando más tripulaciones, y al final éramos un montón festejando la clausura del Mundial de Futbol Francia 98.

Era mi primer mundial fuera de casa, con 22 años de edad, y el mundo por delante. Con un mundo convulsionado, esto mismo se vuelve a repetir. Los protagonistas ya no son los mismos, ni los jugadores, ni el país anfitrión.

Hoy la tecnología y los medios de comunicación son algo totalmente diferente, pero la emoción de vivir la fiesta mundialista permea con la misma intensidad dentro de la aviación.

Me emociona ver ahora por redes sociales a mis compañeros subiendo sus fotografías de cómo viven el mundial a bordo de un avión, y a mí me genera una cierta nostalgia por el tiempo pasado, por aquello que me tocó vivir hace 24 años.

Así que estimado pasajero, si usted tiene planeado viajar en estos días, y ama el futbol, le puedo asegurar que no, no se verá asilado de la fiesta mundialista; al contrario, sentirá que es parte de ella, con toda su vorágine y mercadotecnia, diseñada precisamente para eso: vivir la copa del mundo. Y lo más probable es que en los años futuros, recuerde exactamente lo que usted estaba haciendo, mientras se desarrollaba la Copa de Qatar 2022.