La fuerza del mar expresada en las olas proviene principalmente del viento. Hay otras causas del oleaje: la atracción gravitacional que ejercen la Luna y el Sol sobre los océanos, los maremotos, las tormentas.

Aunque las olas han afectado la vida humana desde siempre, su estudio con rigor científico inició hace menos de cien años, después de la segunda guerra mundial.

En 1967, hace menos de 60 años, se descubrió que las olas interactúan entre sí y comparten su energía. Las siguientes tesis las tomé de la inteligencia artificial de Google:

1.- ‘Que las olas interactúen significa que se superponen, combinando sus amplitudes (altura) y formando una nueva onda resultante, o que se restan hasta el punto de anularse, creando fenómenos de interferencia constructiva o destructiva, respectivamente’.

2.- ‘Si las crestas o valles de las ondas coinciden, se suman, resultando en una onda más alta de lo normal’.

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3.- ‘Si las crestas de una onda se encuentran con los valles de otra, pueden cancelarse mutuamente, generando una onda más baja o incluso anulándose por completo’.

La cercanía con el mar afecta nuestro estado de ánimo. Cuando está en paz nos relaja observarlo, escucharlo, sentir la brisa. En cambio, la vecindad con el mar embravecido, el de las grandes olas, nos atemoriza porque nos hace sentir tan frágiles.

Una cosa es que el mar altere nuestras emociones y otra muy distinta el propio estado de ánimo de los océanos. Hace unos días, estando de viaje aproveché para acudir, con mi nieto mayor, a cierto auditorio de Estados Unidos donde se interpretó La Mer (El Mar), la conocida obra sinfónica de Claude Debussy.

El jovencito y yo leímos en Google que el compositor francés quiso expresar con música los distintos estados de ánimo del mar. Cito lo que encontramos:

1. “De l’aube à midi sur la mer” (Del amanecer al mediodía en el mar)

  • Amanecer misterioso y tranquilo: El estado de ánimo es de anticipación serena, como si el oyente estuviera presenciando el lento surgimiento del sol sobre el agua.
  • Aumento de la energía y el brillo: A medida que la música avanza, aumenta la intensidad y el volumen, reflejando el poder creciente del mar a medida que el sol sube en el cielo.

2. “Jeux de vagues” (Juegos de olas)

  • Juguetón y caprichoso: Imita los destellos de la luz del sol sobre el agua. El estado de ánimo es brillante y alegre, pero con un toque de misterio y sorpresa, reflejando la naturaleza impredecible de las olas.

3. “Dialogue du vent et de la mer” (Diálogo del viento y el mar)

  • Tormenta poderosa y amenazante: El movimiento final evoca la fuerza formidable de una tormenta. El estado de ánimo es de tensión y peligro, a medida que la orquesta simula la fuerza en aumento del viento y el rugido de las olas.
  • Calma antes de la tempestad: Los motivos melódicos del primer movimiento reaparecen.
  • Clímax triunfante: La obra concluye mostrando la fuerza elemental del mar en toda su majestuosidad.

Esta reflexión surgió cuando vi las imágenes de ayer, en la prensa, del fuerte oleaje en Puerto Vallarta: olas hasta de cuatro metros de altura en su malecón causadas por lo que alguien llamó remanentes del huracán Priscila.

Existe el oleaje político. En México hemos vivido olas políticas enormes desde 2018, generadas por la victoria electoral de la izquierda.

Guste o no, las gigantescas olas que provocó el paso por Palacio Nacional del primer presidente de izquierda, AMLO, han interactuado, para crecer en potencia, con las olas causadas por el gobierno de la segunda presidenta de la 4T, Claudia Sheinbaum.

Atemorizan las grandes olas de la izquierda, pero al mismo tiempo generan esperanza. El miedo lo sienten quienes no se prepararon para navegar en el mar enfurecido del cambio encabezado por dos personas, Andrés Manuel y Claudia, pero empujado por el fuerte viento de un pueblo que se rebeló, pacíficamente, con muchísima fuerza para transformar las estructuras políticas y económicas.

Insisten los que rechazan el cambio en intentar que las olas de Sheinbaum y López Obrador se anulen y, por lo tanto, que vuelva la calma tan benéfica, solo para unos cuantos, de los gobiernos del PRI y del PAN.

Quiero pensar en el terror que sintieron cuando, en su discurso del Zócalo, la esbelta, fina, de apariencia frágil presidenta Sheinbaum recordó que su gobierno, tan exitoso, ha sido posible gracias al trabajo previo del expresidente López Obrador.

Solo el fanatismo puede concluir que los éxitos de Claudia en materia de seguridad son fracasos de AMLO. Lamentable el artículo de hoy miércoles 8 de octubre del querido Ciro Gómez Leyva en Excélsior, quien por cierto no se da cuenta de que lo están utilizando perversamente intelectuales que fueron felices con el PRI y el PAN como Héctor Aguilar Camín: este, en Milenio, ha dicho abiertamente que Ciro sobrevivió a un intento de homicidio de personaje, del que culpa a López Obrador.

Cuánto debió sufrir Aguilar Camín —también Gómez Leyva, y otros, como Raymundo Riva Palacio, de El Financiero— cuando la presidenta, de apariencia delicada por su envidiable delgadez, habló en los mejores términos de AMLO. Ello me lleva a recordar que la ola más temible del arte, la del japonés Katsushika Hokusai, es apenas un pequeño grabado en madera de 37 centímetros de ancho y 25 de alto.

“Esas olas son garras”, dijo Vincent van Gogh sobre el pequeño grabado llamado La gran ola de Kanagawa”. Así son las suaves palabras de Sheinbaum que al interactuar con lo realizado por AMLO se convierten en la ola política más poderosa que hemos conocido desde los tiempos de la Revolución mexicana.