Por más impactos, y un sin número de decepciones; la esperanza, no sé por qué pero renace. Y con ella, floreciendo de nuevo la fe perdida, esperamos que los feminicidios de verdad esten siendo investigados y que serán resueltos.

Con el tiempo, y corto, los homicidios de jovencitas siguen con muchas interrogantes. El de Ariadna, con dos presuntos culpables. El de Debanhi con ninguno…

Ambos casos investigados por fiscalías de diferentes Estados. Los dos, con evidencia de encubrimiento. El o los asesinos de Debanhi siguen por ahí. La fiscalía del Estado de Nuevo León dio una versión: “cayó en la cisterna”. Su padre siempre terco y ahogado en dolor decía que no. Se hizo otra autopsia desestimando la primera. “No. No cayó. Ahí la echaron varios días después de su desaparición”. Debanhi Escobar estuvo varios días viva en algún lugar mientras la buscaban perdiendo preciadas horas, en el motel. La compañía de transportes Aldesa propiedad de un presunto amigo del gobernador de Nuevo León, el famoso tiktokero Samuel García, fue inspeccionada a medias. La investigación fue lenta, oscura, con avances, promesas, con tintes indelebles de complicidad entre los criminales y las autoridades.

Hay amistades por conveniencia, otras por complicidades siniestras dando como resultado: guardar silencio… “sí hablas, yo digo…”. Hay pactos entre autoridades y criminales. “Te tocan algunos milloncitos, por tu silencio, por tu dictamen”. Nos conviene…

El “poder”, la riqueza de un empresario pesa. Ministerios públicos, fiscales, extienden la mano para recibir sobornos a cambio de silencio, o de acuerdos previos para darle carpetazo inmediato a sus atrocidades. Rautel el empresario, tenía un “table dance” en Morelos. ¿Sabemos los de afuera lo que realmente sucede ahí?

Ariadna, se trenzó el cabello, quizá escuchado alguna canción. La última ahí en su casa. Se miró al espejo, jamás imaginó que esa luna plateada jamás la volvería a reflejar. Se arregló para pasar el domingo con amigos. Con su “amiga” Vanessa. Acudió sonriente al restaurante de mariscos, saludó, abrazó a Vanessa, a su novio Rautel se sentó por última vez en su vida a comer, a disfrutar de unos tragos con “amigos”, con conocidos, sobre todo con su amiga.

Para seguir la fiesta, se fueron al departamento de Rautel, ahí en la colonia Roma. Campeche 175. El mismo edificio en el que uno de mis hijos vivió. Conozco el movimiento, pisé incontables veces el suelo del lobby. Conocía a los guardias. Los saludaba. Me subí en múltiples ocasiones a los elevadores. Al mismo al que subió Ariadna.

Nunca imaginé que ahí, se cometería un feminicidio. En el que participa por omisión o por complicidad otra mujer, una amiga.

Me he visualizado apretando el botón del elevador en una de mis visitas; veo en mi mente traidora al vecino que lleva a cuestas a una jovencita muerta. Con indiferencia, con una actitud mezquina. Enferma.

Para subir el cadáver de alguien con quien acabas de comer, de compartir, de brindar. Para llevarla al Estado de Morelos y dejarla tirada bajo un puente. “¡Una más! ¡Qué importa! ¡O una pinche vieja menos!” Se presume que Rautel habló con el fiscal de Morelos, presunto amigo suyo. Para deshacerse de Ariadna habrian acordado dejarla ahí en ese paraje. Jamás imaginaron que unos ciclistas la encontrarían antes, mucho antes de lo esperado. Avisan a las autoridades. Se hace con prontitud la auopsia. “Murió por congestión alcohólica, se ahogó ensu vómito”. “No hay indicios que se haya tratado de un feminicidio”.

Vanessa y Rautel acuden al velorio, se abrazan frente al féretro de esa jovencita. Él, para “despistar” da una entrevista. ”Por algo me encogió ella a mí y aquí estoy”. No, ustedes la escogieron para asesinarla… Ari solo había salido a divertirse.

La Fiscalía de la Cuidad de México a petición de los familiares de Ari, hacen otra necropsia. Ariadna muestra golpes y señales de estrangulamiento. Con bases sólidas, Claudia Sheinbaum acusa al fiscal de Morelos de encubrimiento.

En ambos casos, tanto en el de Debanhi como el de Ariadna, la mano negra y podrida de la corrupción, llamémosle fiscalía, hizo su trabajo de rutina, detener y no resolver, esperar, confundir, engañar, prometer, solidarizarse con absoluta falsedad con los familiares. Las fiscalías “resuelven” casos a modo. Son expertos en manipular, encubrir para después cobrar. Los fiscales se presentan ante los medios para dar información; con una seriedad y una convicción impactantes. Son actores profesionales. Mitómanos. Cómplices mezquinos.

Tenía y sigo teniendo esperanza que se resuelvan los casos de estas muertes tristes. No podemos acostumbrarnos, ¡no podemos!

Que esta falta de empatía de los fiscales, de los funcionarios cambie, que el dinero no los despoje de todo sentir. Que los asesinos no tengan la seguridad que saldrán impunes. Unos por sobornar y otros por asesinar a jóvenes cuyos familiares carecen de recursos para que se arme una carpeta seria de investigación.

No las olvidemos, recuperemos la empatía, seamos solidarios con la familia de Debanhi, con la de Ariadna y con la de miles más. Cada día recordemos a una de ellas, revisemos su expediente, pongámosle de nuevo su nombre ya olvidado, exijamos justicia, no nos acostumbremos jamás a la indiferencia y al infame olvido.