Fue, si no estoy mal, el 17 de mayo del presente año que el Buque Escuela Cuauhtémoc de la Marina Armada de México tuvo el incidente a la salida del puerto de Brooklyn, NYC, en los Estados Unidos, un acontecimiento sin antecedentes, menos tratándose del mejor buque escuela en el planeta, en el que su tripulación y staff es de excelencia, incapaz de ser responsable de una pifia de esas dimensiones, un acontecimiento criminal pa’ acabar pronto, ya que perdieron la vida dos jóvenes cadetes y la salud una docena de los mismos; ahora, de los operadores, de los remolcadores de dicho puerto, lo mismo, casi imposible un yerro de ese calado, dado su pericia y recursos de toda índole para realizar con eficiencia y eficacia sus labores.
Esto, y que nunca se dieron a conocer “las exhaustivas y rigurosas pesquisas” acerca del tema que duerme el expediente el sueño de los justos, naturalmente nos lleva a pensar mal, en el sentido de que fue justo la Marina Armada de México la principal responsable en las operaciones del huachicol fiscal en el sexenio pasado, y que es un hecho que los organismos de inteligencia gringos tenían conocimiento del inmenso fraude a la nación mexicana que involucra las aguas nacionales de aquel país, como tienen también información comprometedora de la industria del narcotráfico, pero en ese tema en particular hay un “impasse” casi siempre, porque sólo alguien demasiado poco avezado pudiera pensar que no es un inmenso negocio binacional escondido en bancos, magnates y políticos encumbrados e “impolutos”, e información delicada del tema, el gobierno mexicano posee también de su contraparte del norte, que solo así se explican muchas cosas, como por ejemplo, la liberación ‘fast track’ del general Cienfuegos en el sexenio pasado.
Bien, volviendo al caso del Cuauhtémoc, no es improbable que el gobierno estadounidense haya estado presionando a su par mexicano para que diese a conocer los hechos huachicoleros y sus nombres detrás de esa bestialidad de negocio sucio, dado que son parte del mismo “movimiento” en el poder; a nadie le gusta dispararse en el pie y, al no obrar en consecuencia el gobierno de México, ese haya sido (un sabotaje a su buque insignia) la forma de presionar para que lo hiciera, siendo una noticia bomba que dio la vuelta al mundo; al final del día en política rara vez hay casualidades y menos de ese tamaño, ya que (como por arte de magia) las autoridades mexicanas se vieron orilladas, a escasas semanas de los tristes hechos en el puerto de Brooklyn, a dar a conocer el esqueleto de un gigante que se escondía debajo de la alfombra del Estado mexicano.
Pero ojo, que ese incidente en NYC no ha sido la única desgracia extraña que ha acontecido alrededor de esa actividad extractora de hidrocarburos, sí, esos que son “de todos los mexicanos”. Remontémonos a inicios del sexenio de Enrique Peña Nieto, específicamente al 31 de enero de 2013, donde una serie de explosiones ocurrieron al interior de la torre de PEMEX, dejando no pocas víctimas mortales, y otro tanto de heridos graves, algunos con secuelas de por vida, que los dejaron postrados en una silla de ruedas; nunca se resolvió nada, al preguntar reporteros al ya por entonces procurador Jesús Murillo Karam, sí, el del “¡ya me cansé!” y el de la “historia oficial” (acerca de la masacre en Iguala de normalistas de Ayotzinapa), contestaba acerca de un paquete extraño que halló en la entrada de dicha torre, y que (burlonamente y carente de gracia, como siempre fue su sello) respondió que lo único peligroso era que se trataba de un bolso de mujer con maquillaje, comentario no exento de misoginia, además y (desde luego) sin nunca conocerse el origen de esa serie de explosiones, incompatibles con “una fuga de gas”, que fue como se dio carpetazo a tan espinoso tema.
Ahora bien, no olvidar tampoco que en esta administración federal, luego de darse a conocer el monstruo huachicolero y algunos nombres de peces gordos ligados al mismo, acontecieron en poco tiempo varias muertes extrañas, “accidentes” en su versión oficial, de miembros destacados de la Marina Armada de México. ¿Casualidades todos estos hechos? Difícilmente, en política, no existen las casualidades, menos en semejante tamaño y cantidad.