El presidente AMLO se ha jactado, a lo largo de su trayectoria política, de abanderar la lucha del poder político contra el poder económico; este último causante -según asegura el tabasqueño – de la pobreza, la desigualdad y de todos los males que aquejan a la nación desde la maldecida época neoliberal.

AMLO se ufana a la vez de combatir sin cortapisas el poder de los grandes empresarios, en beneficio de los más pobres. En este contexto, el presidente mexicano desayunó hace un par de días con el empresario Carlos Slim. Según declaró el propio jefe del Estado, gracias a la venta de América Móvil, realizada el 16 de diciembre, se pagaron 28 mil millones de pesos a la Hacienda pública por concepto de Impuesto sobre la Renta. ¡Enhorabuena!

Nadie como el empresario Slim encarna mejor el símbolo del poder económico en México, y mismo, en el mundo. Por lo anterior, un buen número de comentaristas se lanzarán contra AMLO por una supuesta cesión del interés general ante el particular. Esto no debe ser necesariamente cierto.

Algo sí debe quedar bien claro: los mexicanos debemos celebrar que el presidente de México tenga una ex-ce-len-te relación con el empresariado, trátese de Slim o de otros magnates; pues el mundo capitalista (guste o no el concepto a AMLO) se caracteriza por una sana reciprocidad entre el Estado y el capital privado. A diferencia del desfasado modelo socialista del siglo XX, el Estado no posee los medios de producción, sino que es el responsable de establecer las reglas del juego. De igual manera, en un modelo capitalista con atisbos de socialdemocracia el Estado debe intervenir para paliar las imperfecciones del mercado; pero siempre mediante la creación de incentivos para la inversión de los capitales privados.

Por lo anterior, los mexicanos que creemos en el porvenir de nuestro país debemos esperar confiadamente la buena relación del presidente AMLO con Slim. De ello depende en buena medida la creación de empleos y de riqueza, y con ello, la contribución privada a las arcas públicas mediante una justa -esperemos- recaudación de impuestos, en un círculo virtuoso de atracción de inversión y de protección y garantías de las inversiones privadas.

Sin embargo, el Estado mexicano, a través de sus instituciones, debe velar por la igualdad de oportunidades, a la vez que está obligado a rechazar cualquier intento de injerencia o cabildeo por parte de privados en las decisiones de política pública. En suma, la reunión de Slim y AMLO debe ser celebrada si se trata de la antesala de un círculo virtuoso que conduzca a la atención del interés público, y donde ambas partes (el interés general y el privado) resulten beneficiadas.

José Miguel Calderón en Twitter: @JosMiguelCalde4