Tras la más reciente aparición del presidente AMLO desde su quinta en Palenque, Chiapas, comentaristas, analistas y líderes de opinión se han dado a la tarea de revisar el contenido de su libro intitulado Grandeza. Según se ha informado, y de acuerdo con los propios dichos del tabasqueño en el video, su obra aborda, entre otros temas relacionados con su autoproclamada cuarta transformación, el asunto de los pueblos originarios de México.

AMLO, autoerigido primero en salvador de la nación y ahora en historiador revisionista, narra –según se ha comentado– cómo las culturas prehispánicas representan lo más valioso de la cultura mexicana, echando a un lado, fiel al discurso obradorista, cualquier herencia o legado cultural llegado desde España.

Según el autor de Grandeza los precolombinos, además de ser el alma de la cultura mexicana, y como si México no se hubiese constituido hace siglos como una nación mestiza, fueron contaminados por unos hombres sin escrúpulos llegados desde lejos, cuyo legado no sería la herencia de una tradición rica y católica, sino la barbarie, las enfermedades y la corrupción.

No se equivoca el político tabasqueño en afirmar que las civilizaciones precolombinas fueron culturas avanzadas y que sin duda representan un pedazo invaluable del orgullo de los mexicanos. Sus símbolos son invaluables en la historia de México, y su riqueza, inestimable. Sin embargo, en un intento ridículo de tergiversación histórica, el expresidente presenta hechos plenamente rebatibles a la luz de cualquier evidencia histórica.

En su texto, AMLO pretende “refutar” la idea de que los pueblos originarios americanos practicaron actos de barbarie. Según sus propias “investigaciones”, las civilizaciones prehispánicas no cometieron sacrificios humanos. Según el autor, estas falsedades han sido el producto de un grupo de “conservadores” cuyo objetivo no ha sido otro que fomentar el racismo hacia cualquier referencia a los indios.

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AMLO, de nuevo, como lo ha hecho siempre en su carrera política, miente. Basta con consultar los textos de prominentes historiadores como el británico Hugh Thomas, en su obra La Conquista de México, o el francés Guilhem Olivier, o el español Manuel Fernández Álvarez, o incluso textos más antiguos como Bernardino de Sahagún, entre otros, para entender que los pueblos mesoamericanos y del Caribe –por citar algunos- realizaban sacrificios humanos como actos de adoración hacia sus deidades.

De igual manera, el imperio azteca –según relata Hugh Thomas en su espléndida obra– ejerció un dominio brutal sobre los pueblos vecinos, mismos que enviarían embajadores para negociar con Hernán Cortés el costo de una probable alianza entre los vasallos de los aztecas y los conquistadores españoles. A la vez, el gran historiador británico narra cómo Colón y sus hombres descubrieron actos de canibalismo practicados en las islas del Caribe.

Sin embargo, la verdadera intención de AMLO no ha sido estimular un debate académico en torno a la existencia de sacrificios humanos en las civilizaciones originarias, sino promover, a mi juicio, dos ideas útiles con fines políticos: distraer la atención mediática de los problemas nacionales y regar la semilla del caos social atizando el encono racial en una nación diversa y plural.

En suma, no debe recomendarse, ni bajo un criterio político ni mucho menos académico, la lectura de Grandeza. Por el contrario, debe incentivarse que los jóvenes mexicanos recurran a textos serios, bien documentados y libres de propaganda política, con el propósito de formarse una idea auténtica sobre lo que representa en realidad la nación mexicana.