El presidente AMLO decidió, afortunadamente, viajar a Washington para participar en la IX Cumbre de Líderes de América del Norte, al lado de Joe Biden y Justin Trudeau, presidente de los Estados Unidos y Primer Ministro de Canadá, respectivamente. De acuerdo con la encuesta MetricsMx, la mayoría de los mexicanos encuestados consideraron un éxito el viaje del presidente AMLO. Sin embargo, a la luz de los resultados arrojados, más del 60% de nuestros connacionales quisieran ver al presidente participar más asiduamente en las cumbres y reuniones internacionales de jefes de Estado.
El viaje de AMLO a la capital estadounidense fue afortunado pues el presidente mexicano, quien desde el inicio de su gobierno ha dado muestras ostensibles de desdeñar el valor de las relaciones internacionales. Así lo hizo en el marco de la COP26 de Glasgow y la reunión del G20 en Roma. Ello le valió, justamente, un sinnúmero de críticas de aquellos que consideran que el jefe de Estado de la décimo quinta economía mundial debe hacer pesar el papel de México en el mundo.
AMLO, no obstante su máxima de que “una buena política exterior es una buena política interior” reconoció, en su limitada concepción de las facultades contenidas en el artículo 89 constitucional relacionadas con las competencias del presidente en materia de política exterior, que los vínculos comerciales con Estados Unidos y Canadá, y la atención de temas tales como la seguridad fronteriza y la migración, exigen políticas de Estado desde las más altas esferas de gobierno.
Al presidente AMLO le desagrada viajar al extranjero. Bastante lo ha dejado en claro. Quizá lo hace en su voluntad de marcar la diferencia con su antecesor, Enrique Peña Nieto, quien no vacilaba en pasear alrededor del mundo acompañado de su frívola esposa y de decenas de funcionarios del gobierno federal. El lector recordará el escandaloso viaje a Londres (en aquella cena de gala ofrecida por la reina Isabel II en el Palacio de Buckingham) que hizo el priista en el Dreamliner al lado de -según trascendió- más de cien funcionarios del gobierno federal, incluida la familia del presidente.
AMLO ha querido dejar atrás aquello y así optar por políticas de austeridad que conllevan, inevitablemente, que el presidente esté ausente en las reuniones internacionales.
Lo que el presidente debe comprender es que México es un gran país y que la presencia del jefe del Estado en las cumbres y reuniones internacionales trasluce esa relevancia en el concierto de las naciones. De igual manera, los mexicanos desean que el presidente bien valorado al interior represente a nuestro país con la dignidad de su investidura, con el orgullo de nuestra historia y con la convicción de que México tiene mucho qué decir y aportar para la solución de problemáticas mundiales.