Ha trascendido en algunos medios de comunicación y mesas de opinión la posibilidad de que el PAN y Movimiento Ciudadano inicien conversaciones rumbo a las elecciones intermedias de 2027 y en comicios estatales, con miras a formar una alianza bipartita.

El PRI está fuera de la jugada. A pesar de la intención de sus militantes de hacer renacer la idea de que el Revolucionario Institucional podría volver un día a ser competitivo, el peso de su propia historia, sumado a la paupérrima popularidad de personajes como Alito Moreno, el partido está condenado a no ganar nunca más y tal vez a perder el registro.

No es que el PRI en sus bases se haya extinguido, faltaba más, sino que miles de sus exmilitantes y exgobernadores son hoy miembros de Morena. Basta con echar un vistazo a los nombres de gobernadores del partido oficial y de embajadores y cónsules. Morena es el nuevo PRI.

La idea de una alianza entre el PAN y el MC podría conducir a mejores resultados. Si bien el primero ha sido históricamente considerado como un partido de centro-derecha, y MC ha buscado presentarse como el de la social democracia, la realidad, en un ánimo de sonar pragmático, apunta a la exigencia de presentar un frente común ante la corrupta maquinaria morenista.

El PAN, debe reconocerse, es hoy, como lo fue en tiempos del PRI del siglo XX, el principal partido de oposición en México. MC, por su parte, a pesar de los escándalos de individuos como Samuel García, goza en términos generales de mejor reputación que el PRI.

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Los ideólogos del PAN repudiarían la idea, y en una personal interpretación de las teorías de politólogos como Maurice Duverger, una alianza antinatura conduce invariablemente a fracasos electorales. Sin embargo, en el México de hoy, marcado por la hegemonía de un solo grupo y por el desmantelamiento del Estado de derecho, el pragmatismo electoral debe imponerse en las mentes de los líderes de los partidos.

Sin embargo, todo dependerá, a la postre, de lo que hombres como Jorge Álvarez Máynez, Jorge Romero y sus minúsculos círculos de poder decidan como lo mejor. Y no me refiero, en primer lugar, en términos del bienestar nacional, sino lo que convenga a sus propios intereses.