“El agua y el aceite no se mezclan”, le dije en la mañana tajante a Martina, una mujer adorable que me ayuda en las labores domésticas.

Resulta que muy temprano, en un fallido intento quise prepararme el desayuno con mis propias manos y dejé tremendo tiradero de aceite en la estufa al comprobar con gran decepción que el sartén carísimo que había comprado por ser “antiadherente” resultó ser una facha.

“Si le echa agua y vinagre se corta la grasa y sí se mezcla, señora, se mezcla”, me insistía Martina mientras batallaba en recoger mi tiradero y decidí dejarla haciéndose bolas para continuar leyendo las noticias en mi computadora.

Por todos lados pululaba el chisme y la comentocracia, puntual, hablaba de lo sucedido en la toma de protesta de Alejandra del Moral en el Estado de México.

Y es que hay de “osos a osotes”, dijera mi hija cuando se refiere a ridículos chicos, medianos o grandes.

Resulta que Del Moral, surgida de las filas del PRI y conocida como gente cercana al grupo Atlacomulco, debía tomar protesta como candidata de la coalición “Va por México” , que aglutina al PAN, al PRI y al PRD en Huixquilucan, Estado de México.

El evento era en realidad panista, pero en esa rara mezcolanza de partidos antagónicos e históricamente enfrentados, se tenía que tomar protesta como abanderada de los azules, ya que ella representará a la trilogía antinatura en la contienda por la gubernatura que tendrá lugar este año.

Todo parecía normal. Personas en grupos, algunos pequeños, otros un poco más nutridos, portando sus banderitas azules, sus camisetas, sus gorros.

Y claro, no podía faltar la plana mayor del panismo, entre ellos Santiago Creel y Marko Cortés, más que puestos para la foto.

Pero ya sabe, nunca falta el “negrito en el arroz” o en este caso el chismoso que agarró el teléfono y comenzó a tuitear fotos y videos que demostraban que el evento estaba semi vacío, con grandes “islas despobladas” y con mucha gente dejando a su candidata hablando sola desde el templete.

Asu mecha”, dicen en mi rancho, el fiasco del evento, donde se suponía habría 20 mil personas, quedaba en evidencia por culpa de las benditas redes sociales. Peor tantito, mientras los azules, (Marko Cortés incluido) trataban de taparle el ojo al macho subiendo imágenes retocadas para demostrar que los azules en el Estado de México tienen fuerza, los cibernautas se pitorreaban, y con razón, del reverendo fracaso.

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Como no suelo quedarme con la duda de nada, de inmediato tomé el teléfono y le marqué a un amigo panista de hueso colorado que está de paso en Texcoco por motivos de trabajo.

“El agua y el aceite jamás se mezclan”, me dijo tajante.

“Esa mamarrachada que le llaman alianza está llevando a mi partido al fracaso”, continuó con enojo.

“Es el peor amasiato que he visto. Un trío inmoral. Porque hay tríos sabrosos, al menos divertidos, pero éste es nauseabundo y antipático”, se ríe.

“Ya les pusieron una revolcada en el 2018 y se empeñan en lo mismo y ¿sabes por qué? Porque el PRI es un cadáver en descomposición que intenta revivir con el panismo blandengue que prefiere dárselas a cualquiera en lugar de luchar solos y con dignidad”.

Yo no soy panista (dios me guarde) pero al escucharlo, terminé por darle la razón.

A lo largo de mi vida he conocido de “chile, mole y pozole” y me queda claro que las bases azules jamás han visto con agrado la alianza. Y no solo “la tropa”, como ellos mismos le llaman en Veracruz a los militantes o simpatizantes que por gusto o por unas monedas andan en la calle promoviendo el voto. Los panistas de “cepa”, de abolengo, de hueso colorado, pues, jamás estarán de acuerdo con que un priista se ponga la camiseta azul.

Ellos, los que representan el voto duro y la gente que lleva las ideas de Gómez Morín embarradas hasta el tuétano, no van ni de chiste a las urnas a votar por un alguien que represente al partido que por décadas ha sido su rival.

Le hacen al cuento, sí. Les dan por su lado, también, pero esos acuerdos que se hacen desde las cúpulas se quedan ahí, entre los dirigentes, cuya hambre de poder los mantiene unidos de dientes para afuera, pero nada más.

Tan grave es esto que, me dice mi interlocutor, se ha corrido el rumor que el panismo mexiquense terminará votando por Delfina Gómez, la candidata de Morena, y no porque les encante la idea. Lo hacen simplemente porque no les entra en la cabeza llevar al triunfo a alguien cercana a Peña Nieto, a Arturo Montiel o a Alfredo del Mazo, representantes de una oligarquía que lleva enquistada en Edomex por ocho décadas y de la cual ya están hartos.

Las cúpulas son las que no entienden o no quieren entender que el agua y el aceite no se mezclan y de ahí el empeño de querer hacer un control de daños con el desastre ocurrido ayer en Huixquilucan, culpando a los cibernautas de mentirosos por exhibir lo que para nadie es secreto: la alianza PRI-PAN-PRD en el Estado de México no cuaja entre los posibles votantes y lo que se avizora es un rotundo fracaso para su candidata en las urnas.

Por cierto...

“Para la otra --me dice Martina-- me vengo más temprano para hacerle su desayuno y no tenga usted que batallar y que se vaya a percudir la estufa con el aceite que se le riega”.

“No se mezcla el agua y el aceite, ¿verdad?”, concluí sonriendo.

“Mejor desayune solo un poco de avena, señora. Es más saludable y más barato que el huevo… ¡está rete caro!”