“Los débiles están dominados por su ego, los sabios dominan su ego y los inteligentes están en una lucha constante contra su ego”

Hamza Yusuf

A Marcelo Ebrard se le ve hasta en la sopa.

Y es que no sé con certeza si el actual canciller es eficiente, pero al menos mediático sí es.

En la actualidad cualquier personaje de la vida política debe serlo. Pero una cosa es el uso y otra el abuso. Hoy, la clase política se toma fotos y videos cuando van de compras, cuando comen tacos, cuando compran vino y esto representa un terrible distractor de lo que en verdad sus seguidores deben saber.

Entiéndase, pues, que ser un político-influencer no implica por fuerza que sea un buen político, pues tanta faramalla demuestra que es poco lo que se tiene que decir y mucho lo que se tiene que ocultar. En palabras llanas: se exhibe en exceso una imagen, se viraliza o se mediatiza para quedarse grabado en el imaginario colectivo como sinónimo de perfección, ocultando lo realmente importante, su capacidad de llevar a buen puerto un encargo en la vida política, que es lo que realmente debe importar para ocupar un puesto de elección popular.

La imagen de Marcelo Ebrard esta semana estuvo salpicada en al menos dos casos bastante escabrosos.

El primero fue nada más y nada menos durante el juicio que se lleva contra Genaro García Luna en Estados Unidos.

Fue ahí donde el Rey Zambada dijo haber sobornado a Gabriel Regino en 2005, cuando éste era secretario de Seguridad Pública en el entonces Distrito Federal.

En la corte del vecino país se mencionó el nombre de Regino y sobre él cayeron los señalamientos, pero en nuestro país las redes se incendiaron con el nombre de Marcelo, debido a su cercanía con el polémico abogado. Ebrard salió salpicado en forma indirecta y sí, fue más por la “rumorología” que por un señalamiento directo.

Gabriel Regino se defendió en un video que circuló en su cuenta de Twitter, en tanto Marcelo guardó silencio, lo cual fue un acierto, pues en lo real no tenía vela en el entierro. Hasta ahí, todo bien.

Pero donde sí perdió el piso, la ecuanimidad y la prudencia fue cuando arremetió ayer en la mañanera contra la ex embajadora en Washington, Martha Bárcena.

Este nuevo conflicto entre Ebrard y Bárcena --dije nuevo, pues las diferencias entre ambos comenzaron varios años atrás-- sube de tono tras una entrevista que la ex embajadora concedió en días pasados y donde afirma que Ebrard hizo negociaciones en lo oscurito con Estados Unidos, en las que ella no estuvo de acuerdo.

Visiblemente nervioso y molesto, el titular de la SRE aseguró que la ex diplomática miente, ya que “nunca hubo una decisión o acción que tomara yo ocultando la información al Presidente”, pues “no sería yo Canciller ahorita”, puntualizó.

A través de mensajes publicados en su cuenta de Twitter Bárcena lo desmintió señalando: “En el Departamento de Estado en junio de 2019 fui yo quien paré la negociación por si los estadounidenses querían imponernos. La mentira es el único recurso de Ebrard y la impulsan sus paleros”.

¡Zas!

Este pleito, como dije más arriba, es la continuidad de una serie de diferencias entre ambos que se han ventilado en redes sociales desde 2021, cuando Bárcena se quejó también en Twitter que fue mandada “por error” a un asiento ubicado en la penúltima fila durante su asistencia a la XXXI Reunión de Embajadores y Cónsules.

Tras exhibir en ese momento que la Cancillería la había mandado casi hasta la cola, Bárcena fue reubicada en la primera fila, como era lo correcto.

¿Qué hay de fondo en esta visible rivalidad?

No se sabe de cierto, pero lo que sí sabemos, porque el mismo Ebrard se exhibió, es que el canciller fue “cachado en la maroma” y esto por supuesto no le gustó.

Con un ego desbordante, y haciendo uso de un espacio que acapara los ojos de la prensa no solo nacional, sino internacional, Ebrard arremetió contra la señora Bárcena de forma grosera, poco caballerosa, y nada digna de un representante del gobierno federal.

¿La excesiva exposición de Marcelo en redes sociales lo está haciendo perder el piso?

Es posible, pero lo que no calcula es que además de ser miembro del gabinete presidencial es uno de los “corcholatos” que se apuntan para obtener la candidatura a la presidencia del país.

¿Con esos modos?

Como dije al principio de estas líneas, no es lo mismo ser político-influencer que ser político real, pues la fama marea y aunque a algunos “cautive” con sus videos en Tik-tok o sus tuits cargados de autoelogios para gobernar se necesita mucho más.

Actualmente, lo sabemos, la disputa por la candidatura en Morena será solo entre dos: el canciller y la jefa de gobierno capitalino, Claudia Sheinbaum.

Si de por sí al día de hoy Marcelo ocupa el segundo lugar, después del exabrupto de ayer lo más probable es que su aprobación vaya en caída, pues lo cortés no quita lo valiente y lo que menos tuvo Ebrard con la señora Bárcena fue cortesía.

Lo correcto sería que en días venideros el canciller se disculpe. De no hacerlo y de seguir sumando puntos negativos, su anhelo de llegar a la presidencia se quedará en un sueño.

Ya veremos