Por más que se empeñen algunos en declarar la muerte de la tauromaquia, la realidad —al menos en Aguascalientes— cuenta una historia muy distinta.
Hoy más que nunca, la tierra de la Feria Nacional de San Marcos se consolida como la auténtica capital americana del toreo. Aquí no sólo se vive la fiesta brava, se abraza, se celebra y se defiende con pasión.
Las cifras hablan con claridad meridiana. Más de 10 mil personas, en promedio, han llenado los tendidos de la Monumental en cada festejo. No es un dato menor: son las mejores entradas en más de una década, y lo más significativo es que el público que acude a ver toros en Aguascalientes no es el mismo de siempre. Son cada vez más jóvenes, más mujeres, nuevas generaciones que, lejos de dar la espalda, están haciendo suya una tradición que parecía destinada al rincón de lo políticamente incorrecto.
Y es que en un mundo cada vez más uniforme, más gris y más rápido en sus juicios, Aguascalientes se atreve a vivir libre y eso incluye defender su identidad cultural, por polémica que pueda parecer.
Porque no hay mayor acto de rebeldía en estos tiempos que reivindicar la tradición sin complejos. Ir a los toros está de moda en Aguascalientes, pero no como una moda pasajera, sino como un fenómeno profundamente enraizado.
La temporada taurina 2025 lo confirma: 8 corridas celebradas, más de 56 toros lidiados, una asistencia histórica, dos indultos, múltiples salidas al tercio y un nivel artístico que no desmerece frente a ninguna plaza del mundo.
A esto se suma un impacto económico que también debería entrar en la ecuación: el 2.7% del PIB estatal proviene de la tauromaquia. Decenas de familias viven dignamente gracias a esta industria que, guste o no, genera empleos, mueve turismo y le da vida a muchas comunidades.
Pero más allá de los números, está el alma. Está ese clamor popular que exige toros de regalo. Está la emoción de ver salir a un torero en hombros. Está el rito, la música, la tensión y el arte. Está, en fin, una ciudad que ha hecho de su plaza un templo de libertad y tradición.
Todavía quedan tres fechas por celebrarse en esta feria, y todo indica que el entusiasmo seguirá en aumento.
Si algo ha quedado claro, es que Aguascalientes no solo es la Catedral del Toreo en México: es también la esperanza de un renacimiento taurino en todo el continente.
Mientras en otros lados se cierran plazas, aquí se llenan. Mientras otros callan por corrección, aquí se grita por convicción. Y mientras algunos insisten en enterrar la tauromaquia, Aguascalientes demuestra que está más viva que nunca.