Hoy día, al menos en temas humanos, ninguna esencia es justificable para siempre.

Ese enunciado es aún más legítimo en el ámbito de la vida pública y en los temas constitucionales, pues el consenso mayoritario de cambio, amplio y persistente se convierte en un imperativo moral, político y jurídico.

Este es el caso de la reforma y la elección por voto popular de la judicatura.

Esto significa que si bien la tradición constitucional europea, global e incluso mexicana es contraria a la elección popular de los jueces, ello no invalida la opción de que un pueblo acepte y respalde en las urnas contradecir y remontar la tradición.

La elección judicial mexicana es una opción legítima y constitucional, pues descansa en un mandato popular claramente mayoritario de una sociedad urgida de soluciones eficaces.

Las columnas más leídas de hoy

Si Morena le ha cumplido al 80% de la población con el mínimo vital negado por los gobiernos anteriores; sí está haciendo un esfuerzo –no consolidado, cierto– por no mentir, no robar y no traicionar; si rinde evidencia de austeridad –incluso desmedida– e intentos de castigar la corrupción y reducir la impunidad; si busca rescatar al Estado y la nación de su captura por parte de poderes fácticos e ilícitos; la gente común que conforma la mayoría lo percibe y lo respalda.

La elección de la judicatura, con todos sus riesgos, se dirige a revocar una condición jurídica y social muy sensible que deslegitima al poder judicial y al Estado mismo: la injusticia.

En efecto, requerimos cambiar la historia de la sociedad del crimen sin castigo; del triunfo de la maldad o del éxito institucionalizado de la transa.

Necesitamos que la justicia sea sustancial en el sentido de que rompa con los formalismos y busque la verdad y la paz, y no solo resolver de momento el conflicto.

Exigimos confiar en que las y los jueces sean tan profesionales como conscientes y sensibles de sus contextos sociales.

Demandamos que la judicatura cuide, ampare y proteja a los más débiles y no a los más pudientes o hábiles, y que se desvele y actúe para impedir que ganen los más demagogos o los más hábiles en ocultar la verdad.

Desde luego, sabemos que no basta con reestructurar al poder judicial. Pero algo tenemos que hacer y vale la pena intentarlo, sin desmedro se las y los buenos jueces, que siempre los hay.

Esperamos y participaremos en reformar. También la prevención, la procuración, la defensoría y las cárceles, son parte del sistema de justicia.

El pueblo tiene que hacerse cargo de sí mismo y asumir la responsabilidad del mandato que depositó en la urna en 2024 para transformar las instituciones y su historia por la vía constitucional.

Vamos a votar este domingo para continuar transformando nuestra propia historia por el bien de la patria.