Hace cuatro días el diario Emeequis publicó una crónica acerca de Javier Méndez Ovalle, joven de 19 años que llegó a ser campeón nacional de la Olimpiada de Física y galardonado con la medalla de bronce en la Olimpiada Internacional de Física 2012 en Estonia.

Méndez Ovalle, también fue conocido por un hecho mucho más siniestro: el asesinato y descuartizamiento de Sandra Camacho, una jovencita de 17 años, a la que había conocido a través de Facebook.

De acuerdo con en el expediente CUH-1/T3/1033/13-06 de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal, el asesinato ocurrió por "diferencias de opinión" que el joven no reveló en el momento.

La causa de la muerte fue estrangulamiento y para deshacerse del cadáver tomó la decisión de descuartizarlo "con precisión de cirujano", según consta en el expediente.

La crónica firmada por Alejandro Sánchez González y titulada "El joven que tocaba el piano (y descuartizó a su novia)", generó polémica en las redes sociales debido a que, en opinión de los usuarios, justifica el asesinato de la menor cuando narra cómo la incredulidad de Sandra se transforma en ira y molesta a Javier, cuando este le cuenta acerca de su promisorio futuro gracias a su historial académico.

La polémica alentó la creación de una petición a través de la plataforma Change.org, donde se exige al reportero su "retractación pública y por escrito", así como una disculpa abierta para la familia de Sandra Camacho.

La petición suma hasta el momento 250 firmas y critica la falta de ética periodística, así como el sesgo informativo que se narra exclusivamente desde el punto de vista del asesino.

A continuación la petición íntegra:

El 23 de septiembre de 2014, fue publicado en la revista Emeequis un reportaje de Alejandro Sánchez González con el título "El joven que tocaba el piano (y descuartizó a su novia)". El texto no posee ninguna seriedad ni ética periodística ya que, deliberadamente y escudado bajo un ramplón y peligroso tono literario -aunque aseverando al final del texto que no se trata de ficción-, toma partido por Javier Méndez, asesino de Sandra Camacho. El tono casi lírico del texto, narrado desde el punto de vista biográfico del feminicida, empatiza completamente con éste, envolviéndolo en un aura de romanticismo, victimizándolo y justificando la violencia de género y el feminicidio. El discurso de Alejandro Sánchez González hace que en todo momento la responsabilidad del asesinato recaiga en la víctima, retratándola de una manera deshumanizada, describiéndola insistentemente como una instigadora de su propia muerte y restando importancia siempre a la voluntad del asesino sobre sus acciones hasta el punto de prácticamente insinuar que él no cometió el crimen, pues no era "él mismo" quien actuaba. El texto deja entender que Sandra Camacho se merecía lo que le ocurrió y apoya esta aseveración en su clase social, contrastándola constantemente con los méritos académicos y deportivos del asesino que lo colocan -de acuerdo con el periodista- por encima de ella en una escala cualitativa.

Como agravante, las fuentes de la nota -además de no ser explicitadas nunca- parecen ser unidireccionales: se trata del testimonio y perspectiva del asesino, jamás se atienden otros testimonios como aquellos de los familiares de Sandra o del mismo peritaje, lo cual resulta en una visión intencionalmente sesgada de los hechos. Esto da cuenta de la poca seriedad y compromiso periodístico, pues elementos relevantes como el hecho de que el asesino prometió a la víctima un trabajo como edecán, indicios de violación y la dudosa motivación del feminicida que no se pone nunca en duda, resultan en información poco fidedigna.

La postura misógina que justifica al feminicida y busca atenuar el crimen mediante el ensalzamiento del criminal y la devaluación de la víctima por condición de clase, culmina en el deslinde total de responsabilidad, la casi negación del acto feminicida y la reducción de la víctima a un objeto, lo cual puede claramente leerse en este fragmento del balazo de la nota, que se cita literalmente a continuación: "De cómo un joven de 19 años, deportista, amable, educado, talentoso, se transformó en alguien que no era él y terminó por encajar un cuchillo en un cuerpo sin vida, de eso se trata esta historia". El fragmento habla por sí mismo. Se justifica al feminicida deslindándolo de sus actos, se enaltece y se dice que "encajó un cuchillo en un cuerpo sin vida". No dice que la asfixió hasta matarla. No dice que asesinó a una mujer, una persona con una historia propia, sino que encajó un cuchillo en un cuerpo sin vida.

Los clichés machistas y clasistas, la ponderación descarada del feminicida, así como los abusos discursivos en contra de la víctima son, desde el primer hasta el último párrafo, de una abundancia abrumadora y representan un ejemplo de cómo los medios, haciendo uso de un discurso efectista e irresponsable, refuerzan los patrones de violencia y discriminación. Si esto es inadmisible en cualquier país y bajo cualquier circunstancia, lo es tanto más en México en los tiempos que corren, en los cuales la violencia se recrudece, especialmente hacia las mujeres jóvenes, y cuando debemos redoblar el apoyo y el absoluto respeto a las víctimas de todo tipo de violencia.

Ningún medio de comunicación serio debería permitirse la despersonalización y deshumanización de las víctimas, ya que esto lleva a la normalización y la naturalización de la violencia, y a través de ellas, a su perpetración e impunidad. Es obligación de los medios el exhibir -más que la imposible total objetividad- una intención de honestidad, evitar reproducir las formas y los discursos oficiales en un país que en los últimos años ha sufrido alrededor de 120 mil muertes violentas y ocupa el lugar 16 en feminicidios a nivel mundial.

No es el papel de Alejandro Sánchez González el culpabilizar a Sandra Camacho ni justificar al feminicida, y esta acción resulta más grave aún si, como en efecto sucede, el texto no exhibe prueba alguna de sus aseveraciones y parte sólo de la versión de los hechos del criminal, privando, así, a la víctima de su voz. Menos aún es la función del periodista valerse, con el pretexto de dar un toque literario al texto, de estigmatizaciones y vulgares sugerencias para hacer de Sandra Camacho un "personaje" a la medida de sus prejuicios.

Por estas razones, las personas firmantes exigimos a Emeequis la retractación pública y por escrito de Alejandro Sánchez González, el compromiso de capacitación y sensibilización con temas de perspectiva de género y no discriminación para toda su planta editorial, una disculpa abierta para la familia de Sandra Camacho y la publicación de una semblanza de la víctima en términos reales, documentados y humanos, así como la manifestación explícita de un compromiso serio con un periodismo con ética y responsable que respete a las víctimas de los distintos tipos de violencia, para garantizar que este lamentable hecho no se vuelva a repetir.