La portada del libro de Lecturas de Quinto Grado de Primaria para la materia de Español editado por la SEP es el primer y tal vez único acercamiento que toda una generación tuvo a Saturnino Herrán (1887-1918), quizá el más prolífico de la generación que desarrolló el modernismo y muralismo mexicano.

Foto: Raúl Ibáñez / SDPnoticias

Sus murales y no los de Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros o Rufino Tamayo, deberían decorar el interior del Palacio de Bellas Artes, pero una enfermedad gastrointestinal acabó con su vida a la temprana edad de 31 años. Este inconcluso proyecto consistía en plasmar imágenes que honraran el sincretismo indígena y español, mostrar en armonía los dos pilares de la identidad mexicana concebida a principios del siglo XX.

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Del deseo de crear a la belleza indígena

Originario de Aguascalientes, Saturnino tenía un deseo por crear que solo puede entenderse en la diversidad de herramientas de las que se valió para satisfacer su ímpetu creativo: carbón, lápices de colores, óleo y más. Pues aún en las etapas donde mayores carencias enfrentó, él continuó contemplado, creando, retratando.

Tal es el caso de los retratos a Estefanía, una persona que aún no ha sido identificada ni se ha establecido la relación que Saturnino tuvo con ella. En la exposición que presenta el Museo Nacional de Arte (Munal) puedes encontrar dos versiones de este personaje femenino donde, pese a estar fechados en el mismo año, el paso del tiempo entre una versión y otra es evidente, como si el artista la hubiera extraído de sus sueños o recuerdos.

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Saturnino tomaba a las personas a su alrededor para retratarlas, incorporarlas al registro del tiempo que le tocó vivir; su domicilio estuvo por muchos años en la calle de Mesones del Centro Histórico, y tal vez sea por esa ubicación que sus escenas son costumbristas y repletas de personajes de piel morena y en su mayoría indígenas. Seres reales que contrastaban con la idea positivista del Porfiriato y de quienes comenzó su observación al trabajar en el Departamento de Arqueología.

Los colores que elegía también eran muy cercanos a su estado de ánimo, condicionado por su difícil e inestable salud. Una paleta opaca prolifera en la mayoría de sus piezas, sin que estas dejen de manifestar escenas repletas de vida.

La pieza estrella de la exposición es precisamente La Ofrenda que de acuerdo con el curador Víctor Rodríguez es una metáfora del devenir de la vida al mostrar tres diferentes generaciones. Los niños y la familia que navegan sobre el lago de Xochimilco y al fondo el Cerro de la Estrella.

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Si en el Porfiriato la población desarrolló un irracional temor a la diversidad indígena, Saturnino Herrán, Rosario Cabrera, Francisco de la Torre y Francisco Goitia la retratan melancólica y abatida, tomando como base las corrientes plásticas europeas de la época.

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En sus últimas piezas es la belleza de la anatomía humana entrelazada con cuentos y leyendas las que guían sus trazos. Es en La Leyenda de Los Volcanes donde mejor se mezcla la historia trágica de un amor que no consigue consolidarse y es la caligrafía corporal lo que la mantiene en pie.

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La fortaleza física de hombres y mujeres es también otra de sus inquietudes exploradas y plasmadas. Valiéndose de personas que conocía así como de su esposa Rosario Arellano, surgen piezas como La Tehuana, una persona envuelta en el traje tradicional pero con una belleza andrógina y transgresora para su época.

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La exposición compuesta por 86 piezas de este artista patrimonial y algunos de sus contemporáneos estará esperándote en el Museo Nacional de Arte hasta el 24 de febrero.

De manera paralela a la exposición se realizarán 6 conferencias con especialistas, un ciclo de cine comentado, talleres los sábados así como dos noches de museos. La correspondiente al 31 de octubre se realizará en punto de las 19:00 horas y estará encabezada por la curadora Samantha López, en ella se destacará el rol y representación de las mujeres en el mundo de Saturnino Herrán. Las visitas guiadas se realizan de martes a domingo a las 12 horas.

Cuándo: Hasta el 24 de febrero de 2019

Cuánto: 65 pesos, acceso general

Horario: 10 a 18 horas

Dónde: Museo Nacional de Arte