“Ojos, si el corazón con llanto os ciega,<br>corazón, si los ojos con el fuego,<br>un contrario abrasado, y otro frío,<br>sin duda que mi fin de acerca y llega,<br>que no puede durar ni hallar sosiego<br>reino tan dividido como el mío.

Lope de Vega

Según los clásicos del estudio de la política pública, de los sistemas de partido y de la teoría democrático-electoral, el candidato o representante (no importa el puesto) sigue la ideología y la agenda del partido el cual representa, pertenece y lo ha postulado. Esto es, al votar por un candidato, se opta por una marca y por una agenda de partido, lo cual se cumple en la mayoría de las democracias a nivel mundial (no importando el grado de desarrollo de esta). Mismo Trump, presidente tan “atípico”, defiende y comulga con los estatutos y agenda del partido Republicano (al igual que los legisladores de este partido, por cierto). Claro que eso los ha llevado a niveles extremos, como lo es la cero tolerancia a la migración o el apoyo mortal e irrestricto a la venta de armas.

Lo mismo se puede decir para Angela Merkel y sus social-demócratas, quienes apoyan la libre competencia, acompañada de igualdad de oportunidades para todos los alemanes. En el caso del Reino Unid, Boris Johnson premier británico conjuga el euro-escepticismo de los Tories (partido conservador) con su mal entendido nacionalismo.

La similitud requerida entre los ideales del partido político y sus representantes, puede continuar en infinidad de ejemplos, tanto internacionales como nacionales, pero rompe moldes con Andrés Manuel presidente y su Morena.

 

En diversas ocasiones sorprende que el presidente López Obrador apoya o realiza ciertas actividades, decisiones y posturas, mientras que su partido hace, representa o expone exactamente lo opuesto. Y no, no estamos hablando de una “sana distancia” entre su presidencia y las lides (administrativos, de renovación de su dirigencia y de procedimientos internos de Morena), sino de agendas y acciones de gobierno que la mayoría del Congreso y la presidencia dela República ejecutan.

A veces el presidente evoca más a un candidato independiente que gobierna en el ejecutivo con un poder legislativo de otro partido, con una agenda donde a veces coinciden ambos poderes y otras tantas no.

 

 • La licencia en el Senado a Manuel Velasco para regresar a terminar su mandato a Chiapas y ahora volver a ocupar su curul en dicha cámara legislativa. Difícil de olvidar que en las dos primeras votaciones a mano alzada, la mayoría de los senadores de Morena votaron para que no tuviera la licencia. Dos veces a falta de una. Fue hasta una tercera votación que momios favorecieron al chiapaneco. Antes de ello, la decisión de los senadores de Morena era opuesta a la que horas más tarde expresó el ejecutivo federal.

• Manuel Bartlett, no olvidemos la incredulidad de muchos miembros de Morena, cuando Andrés Manuel lo nombró director de CFE. Lo cual ahora se repite con muchos morenistas quienes de manera correcta han preferido guardar silencio a defender lo indefendible.

• Desencuentros con diferentes secretarios. Olga Sánchez Cordero, Javier Espriú, Arturo Herrera (como subse), Germán Martínez, etc. En el caso de todos ellos, las declaraciones hechas por Morena en las cámaras, tuvieron que ser cambiadas cuando el presidente se opuso a las opiniones (y datos) al respecto de su gabinete que tuvo su bancada.

• La aprobación de la Guardia Nacional y la reforma constitucional en materia de educación. En ambos casos, los legisladores de Morena votaron en contra de lo que solicitaba el presidente. El asunto escaló cuando el ejecutivo dijo que él podía cambiar la reforma educativa con un simple memorándum. Fue entonces que pasó la reforma constitucional en el Congreso.

Desaparición de poderes. Agendas contrarias la que muestran los senadores a la que tiene el presidente.

Manuel Espino. La decisión del presidente de mandarlo de súper delegado a Durango, fue tomada con escepticismo y por qué no decirlo, con un poco de dolor por parte de los fundadores de Morena quienes ven en Espino un arribista.

El aborto, si bien con bombo y platillo, Morena anunció que introduciría la iniciativa para que sea legal en toda la República. Cuando el presidente fue interrogado al respecto en la mañanera, dijo que él se guardaba su opinión. ¿Aplaudible que no meta ruido en un tema tan delicado? Sí, pero eso no quita que todo apunta a que él no comulga con dicha agenda de partido.

 

Todo quedaría ahí, en una simple anomalía de los sistemas democráticos si no fuera porque la escisión entre las decisiones, agenda e ideología del ejecutivo y Morena presenta una suerte de esquizofrenia para los simpatizantes de la 4T y un doble reto para la oposición y los críticos al régimen. Para los primeros supone tener que seguir y apoyar en ocasiones dos agendas que se contradicen (la del partido Morena representada en el legislativo y la de López Obrador a partir de La presidencia), cuando que ambos SON el mismo instituto político y movimiento. Para los contrarios a la 4T supone tener que idear estrategias para contrarrestar al unísono la decisión del presidente y lo que plantea el partido en el poder desde las cámaras. ¡Menuda dificultad para el ciudadano en ambos casos!

 

Andrés Manuel quiere pasar a ser parte de los libros de historia. Ha forjado su partido y logró ganar la presidencia impulsado por ese instituto político llamado Morena.

El ideólogo de Morena fue Andrés Manuel, y fue la base para catapultarlo. Pero el hecho es de que ahora gobierna en muchos casos y para diversos ámbitos de la política nacional con su propia agenda, como “independiente”.

Irónico hasta cierto punto sería que la 4T pasara a la historia con dos agendas de gobierno; una y otra en franca oposición.

VMG