<br>Igual que los cangrejos heridos<br>que dejan sus propias tenazas sobre la arena,<br>así me desprendo de mis deseos,<br>muerdo y corto mis brazos,<br>podo mis días,<br>derribo mi esperanza,<br>me arruino.<br>Estoy a punto de llorar.

Jaime Sabines

Desde que se dio la exoneración de Manuel Bartlett por parte de la secretaria de la Función Pública, las incertidumbres ensombrecen cualquier mensaje o acción realizada por la 4T. Lo anterior, por mucho que se anuncien (¿buenas?) nuevas para un futuro cercano en el país.

Hay eventos que marcan un antes y un después. Para Irma Eréndira Sandoval y para el gobierno federal, el “limpiar” el nombre de Bartlett será uno de ellos. Una buena parte de la ciudadanía dejó de ver en automático a la SFP como la secretaria imparcial y objetiva que presumía ser; muestra de ello fueron los miles de comentarios generados en redes sociales en torno a quien encabeza dicha dependencia. Muy pocos se dieron en su defensa.

Irma Eréndira no soportó muy bien las críticas. Y, ¿cómo habría de hacerlo?, si se volvió —es válida la comparación— un nuevo Virgilio Andrade. Hay diferencias, claro está. El personaje aquel de los tiempos de Peña Nieto solo dejó pasar una mansión; Irma Eréndira justificó 27.

Entre otros epítetos, los usuarios dijeron que era la mejor tapadera en el gobierno, habida y por haber. Fue tal el disgusto de Sandoval, que solo pudo dar una tibia defensa de su caso. En pocas palabras: ¡quiere llorar, quiere llorar!

Pero no es la única. Veamos.

Manuel Bartlett quiere llorar

Pero ¡de felicidad! Olvidemos por un momento la exoneración de la Función Pública. Tener 51 millones de pesos declarados, cuando toda su vida ha trabajado para el sector público y que el gobierno no levante ni una ceja de asombro, es irrisorio. No hay sueldo para que en todos sus años en el servicio público haya logrado ese capital, así que doblemente inocente: por las casas que no son suyas pero sí de su pareja sentimental (eufemismo para no decir concubina y con ello negar derechos, obligaciones y relaciones económicas) y por lo declarado, mismo que a partir de ahora ha quedado limpio de toda culpa. ¡Un Kleenex por favor!

Y para cerrar con broche de oro, tuvimos ayer al presidente López Obrador comentando: “la CFE será rentable”... Pues sí, tiene razón; será muy rentable pero seguramente para su hoy director.

Andrés Manuel quiere llorar

Después de que Bartlett le hizo un “motín” de corte sentimental”, que hasta tuvo que irse con él de gira, nos podemos imaginar a un mandatario tristeando (aunque sea muy en el fondo). Compungido porque se equivocó al elegir a Bartlett y debido a que la imagen de que él no permitiría la corrupción se ha ido al rincón de la basura histórica. Hoy, mismo dentro de la 4T, hay bastantes personas que no entienden el perdón otorgado. Saben del daño que le causará a la 4T esta exoneración.

El medio ambiente quiere llorar

Quizá Andrés Manuel piensa que Bartlett ha defendido a México y que hará mucho por la CFE. Lo cierto es que hace bastante, muchísimo; pero siempre para lastimar al país y vulnerar aún más a la empresa eléctrica; iniciando con la compra de carbón para generar energía.

Se sabe que hoy es la forma más sucia y cara de producir energía.

Pero, bueno, siempre hay un beneficiario: y en esta ocasión es Alfonso Guadiana, senador por Morena y concesionario de minas de carbón.

Los ciudadanos quieren llorar

Los que votaron por López Obrador creyendo que disminuiría la corrupción; esto es, que no la toleraría. Muchos han sido defraudados.

Los que no olvidan las elecciones presidenciales del 88, cuando a Bartlett se le cayó el sistema y con ello fue derrotado Cuauhtémoc Cárdenas y la verdadera izquierda en México.

Todos sin distingo, al comprobar (o descubrir) que quienes presumían ser diferentes a los otros gobiernos, resultaron igual o peor.

Algo sí le debemos agradecer: Bartlett ha logrado sacar a la luz la verdadera esencia de la 4T. Resultaron un “remake” de todo lo que prometieron erradicar.