En el diario más joven de nuestro país, pero con altos niveles de credibilidad, El Heraldo de México, leí que habrá ajustes al programa Jóvenes Construyendo el Futuro “para que los becarios continúen capacitándose a la distancia”.

Esa información me dio la idea de que lo mejor que pueden hacer el presidente AMLO y la secretaria del trabajo Luisa María Alcalde, en común acuerdo con el sector empresarial —es decir, con Carlos Salazar, del CCE; Carlos Slim, el magnate por excelencia; Antonio del Valle, del Consejo Mexicano de Negocios—, lo más importante en la emergencia actual que puede realizar el titular del poder ejecutivo y la coordinadora de ese programa social es reformar, para ampliarlo, el Jóvenes Construyendo el Futuro: sí, para seguir apoyando con becas a los aprendices, pero hacerlo crecer para también para otorgar un seguro a millones de trabajadores que podrían perder su empleo. Financiado especialmente por el gobierno, sin duda, pero también por la IP organizada.

Algo como el plan de rescate de Europa, como lo recientemente planteado por Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea. Ella ha anunciado la puesta en marcha de un esquema de trabajo de corto plazo, llamado SURE (que en español significa seguro o asegurado). Algo así como el “Jóvenes Construyendo el Futuro” de la 4T, pero para trabajadores formales cuyas empresas están en problemas.

El programa SURE busca evitar que las empresas, particularmente en España e Italia —los países hasta hoy más afectados por el Covid-19 en Europa— quiebren por la caída en su producción, ventas y carga de trabajo, y con eso mantener a los trabajadores en lugar de despedirlos.

Hay, evidentemente, importantes diferencias con el programa que se implementa en México. Para empezar, el de allá es contracíclico, es decir, parte del choque que significa la crisis provocada por la pandemia. Además, opera con las empresas que ya cuentan con una planta laboral y el objetivo es evitar los despidos masivos. En otras palabras, se trata de una política de ayuda a la actividad productiva-económica de las empresas formales con objeto de fortalecer a su planta de trabajo. Tercero, se trata de apoyos que no suponen la inserción de jóvenes recién egresados al mercado de trabajo, sino mayor capacitación de los empleados durante su tiempo libre y/o su confinamiento en casa.

Sería aconsejable que el gobierno federal de la 4T tomara nota de este esquema, ya sea para tratar de replicarlo en México y con ello apoyar a la clase trabajadora en estos momentos críticos (y de paso a la clase empresarial de pequeño y mediano tamaño) o, bien, transformar al ahora programa existente de la Secretaría del Trabajo a uno más semejante al que se está implementando en la Unión Europea.

Algo así permitiría a los trabajadores formales (los que sí cotizan en el IMSS) continuar manteniendo su nivel adquisitivo, lo que tendría un impacto positivo en la economía y para las empresas mismas. Un apoyo monetario, en especie y en adiestramiento y capacitación que subsidiaría financieramente a los empleados y empresas por igual, pero que además les permitiría a los primeros mantener sus trabajos durante la crisis del coronavirus y volver al "trabajo completo" tan pronto como termine el bloqueo y cuando la demanda se recupere nuevamente.

Suplico a Andrés Manuel López Obrador, presidente de México; a Luisa Alcalde, secretaria del Trabajo; al líder del CCE, Carlos Salazar; al referente empresarial por excelencia entre nosotros, Carlos Slim, y a Antonio del Valle, del Consejo Mexicano de Negocios, prestar atención al programa SURE de Ursula von der Leyen, de la Comisión Europea, quien en Alemania había sido con notable éxito ministra de Defensa, ministra de Trabajo y Asuntos Sociales y ministra de Tercera Edad, Mujeres y Juventud.