Busca y anhela el sosiego...<br>Mas... ¿Quién le sosegará?<br>Con lo que sueña despierto<br>Dormido vuelve a soñar.<br>Que hoy, como ayer y mañana,<br>Cual hoy en su eterno afán,<br>De hallar el bien que ambiciona<br>—Cuando solo encuentra el mal-<br>Siempre a soñar condenado<br>Nunca puede sosegar.<br>¡Aturde la confusa gritería<br>Que se levanta entre la turba inmensa!<br>Ya no saben qué quieren ni qué piden;<br>Mas, embriagados de soberbia, buscan<br>Un ídolo o una víctima a quien hieran.<br>

Rosalía de Castro

A rajatabla, en blancos y negros, como suele ser con él, Andrés Manuel sentenció: “se acabó la simulación y las medias tintas, por lo que llegó el momento de definirse en favor o en contra de la transformación del país”. Aprovechó, naturalmente, para lanzar su discurso cansino y falaz de los conservadores, diciendo que Enrique Krauze es el nuevo Lucas “Krauze” Alamán. No quiere darse cuenta que el verdadero “conservador” —si por ello se entiende ser retrógrada— es él y su equipo al negar la modernidad para México y mantenerse en un trasnochado proyecto de ¿nación?

Al igual que el resto de los mexicanos, AMLO también tiene el derecho a la libertad de expresión, pero como diría el Benemérito de las Américas: “el respeto al derecho ajeno es la paz”. En ese sentido, el macuspano deja todo que desear, pues a cada plática, discurso o comentario, desde la máxima tribuna del país, tiene que machacar con culpar a alguien más, burlarse de quien no comparte su visión o hacerse la víctima de quien no le “entiende”. Según él, nadie le permite llevar a cabo su trabajo.

El menor señalamiento de errores o faltas de su gobierno es tomado por el mandatario como un ataque directo e inmisericorde a su persona. Lo vuelve personal y no está dispuesto a aceptar que igual pudo haberse equivocado

En realidad, López Obrador lo lleva claro: su plan “A” es polarizar a la población para poder culpar al grupo contrario de cualquier desacierto de su gestión (o mismo de la naturaleza). Su plan “B” es hacerse la víctima.

Durante este año y medio de gobierno no ha cesado de culpar. ¡Hasta la pandemia le sirvió de razón y pretexto para el nulo crecimiento y pérdida de empleo! Según él, antes del COVID, “íbamos muy bien”. Si acaso, muy bien para no cumplir todo lo que prometió...

Hemos olvidado que los servidores públicos (y él es uno) viven de los ciudadanos, de todos aquellos que trabajamos y pagamos impuestos. Como tal, él es quien debería velar por nosotras.

Un pésame o algo de tristeza y preocupación tendría que haber expresado (¡increíble!, no lo ha hecho) por los 13,000 muertos por Covid en el país, los más de 55,000 muertos por violencia en lo que va de su sexenio. Por los yucatecos que tienen —nuevamente este año— un reto para enfrentar las inundaciones. Aun cuando López Obrador estaba relativamente cerca para acompañar a las víctimas, no se acercó a dicho lugar y tampoco mencionó en sus discursos tan dura situación.

Todo lo contrario, la condicionante que ha lanzado en el sentido de apoyar a la 4T se lee más cómo un ultimátum de alguien que quiere hacerse pasar por herido u ofendido. Al clamar por nuestro apoyo, ha olvidado lo básico de su trabajo: quien debe ofrecer empatía y solidaridad a la población sin distinción es el presidente de la República. No al revés

Pide solidaridad quien debiera ofrecerla.