Si palos dais con ese palo hermoso,<br>ya no es afrenta dar de palos, Juana;<br>la ley del duelo bárbara, inhumana,<br>ya es gloria militar, ya es acto honroso.<br>

Lope de Vega

La problemática que implica afrontar la disyuntiva entre abrir la economía y cuidar de la salud de los ciudadanos no debería existir o, por lo menos, debiera ser menor. Siempre y cuando, claro está, que para hacer lo primero se tomen las medidas más adecuadas y efectivas (y también más sencillas y de sentido común) en materia de prevención y cuidado de y entre la población. Implementar disposiciones adecuadas y en tiempo es lo que marcará finalmente una diferencia en el número de contagios que se generen en la nueva normalidad.

Ahora bien, esa dificultad se agudiza aún más cuando algunas autoridades buscan compaginar su interés por el cuidado de las personas y su actividad productiva con los objetivos políticos en torno a su persona y proyecto. No pocas veces el resultado que arroja esa disputa personal es, entonces, que hayan señales contradictorias o encontradas entre gobernantes.

El uso del cubrebocas es un ejemplo clarísimo de lo anterior. Constituye una de las medidas preventivas más sencillas de usar y muy recomendada por la OMS y otras autoridades del sector salud nacionales e internacionales. Esta es una herramienta que desde hace ya más de dos meses ha sido implementada en la Ciudad de México (así como otros estados del país), tanto en espacios cerrados como en públicos. Quien coordina la estrategia en contra de la pandemia del Covid-19 en el país, sin embargo, se ha dedicado a menospreciar la defensa que conlleva dicho aditamento.

Mas recientemente ha habido otros casos —cada vez más frecuentes— de soterrado disenso entre autoridades. El pronunciamiento en el sentido de que las manifestaciones no son foco de contagio masivo o simbolizan un peligro para transmitir el Covid-19, dicho por Hugo López-Gatell hace un par de días, levanta más de una ceja, incluida —supongo— la de Claudia Sheinbaum, jefa de gobierno de la CDMX. Si de por sí las protestas son un tema delicado para gestionar gubernamentalmente y para tratar en el imaginario popular en estos momentos (los ciudadanos queremos orden impuesto por los policías, pero a la vez buscamos la libertad de expresión y el que por ningún momento se vulnere la integridad de los manifestantes), el que además NO se considere una manifestación como sinónimo de multitud congregada por parte del subsecretario de Salud federal es por lo menos discrepante y motivo para cuestionarle.

Por si fuera poco, a lo anterior se agregó hace un par de días la discusión legislativa (a solicitud del ejecutivo federal) de la idea de crear “grupos de paz” para contener las protestas. Eso es, que un determinado número de civiles contengan a los rijosos, pero sin uso de armas.

Me temo que eso se traduciría en dar carta blanca para que continúen y aumenten los desmanes y destrozos, sin eliminarle a la autoridad el peso de su responsabilidad o culpabilidad si llegara a ocurrir una agresión o una desgracia. ¡Menudo brete para las autoridades, el peor de los mundos posibles!

No obstante, como se dice coloquialmente, Claudia Sheinbaum hasta ahora ha “aguantado vara”; con un temple forjado en la batalla y probado en el ejercicio de la función pública, ella se disciplina y enfrenta a “la nueva normalidad” marcada desde el gobierno del centro.

Tristemente ahí no han terminado las opiniones encontradas entre funcionarios gubernamentales, ni se ve que ello vaya a ocurrir pronto. López-Gatell ya no ve problema en el regreso a actividades de la Liga MX (mismo sin ningún tipo de protección, cuidado o precaución), mientras que la mandataria capitalina pidió que la Liga presentara al menos sus planes de cuidado como primer requisito para considerar reanudar actividades —no públicas— a mediados de julio.

El número de contagiados y personas fallecidas por la pandemia en la capital sigue siendo un enigma; ¿cuándo se concretará una medición actualizada, real y validada? Ya hemos sido testigos de la danza de cifras y pareciera que no hemos salido de esta.

Y la última: ayer, en un acto de prudencia y autonomía que le confiere el marco federal de nuestra nación, Sheinbaum se anticipa a lo que pueda decir la Secretaría de Salud hoy jueves o mañana viernes y explica a los capitalinos que, si bien la autoridad federal no ha confirmado los colores de los semáforos Covid-19 para la próxima semana, ella ya prevé que la CDMX se mantenga en color rojo. Adicionalmente que, con la intención de recrear las cadenas de contagio del coronavirus, CS aumentará en la capital el número de pruebas diagnóstico que se aplicarán a un promedio de 100 mil capitalinos al mes. Eso sí, el subsecretario López-Gatell, ni tardo ni perezoso, se apresuró a decir (contestarle) que el practicar más pruebas no es una medida suficiente para controlar la pandemia. Ya la jefa de gobierno le podrá decir algo así como un “las pruebas no lo son todo, pero ¡ah!, cómo ayudan”.

Es claro, entonces, que Claudia Sheinbaum no se indisciplina ante la 4T y el presidente AMLO, pero eso no le impide —afortunadamente para los habitantes de esta ciudad— tomar providencias y marcar un ámbito de acción propio para evitar que medidas nacionales repercutan y afecten en lo local.