“La América es ingobernable... el que sirve a una revolución ara en el mar”.<br>

Simón Bolívar

“Impopularidad tiene asegurada todo el que goza de popularidad.”<br>

Anatole France

Al superarse los 50 mil muertos por covid en México y al haberse dado a conocer ya en definitiva los indicadores de la actividad económica del primer semestre del año —todos alarmantes y ninguno rescatable—, es menester recordar que los márgenes de popularidad de un gobernante consisten siempre de dos partes: la manifiesta o externa y la de fondo o sustantiva. 

La primera, medida de distintas maneras, entre ellas con encuestas, sigue siendo grande, si bien mismo esa —la verbalizada— es cada vez menor. 

Pero si la primera se reduce, solo quiere decir que la segunda también ha perdido consistencia y mucho más aceleradamente. 

Así, el cuerpo que apoya al presidente López Obrador se vuelve cada vez más huero, más vacío, como un cascarón sin relleno. Muchos de los tantísimos millones que votaron por él (manifestando así su adhesión) y que lo sostenían a raudales con cada manifestación y acto ciudadano, ahora dosifican el sostén

¿Y por qué es importante conocer lo anterior y saber notar esta distinción? Es sencillo: porque si se requiere apoyar una decisión superior de Estado, trascendental y definitoria, en un futuro próximo, el apoyo que pareciera haber de la población hacia su mandatario podría no ser el que se creía de inicio.

Nos perdemos en la impresión de lo que percibimos ocurre en el exterior; mexicanos que dicen defender —al menos en público y en redes sociales— la actuación (acciones y gestiones) del presidente AMLO. Pero ello se ha vuelto, cada vez más evidentemente, que es con objeto de no aceptar que se han equivocado, con el fin de no traicionarlo (tan) abiertamente, de no parecer incongruentes. Sin embargo, en la soledad de la alcoba o quizá solo en la de la introspección propia, la verdad es que cada vez le otorgan menos el beneficio de la duda y le retiran el exceso de confianza. 

A medida que se acumulan los muertos y las pérdidas, que nos acercamos a tener que asumir duras decisiones para enfrentar el virus en una nueva y larga etapa, que los grupos del crimen organizado toman el control de entidades enteras, que la disidencia magisterial se oponga a volver a clases o adoptar las nuevas modalidades de enseñanza, que los medicamentos sigan escaseando, que los padres de familia deban de asumir la responsabilidad de educar a sus hijos, y una larga lista de etcéteras, se diluye la certeza que había de que el titular del ejecutivo lograría un cambio y que sabría hacer las cosas adecuadamente. 

Y cuando esto ocurre, la ingobernabilidad se apodera de una nación.