Hay alguien que ha bebido mucho, y se burla,<br>y acerca y aleja de nosotros, como negra cuchara<br>de amarga esencia humana, la tumba...<br>Y menos sabe<br>ese oscuro ¡hasta cuándo la cena durará!<br>

César Vallejo, 'Cena Miserable'

Ya saben de lo que se trata... ¿esto es un asalto?

Todos “flojitos y cooperando” son palabras que hemos escuchado quienes hemos sido objeto de un atraco en algún momento de nuestras vidas. Y los empresarios mexicanos que fueron invitados a cenar ayer a Palacio Nacional, no por asistir significaba que no supieran exactamente de qué se trataba el asunto. De hecho, esas exactamente fueron las palabras que usó el presidente López Obrador al referirse a ellos de acuerdo a un video que ya circula del evento.

Más de uno, si no es que la mayoría, se la pensaron muy bien antes de asistir. Pero cómo negarse si por todos es conocido que eso significaría ponerlos en la lupa de un SAT y una UIF que actúan por instrucciones del presidente; instituciones que transitan en paralelo a lo que es discrecional.

Pero, bueno, ya sabemos que es más fácil poner de acuerdo a 30 millones de ciudadanos que a 3000 empresarios para hacer frente y poner un “hasta aquí” a semejante insensatez.

Situación muy incómoda —por decir lo menos— también para los titulares de la oficina de la Presidencia y del Consejo Coordinador Empresarial, quienes igual se encontraron entre la espada y la pared: las instrucciones de su jefe que van en contra de todo lo que representa la libre empresa con la cual ellos supuestamente constituyen el puente de colaboración y un empresariado que naturalmente vela por los intereses de sus accionistas y que ya no están conscientes de que Alfonso Romo y Carlos Salazar sean una verdadera esperanza de llegar en un futuro a un entendimiento, medianamente razonable, con el gobierno federal.

La inexperiencia sale más cara que la corrupción

Esta cena y todo lo inconcebible que le rodea, nos hace olvidar a todos (seguidores y detractores) que si al gobierno le están haciendo falta recursos para atender sus obligaciones hacia los ciudadanos, en particular en materia de atención médica, es producto de una enorme inexperiencia —aún no superada— en la gestión gubernamental. Ya lo sabíamos, pero la cena de la coperacha lo comprueba: la falta de oficio sale más cara que cualquier ganancia y “ahorro” logrado a través del combate a la corrupción.

Y si la genialidad (en materia de publicidad no cabe duda que sí lo era en este país surrealista) de la rifa del avión presidencial había tenido efecto hasta hace poco, pasó a salirse de control —empezando para el propio mandatario— en el momento mismo que lo que se pretendió rifar no fue el avión, sino dinero.

La historia de lo que ha seguido ya lo conocemos: una bola de nieve que ya ni Presidencia puede detener. El costo económico que se derivará de la incertidumbre y el enojo empresarial será de proporciones épicas. El negativo futuro económico de este país ya es irreversible, digan lo que digan y hagan lo que hagan.

Por supuesto, AMLO presentará la cena de ayer como un rotundo éxito en su habitual mañanera de hoy. Y, no cabe duda, sus más fieles seguidores que siguen siendo muchos, pero no la mayoría, comprarán la lectura de que el presidente es ni más no menos que un moderno Robin Hood. Pero esos ya los tenía “en la bolsa” desde hace bastante.

Para los inversionistas, por el contrario, el único motor de la economía y del desarrollo con el que contamos (si bien no el ideal) solo representará la pérdida del último grado de certidumbre.

Como en los tiempos del PRI

La chunga que inició López Obrador perdió toda proporción y se transformó en una historia que puede terminar siendo de horror. El ejecutivo federal pasó la charola como en los viejos tiempos del PRI y algunos empresarios pagarán los tamales de chipilín más caros de la historia: 20 millones, 50, 100 y hasta 200 millones de pesos la pieza.

¿La extorsión legalizada desde Palacio Nacional? AMLO y la 4T quedan obligados a demostrar que no es así. Mientras no lo hagan, la cena deja sabor al clásico “lo que faltaba”. Primero, a los más necesitados les quitó el Seguro Popular y las medicinas; las guarderías, los programas sociales y la educación. Los de en medio, bueno, esos hemos estado cautivos desde siempre con el pago de impuestos, solo ha apretado más el cinturón. Faltaban los hombres (y mujeres) de dinero, que ahora tendrán la cara grabada de Santiago Nieto y Raquel Buenrostro en cada cachito de la Lotería de aquí al 15 de septiembre y, como diría Buzz Lightyear: “al infinito y más allá”. Ya está el abanico completo.

La dichas de los no convocados

Usualmente ser invitado a un evento es una distinción, un gusto y hasta un honor. En este caso, la alegría reside entre los empresarios y comerciantes que no fueron convocados a la tamaliza con atole de chocolate que se tuvo que beber con el dedo (aunque de hecho recordó a las cenas de Luis Echeverría en donde se servía agua de sabores o cuando Esthercita en un evento de la Cruz Roja les pidió sus joyas para ayudar a la institución. Obvio nunca llegaron a las arcas públicas ni las joyas ni el dinero).

En fin, el hecho es que será la primera vez que estos otros dichosos hombres y mujeres de negocios no estarán tristes por no ser TAN fifís a ojos de la Cuarta Transformación. Eso sirvió para que no los voltearan a ver... no por ahora.

En cambio, los primeros que deberán estar preocupados (que conste, como dice AMLO, no es amenaza sino “lo que sea su voluntad”) son los empresarios que declinaron asistir a la cena de ayer y los que no firmaron la carta compromiso. Ellos sin duda serán los primeros en pasar a formar parte de la lista negra. ¿Hay forma de que el gobierno garantice que no será así? Es demasiado lo que está en juego.

El escándalo que viene

Un nuevo escándalo llegará cuando alguno de los empresarios de la cena se saque los premios en efectivo. La mayor probabilidad de ganar será de ellos, no de la gente que compre un solo cachito. Porque no creo que los repartan entre sus trabajadores, ya que si lo hacen de forma legal —subrayo: de forma legal, que es como deberían hacerlo— tendrán que dar a sus empleados, además del cachito de 500 pesos, al menos otros 100 para que a la gente no le aumente la cantidad de impuestos a pagar.