Una golondrina no hace verano<br>

Dicho popular

El ser crítico del régimen actual no debe llevar a caer en el error que precisamente se señala: hablar en absolutos o, lo que es lo mismo, confundir lo que cree —e incluso se desea— con lo que es.

El tema Culiacán sin duda (ya lo mencioné en pasadas contribuciones) será un parteaguas para la actual administración, pero habría que tomarlo en su justa dimensión. En otras palabras, ese punto de quiebre no invalida muchos otros esfuerzos de la sociedad mexicana (su gobierno incluido) por seguir adelante con los grandes proyectos de país y con su viabilidad como Estado-nación.

Las comparaciones son odiosas, pero ya que se está hablando de paralelismos en el continente americano, habría que voltear a ver a dos naciones al sur y subrayar las importantes diferencias justamente para no caer en confundir la realidad que vive México con lo que en ocasiones se piensa es.

Chile, donde ahí sí la administración central evidencia una crisis de gobernabilidad, se hace de sus recursos institucionales —que son lo suficientemente sólidos, no como en nuestro país— para disolver al gabinete presidencial en un intento por enfrentar la crisis nacional. Por más ejemplo del fracaso del modelo neoliberal o no, en México no existe la suficiente fortaleza estructural para que el presidente López Obrador contemplara hacer lo mismo que Piñeira.

Argentina es, por su parte, magnífico ejemplo de como siempre se puede estar peor. Pensar que se acaba de elegir como vicepresidenta a un personaje que lleva a cuestas tantas denuncias e irregularidades jurídicas es para poner los pelos de punta por decir lo menos.

¿Se quiere ver a Andrés Manuel López Obrador fuera del poder? Valdría la pena detenerse primero en contemplar lo que eso ocasionaría y los pasos institucionales —y no institucionales— que se desencadenarían a partir de ello y hasta determinar/elegir sustituto. ¿El Estado mexicano está preparado para eso? La respuesta es no.

Hablar de crisis de gobernabilidad en México es irresponsable y fuera de toda proporción. Habría que tener cuidado con lo que se desea; frecuentemente las “soluciones” resultan peor que el mal...

Durazo y el general. El informe de AMLO

Cito lo que hoy dice en Milenio el columnista Joaquín López-Dóriga:

√ En la mañanera de este día el general secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval, dará “a conocer la bitácora de los hechos del pasado jueves 17 en Culiacán”.

√ “Quedará en claro que Alfonso Durazo no tuvo nada que ver con el operativo militar, ni lo conocía, y a pesar de eso salió a dar la cara con una mala información”.

√ “El general Sandoval detallará la operación a cargo del Ejército, problemas, fallos, aciertos, y errores y por primera vez se informará el número víctimas, 13 muertos, de acuerdo con el gobierno de Sinaloa”.

√ “La orden del presidente Andrés Manuel López Obrador es que todo quede claro, que no dejen ni una duda y dará hoy a Durazo el reconocimiento público de haber asumido responsabilidades en un ejercicio de lealtad, como también hicieron los titulares de Defensa y Marina, y de soledad, cuando no se alzó ninguna voz en su apoyo”.

En México, por fortuna, operan mecanismos políticos y comunicacionales para salir de situaciones complicadas. Uno de ellos, el “informe inédito” del general secretario. Quedará en claro que Durazo no tenía la información de lo qué pasó —el presidente de México tampoco—, lo que deberá llevará una investigación para encontrar a quiénes fueron los responsables de que las cosas se dieran de una manera tan parecida a la alta traición, como comenté en una columna publicada inmediatamente después de que se tuvo que dejar ir a Ovidio El Chapito Guzmán. Además de ello, será la confirmación, espero que definitiva, de que el Gabinete de Seguridad y el presidente López Obrador hicieron lo correcto al rehuir un enfrentamiento que habría costado muchas vidas y que, esto sí, nos tendría en una crisis de gobernabilidad.