La envidia de morder nunca se sacia<br>pues no come; por eso es que no engorda,<br>y á la pobre alma á la que sola aborda<br>de puro soledad la pone lacia.<br>Mas si su hiel en muchedumbre vacía<br>de gratitud al llamamiento sorda<br>suele dejarla y la convierte en horda,<br>que ella es la madre de la democracia.<br>

Miguel de Unamuno

De la evolución a la involución

No es solo volver a las clientelas que tantos años engendró y capitalizó el priismo. Si únicamente eso fuera, como sea sabríamos que de dichas prácticas venimos y que de ellas poco a poco nos fuimos distanciando (y podríamos volver a hacerlo en algún otro momento). Que los mexicanos lentamente alguna vez estuvimos en la senda de comprender, en la teoría y en la práctica, lo que significa ser ciudadano.

Por supuesto que ello no fue fácil —ni barato. En gran parte el efímero logro fue producto de la construcción y de la labor de diversas instancias gubernamentales y sociales; el INE entre ellas, pero ciertamente no la única.

El “ente” contestatario

Pero hoy, y no solo en México, evidenciamos la pérdida del ejercicio de valores de corte democrático. Como ciudadanos en democracia nos hemos conformado con salir a votar esporádicamente para elegir a nuestros representantes (y mismo eso, solo lo hace una parte de la población).

Esto es, el ejercicio ciudadano de la democracia lo hemos reducido a su componente electoral; o, bien, peor aún, a ser entes que ejercitan prácticas puramente contestatarias, activistas, personajes de protesta, de confrontación ideologizada y usualmente violenta. Nada cercano a los compromisos (deberes y derechos) que supone ser ciudadano y participar cívicamente de la política.

La mutación

Cuando el fin del ejercicio de la democracia por parte de la ciudadanía es violento y confrontacional en sí mismo se degradan y luego se pierden por completo los valores que la cimentan: la tolerancia, la convivencia cívica, el debate informado y la legalidad.

El ejercicio democrático electoral que dio origen al régimen en funciones muta a un ejercicio gubernamental que deja de ser democrático en razón de que los ciudadanos que conforman a ese Estado-nación no ejercen las facultades democráticas que tienen encomendadas.

El rol de la autoridad

Pero también ocurre a la inversa. El tutelaje de la autoridades electas al ejercicio de los valores democráticos de la ciudadanía no termina en cuanto se otorga una declaratoria de validez de las elecciones. Por el contrario, en ese momento es cuando apenas debería empezar la función de los gobernantes en el sentido de dar el ejemplo a sus gobernados en materia de acatamiento de la ley y de ejercicio de la participación institucionalizada en los procesos de toma de decisiones que les atañen.

El líder político es el primero que debe fortalecer la madurez de la ciudadanía en su accionar por los cauces legales y condenar las actividades de los individuos que tienen un objetivo violento, criminal, represivo y totalitario (ya sea física o ideológicamente hablando). No hacerlo no solo aleja al régimen de un desempeño democrático y de libertades, sino que además abona a que la ciudadanía democrática naturalice la violencia, la demagogia y el autoritarismo en distintos órdenes de su existencia social, política y económica. Y lo cierto es que no existe nada más alejado de un sistema verdaderamente democrático que eso.

AMLO y su deformación de la democracia 

La democracia no es solo el gobierno de la mayoría para la mayoría. Las minorías también tienen derechos, sobre todo el de que nadie se burle de ellas desde el poder. No basta con la elección por la vía democrática de un representante. Un gobierno democrático es el que se ejerce todos los días dentro de ciertos procesos: tolerancia a la crítica, respeto absoluto a la libre expresión, a la ciencia, a la academia y al internacionalismo, así como encauzar el fortalecimiento de la confianza de los ciudadanos con sus instituciones y, de paso, ejercer la moderación en el uso del lenguaje político (privilegiar uno de civilidad y legalidad).

Los conceptos y formas que suele usar la 4T son muestra inequívoca de un ataque frontal a la ciudadanía democrática. El conflicto de visiones entre la desobediencia civil y la destrucción de la propiedad pública y privada son un ejemplo de ello.

Los incentivos e impulsos de la 4T no son para forjar mejores ciudadanos o fortalecer la ciudadanía. Sin embargo ese es el disfraz que ha adoptado y lo que se nos quiere vender como el gran legado social de la Cuarta Transformación.