'Miseria'<br>Del lat. miseria.<br>1. f. Estrechez o pobreza extrema.<br>2. f. Condición de miserable. Me repugna tu miseria y cobardía.<br>3. f. Tacañería o avaricia.<br>4. f. Flaqueza, debilidad o defecto. U. m. en pl. Quiéreme como soy, con mis miserias y mis torpezas.<br>5. f. Desgracia o infortunio. U. m. en pl. A tu lado me olvido de las miserias de la vida.<br>6. f. Suciedad extrema.<br>7. f. coloq. Cantidad insignificante. Ganaba una miseria.<br>8. f. p. us. Plaga, especialmente de piojos.<br>

Diccionario de la lengua española

La austeridad republicana, que puede llegar a ser incluso de corte franciscano, ha demostrado en muchos casos no ser tal.

Más allá del ámbito privado o público, la austeridad se refiere a cuando, aun teniendo los recursos, se opta por llevar una vida sin lujos ni extravagancias. Si, además, el dinero no sobra, esta se impone como una necesidad y principio para poder sobrevivir y salir adelante. 

La miseria, en cambio, se define como cuando no hay ninguna forma de poder enfrentar ni siquiera los gastos mínimos para poder subsistir. En todo caso, no debiera confundirse —ni en la teoría, ni en la práctica— con la forma de ser de algunas personas que, mismo teniendo los recursos (muchos o limitados), gastan y viven de una forma miserable. Si en los individuos el ser voluntariamente miserable es reprobable, en el caso de los gobiernos llegar por decisión a dicha situación, es crítica y mortal.

Si bien el estilo de gobernar cambia de acuerdo a los gobernantes y sus ideologías, todos deberían tener presentes las necesidades básicas de sus ciudadanos y de las instituciones. Esto es, desde la óptica de la política pública, en las necesidades se integran también las instituciones —mismo las autónomas— que brindarán al gobierno, pero principalmente al Estado, la fuerza y estabilidad necesaria para desempeñarse.

¿Cuándo se trata de austeridad y cuándo de “ser miserable”? La pregunta queda abierta y sin duda existen programas públicos que podrán ser encuadrados de una u otra manera al pasar de los años; especialmente los sociales. Si llegaron a cubrir una necesidad de forma inmediata o dándoles herramientas para dejar de depender de los mismos o si sirven solo para cubrir una necesidad sin ofrecer una opción de crecimiento o de salida, dichos programas son miserables.

El deshacerse de bienes lujosos es austeridad. El tener que pagar porque los mantengan almacenados en otro lugar, los convierte en una decisión miserable. Como lo es también el gastar en caprichos propios del gobernante, en lugar de imponer un uso adecuado de los recursos en temas más acuciantes, como podría ser el de la salud. 

El dinero público gastado o invertido recae en las decisiones del gobernante, con la venia en primer lugar del legislativo y, una vez usado, de la Auditoría Superior de la Federación. Pero la corrupción camina también por diversas sendas: desde los que aumentan los precios del bien para quedarse el excedente, pasando por aquellos que hacen compras directas cuando debieran ser licitaciones, hasta cuando el dinero no se invierte y solo se gasta. 

Así, vale la pregunta: ¿usted considera que estamos viviendo una etapa austera o miserable?