Hoy leo con tristeza que Armando Manzanero se nos ha ido. Recuerdo con con añoranza los cuatro días que pasé con él en España, mi país.

El grupo empresarial mexicano Multimedios, con sede en Monterrey —cuyas actividades hace unos 17 años yo dirigía en Madrid— tenía un radiodifusora en la capital española, Top Radio, que se decidió especializar en boleros.

El presidente de la compañía y el vicepresidente en aquel tiempo, Francisco González y Federico Arreola respectivamente, habían hablado con Manzanero para hacer un concierto en el teatro Lope de Vega de la capital española. Se trataba de promover a la Top Radio. El contacto con el compositor había sido Jaime Almeida.

Sin tener ni la menor idea del evento, había tomado un avión para volar de Madrid a la Ciudad de México, primero, y después otro para aterrizar en Monterrey.

Y aterricé. Pero, para mi sorpresa, yo tenía que ser el organizador del gran acontecimiento… sí, para mi mayor sorpresa, pues me enteré de tal obligación apenas horas después de bajara de mi avión en la ciudad que los regios llaman Sultana del Norte...

La noticia me fue dicha así por Federico: “Tirso, queremos que vuelvas de inmediato a Madrid para organizar un concierto de Armando Manzanero en el teatro Lope de Vega; lo hemos previsto para dentro de 20 días, el teatro está avisado. Es un evento muy importante que tú debes organizar”.

Apenas me dio tiempo de recuperar la maleta y ya estaba montado de nuevo en el avión rumbo a casa para planificar y ejecutar en todos sus detalles un concierto muy complejo, sin haberlo hecho nunca antes y apoyado en el mejor equipo que se puede tener en cualquier sitio, pero que tampoco había organizado jamás algo así.

Fueron días de mucho movimiento, muchas conversaciones con el técnico de sonido y el hijo de Manzanero (en aquel entonces su manager), reuniones sobre ryder, músicos de mucho nivel que había que contratar, habitaciones en diferentes hoteles, sobre todo en el Villa Magna —que fascina a los mexicanos—, coches, choferes, artistas como Manu Tenorio, Lolita Flores y otros… entre ellos uno que llegó con Manzanero desde el otro lado del charco, Carlos Cuevas.

Este concierto coincidía también con algo que se llamaba la Bi-anual —o una cosa por el estilo—, que era una reunión entre ministros de Mexico y España que se producía cada dos años. Esta vez tocaba celebrarla en Madrid y justo en esas fechas, Pancho (así le llamaba yo), quería que el concierto fuera gratis con invitación: le interesaba que asistieran los representantes políticos de los dos países en la Bi-anual. Su idea era que este concierto sirviera también para que España conociera mejor a México y que nuestro grupo se hiciera más presente en España con Top Radio y con su programación predominantemente de boleros.

Fueron cuatro días con Armando, su esposa y uno de sus hijos. Recuerdo en esos días la participación del tristemente desaparecido Jaime Almeida (descansa en paz), con el que compartí en otros momentos largas conversaciones en la noche madrileña. Y por supuesto estaban Federico y Pancho con algunos de sus buenos amigos de Monterrey... Y cómo no, estaba todo el equipo de Top Radio: Alicia, Matías, Manolo y muchos otros...

Finalmente llegó el día del concierto, el pago de los músicos —hubo un incidente con los viáticos, que pudo convertirse en crisis, pero se solucionó—, las pruebas de sonido, las cámaras, los photocoll de los artistas, reuniones de producción...

Quiero decir que nunca había sido fan de los boleros. Por mucho que Federico y Jaime me quisieran convencer de lo contrario, yo no le veía tanta riqueza musical como ellos.

Fue Manzanero en ese concierto quien me mostró la riqueza del bolero. Y es que el bolero existe cuando quien lo que canta es lo que canta y está presente. En ese momento reconocí la profundidad del bolero a través del mejor maestro. Vi un escenario grande haciéndose pequeño con un Armando inmenso. Manzanero no cantaba boletos: él era el bolero.

Y acabó el concierto, se apagaron los nervios de este novato organizador de eventos, se apagó la luz —como en la canción de Manzanero—, se cerraron las puertas, pero la historia no acabó.

Había más actividad todavía. Pancho y Federico habían ideado cenar en uno de los restaurantes más típicos y reputados de la capital madrileña, Casa Lucio. Un restaurante que como el hotel Villa Magna, hechiza a los mexicanos, y en el que es imposible cenar si no reservas con días de antelación... Presidente y vicepresidente de Multimedios habían decidido que fuéramos allí más de 30 personas a convivir después del concierto.

Maestros en el arte de que lo imposible se haga posible, ante la imposibilidad de ir a cenar allí en los horarios normales, Pancho y Federico decidieron alquilar el restaurante a partir de la 1:30 de la mañana. A grandes males, grandes remedios.

Había en Casa Lucio personas que, como Armando ahora, también nos han dejado. Puedo citar a Pepe Oneto y al legendario Quim Regàs....

Ya no recuerdo los nombres de todos lo allí presentes, pero había embajadores —me senté con el de Polonia—, periodistas —uno de ellos, el catalán Toni Cases; otro, un mexicano, Ciro Gómez Leyva, que había acudido al juego de Champions del Madrid, pero que tuvo tiempo de sumarse a nuestro evento, y no puedo dejar de mencionar a un experto español en información financiera y de negocios, José Luis Carrascosa—, además de empresarios, artistas, funcionarios como el entonces ministro de Economía de México, Fernando Canales, y yo mismo, todos reunidos en torno a Armando Manzanero

La cena en el estilo de la Casa Lucio valió la pena, naturalmente acompañada con vino Cune Imperial, de la Rioja, que era el favorito de mis jefes mexicanos…, pero cuando las botellas se vaciaron y los platos dejaron de servirse, entendimos que había llegado ese punto de la madrugada en el que sin titubeos hay que decidir qué hacer... La mayoría pensó en ir a dormir, pero unos pocos queríamos seguir experimentando el Madrid que estaba ya cerca del amanecer,… Y así, Federico Arreola, Javier (un amigo regio de Pancho), el hijo de Manzanero y yo mismo optamos por la buena idea de seguir explorando la noche madrileña. Y así lo hicimos.

Gracias, Armando Manzanero, por enseñarme grandeza y bolero. Me invitaste a conocer Yucatán, un día lo haré acordándome de ti...