Quizá ya sea momento que nos empiece a preocupar la terquedad del presidente de México en no querer reconocer el triunfo del demócrata Joe Biden en las pasadas elecciones presidenciales de Los Estados Unidos de América del Norte, siendo que ya hasta el propio Donald Trump ha dado señales en el sentido de estar dispuesto a renunciar al poder. De modo que, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) se está quedando solo en esa irracional postura que seguramente no tiene nada contento a quien el próximo 20 de enero protestará como el presidente número 46 de la Casa Blanca y con quien tendrá que interactuar como vecinos y socios comerciales durante los próximos cuatro años.

Han transcurrido casi 25 días partiendo de aquel martes de la elección, y no se entiende desde ningún punto de vista la negativa de López a dirigir un mínimo saludo y/o felicitación a Biden, aún y cuando el propio presidente electo del país vecino, en su momento, buscó los medios para tener ese acercamiento a través de su equipo de trabajo recibiendo como repuesta un palmo de narices de la diplomacia mexicana bajo el argumento de que el presidente López Obrador felicitaría al triunfador sólo hasta que el proceso electoral haya llegado a su término con la respectiva declaratoria oficial.

Brasil, Rusia y México son hasta hoy los únicos países que se han negado a emitir parabienes al ex vicepresidente de la Unión Americana y virtual ganador de la elección.

Jaír Bolsonaro, quien es llamado “el Trump” de los trópicos”, -por su estilo populista y desenfadado-, no ha querido felicitar a Biden.

De hecho, ha trascendido que su negativa a reconocer la victoria del candidato demócrata tiene que ver con sus hijos — que como los vástagos de Trump tienen un papel en la escena política — y parecen estar activamente incómodos con el resultado de las elecciones de Estados Unidos. Sin menoscabo de que el mandatario brasileño había expresado con anterioridad su simpatía hacia Trump y su deseo que permaneciera cuatro años más en la Casa Blanca.

La excusa del presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin, para no felicitar a Biden es similar a la de México en el sentido de esperar la declaratoria oficial. Sin embargo, hasta cierto punto se entiende que al mandatario de aquella nación europea no le corra prisa por hacerlo toda vez que como él mismo lo declaró hace un par de días, “No se puede arruinar una mala relación. Ya está arruinada”, dijo Putin en entrevista.

En el caso de Andrés Manuel López Obrador, para nadie es un secreto su sumisión a Donald Trump, tanto si lo ha hecho por temor ante sus constantes amenazas, como por alguna especie de síndrome de Estocolmo, la realidad es que su fidelidad al polémico magnate neoyorquino le ha impedido expresar palabras de felicitación a Joe Biden, dado que nadie cree su excusa en cuanto a que su postura está basada en los principios de política exterior, particularmente en el principio de no intervención, lo cual resulta evidentemente contradictorio cuando antes, subió al canciller Marcelo Ebrard en un avión de la Fuerza Aérea Mexicana para rescatar de Bolivia al entonces prófugo ex presidente Evo Morales.

El caso es que la situación de AMLO es completamente diferente a la de Putin que si quiere se puede dar el lujo de no felicitar nunca al nuevo mandatario estadounidense, pero no siendo el presidente de México.

La cercanía entre los dos países, sus relaciones, sus tratados comerciales, su necesidad de convivir en paz y en un marco de buena vecindad, nos hace cumplir estrictamente reglas establecidas y no establecidas para mantener cierto nivel de diálogo, de comunicación y hasta armonía.

Y en esto, el canciller Marcelo Ebrard está quedando a deber en el cumplimiento de su tarea como interlocutor entre los dos países, sin menoscabo de que es el principal encargado de conducir la política exterior de nuestro país mediante el diálogo y la cooperación, así como de coordinar la actuación internacional de Gobierno de la República.

Ebrard es el enlace que puede y debe propiciar esa comunicación entre López Obrador y Joe Biden, más allá de la embajadora Martha Bárcena, quien pareciere no tiene mucha influencia sobre el presidente mexicano.

Las incongruencias y errores diplomáticos en que ha incurrido el presidente Andrés Manuel López Obrador no son menores, y si bien quizá no lleguen a escalar y convertirse en un conflicto de mayores dimensiones, sí podría resultar muy caro a los mexicanos; tanto para los que viven en territorio nacional como los que tienen su residencia del otro lado de la frontera norte, lo mismo que empresarios y agricultores por razones lógicas.

Se ha dicho que “es poco probable que los demócratas sean tan vengativos hacia México como parecía ser el gobierno de Trump, con su enfoque en la construcción de un muro fronterizo y las amenazas de imponer aranceles. Pero una administración Biden que sólo presiona silenciosamente a México para limitar los cruces de migrantes podría dejar a López Obrador en una posición más incómoda.

México pudo reprimir fácilmente las caravanas de migrantes en 2019 y 2020 porque apaciguar la presión abierta de los Estados Unidos es bastante comprensible si es desagradable en el país, pero pedir a México que lo haga sin amenazas abiertas sería políticamente más costoso para López Obrador”.(Chicago Tribune09/11/20).

También es cierto que AMLO podría temer represalias en el poco tiempo que le queda a Trump en el cargo, pero le esperan cuatro años con un Joe Biden que tal vez esté dolido y no sabemos a ciencia cierta cómo va a reaccionar.

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