Las partes han firmado el convenio para dar por terminada una huelga histórica. La empresa General Motors en Estados Unidos estuvo en paro por cuarenta días. Finalmente se logró consensuar y se ha reanudado la producción de autos. Sin duda, el acuerdo más importante es la continuidad de la mayoría de los trabajadores, que seguirán laborando para la empresa.

Desafortunadamente, con frecuencia, cuando escuchamos este tipo de noticias, no dimensionamos sus alcances. Parecieran un hecho aislado, que sucede y se resuelve, algo que pasa; sin embargo, esta huelga en particular evidencia muchas situaciones sobre las cuales debemos reflexionar.

La primera de ellas es, incuestionablemente, la globalización productiva, la forma en que están interconectados los mercados, las empresas, su dependencia mutua: vivimos procesos económicos que sólo pueden ser analizados en 360 grados.

Cuando avanzaron los primeros días de la huelga en Estados Unidos, las plantas de la compañía en México anunciaron paros técnicos. Más de seis mil trabajadores directos dejaron de producir, optaron por compensaciones a cambio de vacaciones y buscaron la manera de no afectarse más, esperando reanudar pronto su trabajo.

Por si fuera poco, a este paro de seis mil empleados directos le sucedió otro de miles de trabajadores de las fábricas que elaboran materias primas para los automóviles de General Motors en Estados Unidos y México. No olvidemos todos los materiales que se ensamblan: calaveras, parabrisas, amortiguadores, implementos eléctricos, baterías, focos, asientos, pintura, llantas, entre muchísimos otros… Más de diez mil empleos resultaron afectados por el paro, a los cuales debemos sumarles otros trabajos directos como el de los transportistas de esas mercancías, el de los choferes de las madrinas (vehículos que sirven para mover carros), el de quienes trasladan los contenedores, el de los operadores de los trenes y los barcos… Todo ello se traduce en otros miles de empleos suspendidos.

Ahora sumemos a aquellos profesionistas que trabajan para esas empresas que les prestan servicios directos a los sectores señalados y que también suspendieron actividades para esos clientes: contadores, abogados, diseñadores, ingenieros, gente de sistemas, comedores, de limpieza…

Tampoco dejemos de pensar en todos los trabajos indirectos que resultaron afectados: desde las señoras que les venden tacos a los obreros afuera de las fábricas de carros y de todas las demás fábricas de implementos, hasta quienes les proveen de seguros, mercancía en abonos, uniformes y gastos funerarios. Hay muchos trabajadores que se vieron afectados y que no alcanzamos a recordar.

Todos, absolutamente todos los más de treinta mil trabajadores directos e indirectos que dependen de esta cadena productiva de automóviles, tuvieron una afectación en sus ingresos durante los cuarenta días de huelga. Y si consideramos que cada uno de esos trabajadores aporta ingresos a una familia de cuatro miembros, entonces el saldo asciende a ciento veinte mil personas que padecieron directamente esta situación.

Esto sucedió en México por un hecho que no se generó aquí. El mejor ejemplo de la causa-efecto de la globalización productiva es sin duda esta huelga de General Motors.

 

Cuando un sector de trabajadores y/o empresas hace un llamado a las autoridades o a los legisladores para que atiendan sus demandas y para que vigilen que no se pierdan empleos, no está hablando únicamente por sus intereses. La cadena de producción, con la suma de sus eslabones, es enorme. Estamos interconectados y las decisiones que se toman son de afectación planetaria.

La conclusión es evidente: es de vital importancia escuchar a los actores económicos.

** Abogado laboralista. Maestro en derecho por la UNAM