En definitiva, estoy a punto de convencerme de que nunca llegué a conocer a Enrique Peña Nieto, y, por lo que veo, David López tampoco.

Me entero por la conferencia mañanera de Andrés Manuel López Obrador que Enrique acudió a casa de Nino Canún a pedirle que le ayudara con su oficina de Prensa cuando ocupara la Presidencia de México.

Sin saber que con su negativa sellaba su destino, Nino, el exitoso personaje de la televisión que popularizó su frase de “Aguántame el corte”, rechazó el ofrecimiento y, a partir de ahí, Peña, que le había advertido que “a un Presidente no se le dice que no”, le cerró todas las puertas de los medios de comunicación. Al menos fue lo que platicó a López Obrador.

Fue tan emotiva la narrativa de Nino que el Presidente se congratuló del final de su exilio y le dio la bienvenida. “Bien, muchas gracias Nino, pues qué interesante, ¿no?, poder tener estos diálogos abiertos, que hablemos aquí con libertad y con franqueza; esto es la comunicación sin censura; felicidades por regresar; que te vaya bien”, le dijo López Obrador.

Emocionante, sí, sin embargo, me queda duda de la veracidad de la historia sobre la oferta de la oficina de prensa de Peña Nieto, pero entiendo la emoción de Andrés Manuel porque la segunda parte de la narrativa de Nino en la mañanera apoya su presunción de que en 2006 fue víctima de un fraude electoral.

En aquella época, Enrique iba a todas. Estaba obligado; quería ser Presidente y sabía que tragar sapos es parte del oficio de político. Visitó no sólo la casa de Nino en el club de golf que, dicho sea de paso, lo zarandeaba a placer cuando gobernaba a los mexiquenses. En realidad fue a todos los lugares en donde le abrieron la puerta.

Ya se sabe que los candidatos se acostumbran a ser un tanto masoquistas; si no, que lo diga Andrés Manuel, que acudió a todo tipo de paneles televisivos en busca de imponer su novedoso discurso de amor y paz.

A despecho de la versión de Nino, no imagino a Enrique separado de David. El sinaloense actuó como jefe de prensa alterno, incluso en la campaña a gobernador, en la que formalmente actuaron Ramiro Pineda, primero, y luego Óscar Ignorosa.

David estuvo al lado de Peña en el gobierno mexiquense, en la campaña presidencial y en los primeros 3 años del sexenio; se marchó de Los Pinos sólo porque la Triada le echó montón, pero sobre todo porque el organismo lo estaba traicionado. No obstante, ni siquiera en la Cámara de Diputados, en su lecho de enfermo y aún hoy, ambos en el desempleo, ha dejado de estar a su lado.

Imposible imaginar siquiera que Peña Nieto anduviera ofreciendo, en campaña, la oficina de prensa de la Presidencia a Nino, a otra persona que no fuera David o a quien lo hubiera tundido de la lindo cuando era gobernador. Había aprendido a tragar sapos, pero no era para tanto.

Esta historia no es nueva; apenas el PRI fue derrotado por Morena, Nino la relató en un video de casi 12 minutos que alcanzó éxito en YouTube. La repitió, en la mañanera, como añadido a una supuesta conspiración en la que habrían participado el Presidente Vicente Fox y el dueño de Radio Centro, Francisco Aguirre, así como el director del IFE, Luis Carlos Ugalde. Se trataba de ayudar a Felipe Calderón porque no iba muy bien en su campaña.

Al abandonar el despacho presidencial, Nino y Aguirre encontraron al propietario de El Universal, Juan Francisco Ealy, y a Raymundo Riva Palacio, por aquel entonces director editorial del diario, que, según Nino, habrían sido convocados también para ayudar a la derrota de López Obrador.

Ignoro qué tanto hay de cierto en esta conspiración de Fox y Ugalde para derrotar a López Obrador, pero de lo que no me queda duda es que Peña Nieto nunca pensó en Nino para confiarle su oficina de prensa.

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Artículo publicado originalmente en Impacto, se reproduce aquí con autorización del autor