La zona donde nació y vivió sus primeros años, Janis Joplin

Port Arthur, Tx.

Les platico: primero el susto que me pegó la irreverente cuando independiente, autosuficiente y aventada como ella es, me dice: “te veo en dos horas”, y que se va caminando por la anchurosa y solitaria avenida principal del pueblo donde Janis Joplin nació.

Después, sin ser el aniversario de su nacimiento o de su muerte antes de que cumpliera 27 años, cuando íbamos rumbo a Nueva Orleáns se nos ocurrió tomar la desviación hacia Port Arthur, que en la práctica tiene muchísimos menos que los oficiales 23,000 habitantes que dice el letrero a la entrada.

Nos sorprendimos al no ver ninguna señal alusiva a este lugar, cuna de una de las leyendas del rock, que fue lanzada a la fama en el concierto de Woodstock de 1969.

Legendaria, Janis Joplin murió como vivió, esperando la llegada de una felicidad que frágilmente apenas tocó a su puerta, así de efímera como llegó, se fue.

Port Arthur, Texas

No puedo decir que Port Arthur es un pueblo fantasma, pero poquito le falta.

Vivió sus momentos de gloria cuando el boom de la industria petrolera DETONÓ en los límites de los Estados del agringado Texas y el afrancesado Luisiana.

Hoy, prácticamente hay dos Port Arthur: el de quienes viven en las zonas pudientes, producto del usufructo que rinde la refinería del condado de Lafayette...

...Y los del “pueblo fantasma”, con tres, cuatro o cinco casas -todas de madera- en una sola manzana; las calles de los pobres, con residuos de una muerta opulencia, que se refleja en ruinas por todos lados, como la de un Corvette tirado al catre al frente de un tejabán.

Port Arthur, Texas
Port Arthur, Texas

Con desechos caseros en calles por donde “los de la basura” se tardan días en pasar.

Donde no se ven por ningún lado las camionetas grises de la “fuerza armada” de Amazon, entregando y recogiendo pedidos, y en su lugar si se ven las más pequeñas vagonetitas del servicio postal de los Estados Unidos.

Donde de pronto se me apareció una pequeña lancha motora a la orilla de la calle, parkeada como si fuera un carro más.

Con las ruinas de un lavadero de carros pintada la fachada de un chillante rojo y un todavía hermoso amarillo, con un letrero de “For Sale” bien madreado por los años.

Con los pequeños anuncios de un bato oportunista de Beaumont ofreciéndose a comprar de un chingadazo cualquier propiedad del barrio pobre.

En contraste con esta segunda zona, en la primera, la de los ricos, las casas bien plantadas y cuidadas, con pavimentos impecables, rumbo a la salida del pueblo hacia el noreste, y en la principal 4th Street, donde está -hoy cerrado- el único museo de la zona, el de la Costa del Golfo.

Misma calle donde se erigen arruinadamente los siete pisos del vetusto hotel Sabine, de 56 habitaciones, ocupadas solo dos el día de nuestra visita.

Sí, la misma anchísima 4th Street donde están las oficinas y las aulas -hoy vacías- del Lamar State College; el City Hall, la orilla suroeste del Lago y la instalaciones militares y de la Policía.

Inexplicablemente al principio -hasta que les cuente la aventura que vivió mi Gaby por andar haciendo sus habituales correrías sola- Port Arthur tiene un montón de policías para tan poquitos habitantes.

¿La razón? Platicando con algunos de los residentes de la zona pobre, este lugar tenía uno de los índices delictivos más altos de Texas.

Seguramente les gustó la apacibilidad del lugar y se quedaron ahí, para hacer visibles casi más vehículos policiales y militares que los de los civiles.

Todavía hoy hay “residuos” de esa herencia que data de los 60 y 70 y pudimos “saborearlos” cuando recibo una llamada-orden de la irreverente con un lacónico “ven por mí en chinga, porque los tipos de un carro me están siguiendo".

Apenas me espabilé de la siesta interrumpida por el llamado de auxilio de mi amada, fui raudo y veloz pero ya venía caminando a mejor paso olímpico que el de Daniel Bautista o el Matemático González.

Tras esconderse de los ligadores en el estacionamiento de un restaurante chino -también cerrado- se echó a andar para perder a los del carro negro.

Sí, del mismo color ébano del 70% de la población de Port Arthur, que vive en la zona pobre del pueblo, poblada de esqueletos de cientos de “tejabanes”, con calles medio tirándole a muy fregadas, hagan de cuenta las del Monterrey de Adrián de la Garza. Sopas don Cuco.

En esa zona nació y vivió sus primeros años, Janis Joplin, y cuando preguntamos por la que fue su casa, nos topamos con un galimatías de versiones.

Sí, ni los propios lugareños que fueron vecinos de Janis, saben dónde vivió la que puso a Port Arthur en el mapa mundial del rock.

De entre todas las direcciones que nos dieron, fuimos a las dos que tuvieron más votos: la marcada con el número 1801 de Vicksburg y la 6th ST, habitada y medio fregadona.

Y la segunda, en la misma Vicksburg y 10th ST, totalmente en ruinas.

Los familiares de Janis trataron de vender su casa natal; intentaron incluso que la comprara la gente del museo pero no lo lograron y tampoco la quisieron los del Rock & Roll Hall of Fame, de Cleveland, Ohio.

Como consecuencia, toda la memorabilia y las pertenencias de Janis están dispersa por el mundo, incluso el sicodélico Porsche descapotado que fue a parar a manos de un coleccionista que nunca lo presta para cuando se realiza un esporádico homenaje a la reina blanca del rock-blues.

Sí, ella fue de los pocos rockeros blancos que han logrado cantar las melancólicas piezas del blues nacido y hecho crecer por los negros herederos de la esclavitud que floreció ominosamente en los estados sureños: Tennessee, Georgia, Alabama, Luisiana y Texas.

Este fue nuestro paso por Port Arthur.

Un lugar que parece haberse quedado estancado en los 70.

Que conserva el sabor del Cajún, comida típica de esta zona del Bayou, que por cierto, no pudimos comer porque no hayamos ni un solo restaurant abierto.

Por consecuencia, no nos quedó más remedio que zamparnos una pizza Dominós en el poblado de Sulfur, de paso a nuestro siguiente destino de pernocta: Ryne, dominio de los traileros que salen, van y pasan por Nueva Orleans.

Pero esa, esa es otra historia de nuestro exilio de dos meses que nos llevó hasta la parte más meridional de E U: Key West.

Ahí se las iré platicando poco a poco, intercalando estos deliciosos temas con los agridulces de la política, que resulta más pandémica que la que sufrimos a manos del bicho que se nos echa cada vez más encima.

Digo, si es que mis queridos lectores no me mientan la madre por andarme ocupando de temas como éste, estando la cosa y la casa en llamas, como literalmente está.

CAJÓN DE SASTRE

"Jusqu´á la prochaine", les dice en francés la irreverente y políglota de mi Kalifa (nomás domina 7 idiomas), en primera para ponerse a tono con el acento galo que predomina en nombres de personas, pueblos, ciudades y negocios de esta zona y en segunda, pues porque en esa lengua ella platica y escribe con solvencia.