Sobredosis

En una charla bastante informal, hace un par de semanas alguien me hablaba de las tendencias actuales del llamado rock pesado.

No es un tema que yo domine. En mi ignorancia pregunté si Janis Joplin había sido protagonista de tal tendencia musical y creo que me vi poco culto.

Recordé a la cantante porque su muerte, por una sobredosis de heroína, me impactó muchísimo cuando conocí la noticia; a mis 14 años de edad ciertos hechos me impresionaban.

En Monterrey a la gente le asustaban los roqueros drogadictos. Antes de que Joplin falleciera, otro personaje del rock, Jimi Hendrix, había muerto también por sobredosis.

A una cuadra de mi casa, en el centro de la Sultana del Norte, un par de muchachos mayores que yo —tendrían 18 años de edad— decían que se drogaban y presumían que iban a perder la vida intoxicados como Hendrix.

Mi papá me decía: “No te juntes con esos cabrones”. Lo obedecía a medias porque, la verdad sea dicha, no eran en realidad tan antisociales. Creo que aquellos rebeldes regiomontanos siguen vivos, quizá ya jubilados, y qué bueno.

Me and Bobby McGee

Por alguna razón que no entiendo, la muerte de Jimi Hendrix me mantuvo indiferente. No así la noticia de la sobredosis de Janis Joplin.

Desde entonces, en promedio cada seis meses busco alguna canción de Joplin y la escuchó.

Hace dos semanas, cuando la cantante salió a la plática, puse en el celular la interpretación que ella hizo de Me and Bobby McGee, de Kris Kristofferson, que no es una pieza de rock, mucho menos de rock pesado, sino de country, esto es, música rural. ¿Es correcto lo que digo?

No sabía que se iban a cumplir 50 años de la muerte de Janis Joplin. El acontecimiento se celebró ayer y, por supuesto, se publicaron numerosas notas sobre su vida en los diarios.

Leí algunos artículos sobre la cantante y, por curiosidad, profundicé un poco en la historia de Me and Bobby McGee.

En Wikipedia se afirma que por una sola línea de su letra, Me and Bobby McGee se ha transformado en una especie de himno hippie.

Dice la canción: “Freedom’s just another word for nothin left to lose” (“Libertad es solo otra palabra para no queda nada que perder”).

Según eso, dice Wikipedia, “ser libre consistiría en dejar de poseer aquello que, mientras se tiene, importaría bastante perderlo”.

Ahí citan la explicación que el autor alguna vez dio acerca de tal verso:

Definitivamente expresaba la idea de que la libertad es una espada de doble filo.<br>A menos que hayas perdido todo —y, por cierto, yo no lo he perdido todo— no eres libre.<br>Si tienes una familia no eres tan libre como si estás solo. Pero nadie quiere estar solo.<br>No me hago la ilusión de que soy libre. Estoy encadenado a una gran cantidad de cosas. Pero no quiero liberarme de mi familia, de mi hogar, y de la gente que quiero.<br>Me gustan las responsabilidades que me impiden ser libre.<br>

Kris Kristofferson

El odio a AMLO

La canción country de Kristofferson tan extraordinariamente interpretada por la roquera Joplin me llevó a entender por qué mucha gente conservadora odia a López Obrador desde las elecciones de 2006.

Conste, no estoy diciendo que Andrés Manuel sea algo así como un hippie del siglo XXI. Ni siquiera sé si la gusta el rock, pesado o no. En sus mañaneras solo ha elogiado las canciones de Juan Gabriel y Chico Che y pienso que en su casa, influido por Beatriz Gutiérrez Müller, su compañera, escucha nueva trova cubana.

Algunas veces recorrí con AMLO largas distancias en camioneta, y la música que nos acompañaba era de Juan Gabriel o de la nueva trova cubana. Afortunadamente nunca tuvo la idea de poner a Chico Che.

Lo que estoy diciendo es que los límites a la libertad de Andrés Manuel tienen que ver con su familia, su casa, sus amistades y sus compromisos políticos e ideológicos. Lo encadenan, por así decirlo, valores, relaciones personales y bienes modestos que todos reconocemos como positivos.

Pero, a diferencia de otros que han estado en su posición, a Andrés Manuel no lo esclaviza la ambición por el dinero. Es lo que impidió a un hombre tan inteligente como Carlos Salinas ser un buen presidente de México. El mismo factor llevó a Vicente Fox —quien pudo haber sido el héroe de la actual democracia mexicana— a traicionar los ideales que defendió durante años y que lo llevaron al poder.

La ambición por el dinero, activo que controlan unas cuantas familias empresariales, ha convertido a la inmensa mayoría de los líderes políticos de México en vulgares servidores de los magnates.

La gente de FRENAA, que engañada piensa que es posible destituir a Andrés Manuel, ha sido lanzada a la calle por algunos potentados, sin duda rabiosos porque han perdido privilegios, sobre todo porque ven que su estrategia de toda la vida, la de corromper al gobernante, con Andrés Manuel no funciona.

¿Y la democracia?

La gente de dinero no quiere esperar a las elecciones para intentar cambiar el proyecto lopezobradorista de gobierno. Son personas que poseen enorme poder económico, pero tampoco no se animan, conscientes de la fuerza de AMLO, a ir abiertamente a estrategias golpistas…, sin embargo, las ensayan.

Lo anterior debe entenderse con claridad para que nadie se confunda. Y es que se vale estar en contra de las políticas de López Obrador, pero sería terrible que sus adversarios ideológicos apoyaran propuestas que nada tienen de democráticas.