El gran problema de este gobierno es qué hay más escándalo sobre la sustancia y más derecha sobre su izquierda. Una creciente hostilidad pública fortalecida con el resentimiento de antaño, más que amenazar la libertad de expresión, restringe y abulta la agenda presidencial en pleitos que no tendrían que trascender.

Hay una dialéctica de la confrontación alimentada diariamente desde Palacio Nacional y en muchos momentos, pareciera que el presidente ha olvidado que su línea de mando está dentro del Estado, su partido y su descendencia. Su altura moral le permite posicionarse sobre lo que quiera pero la estrategia de Comunicación Social le acapara hasta la paciencia.

En el desplegado con 650 firmantes con el mensaje #EstoTieneQueParar igual hay personajes partidistas, como la ex candidata del PRI al Senado, Beatriz Pagés, que comunicadores y activistas de toda la vida, como Maite Azuela. Quien coordinó, Roger Bartra, es amigo franco de otro intelectual y político cuya firma brilla por su ausencia, Agustín Basave. También opositor a las formas del gobierno y más cercano a la naranja de MC. Ellos son respetables, admirables y acumulan luchas por las que sería un error llamarles “conservadores”.

Pero su defensa no es al “pasquín inmundo”, sino que parecieran defender la antigua espiral silenciada en la que únicamente voces selectas podían posicionarse y construir opinión pública, uniformada.

Lo de Reforma es pleito personal y el problema central es que los recursos son limitados. Cada día, minuto, mención, comunicado y hasta acción institucional sobre los adversarios personales del presidente, son desperdicios de la agenda social pendiente.

Hay dos grandes compromisos pendientes: aborto y marihuana legal. La SCJN ha resuelto y dado plazos al senado para regular y no lo ha hecho mientras la industria millonaria que es prometedora para lograr la reactivación económica está frenada.

Los derechos de consumidores siguen estancados entre campañas estereotipadas del CONADIC y esa si tendría que ser agenda presidencial. En vez de ocupar el tiempo y los recursos respondiendo cada provocación, es urgente que el presidente retome su compromiso por las causas y acelere la legalización de la cannabis. Eso también forma parte de la estrategia de seguridad que definitivamente es más urgente que la pelea a portadazos.