Una +

En la mañanera del lunes pasado, el presidente de México presentó a la sociedad cuáles eran las gasolineras más caras y las más baratas de la República. Obvio él no tiene ni puede checar el precio de venta en más de 15,000 de ellas, pero uno esperaría que su equipo tuviera al menos un sentido de responsabilidad tal que lo conminara a confirmar que la información proporcionada —en este caso por la CRE— fuese válida. Pues no. Ejemplo de ello es que la gasolinera con los mejores precios, ubicada en el estado de Puebla, lleva 3 años clausurada. Será por eso lo barato de ese particular combustible...

Soltar información a desparpajo, sin haber sido constatada, es una muestra de falta de cuidado en los detalles y solo conlleva a dejar de creer en lo dicho por el ejecutivo federal. Eso es muy grave.

Dos y dos son cuatro; cuatro y dos son seis…

En la 4T, las cifras y la información proporcionada por lo general es un reflejo muy distorsionado de la realidad. Las áreas que le dan al presidente mayores porcentajes de “error” son la de energía y la de comunicaciones, pero ciertamente no son las únicas. Así, se viene un galimatías en tiempo, apoyos y certezas para diferentes programas sociales, dados los padrones “gansito”.

Conteos y estadísticas confiables

Es increíble que no entiendan la importancia que toda política económica-social cuente como punto de partida con cifras reales, que permitan medir el impacto real alcanzado de cada política.

El INEGI cuenta con los mejores padrones en México; mismo a nivel mundial, es reconocido como una de las instituciones con mejores métricas y las metodologías más serias para levantar censos y mantener sus datos actualizados. Los nuevos “padrones” levantados sin una metodología seria, sin realizar los peinados por colonia, sin contar con el conocimiento necesario ni el personal capacitado, resultarán en un desgarriate de difícil entendimiento. ¿Nos podemos imaginar en algunos años el enredo que será este país en cualquier ámbito del quehacer público?

El dinero público –absolutamente todo– que se da como transferencia directa e indirecta, se sustenta en información validada. Mañana ya no la habrá. Es más, gran parte del dinero privado que se da a causas públicas, también utiliza padrones. ¿Creerán organismos internacionales y asociaciones privadas en censos sin el rigor requerido? No.

La bronca que viene

Por lo visto, en el gobierno federal nadie ha dimensionado las fallas que presentan los censos que levantan jóvenes con buena fe, pero sin conocimiento. El resultado: no contar con información creíble, nos llevará –entre otras cosas– a un menor nivel de confianza internacional y menor inversión, por no hablar de la suspicacia hacia las cifras dadas por el gobierno federal.

Igual que al principio del sexenio se dijo que se haría una síntesis de programas sociales y se desaparecerían los que no sirven, ¿alguien ha hecho ahora un recuento de los censos/padrones y programas y visto cómo se duplican o encuentran vacíos? ¿Se han dimensionado las implicaciones sociales, políticas y económicas de desaparecer los conteos oficiales? Si acaso se señala el hecho en lo individual, pero no se barrunta en lo general como país, de forma sistémica.

Instituciones serias y confiables

Tanto el INEGI como el CONEVAL tienen muchas razones de ser. A través de los años han demostrado su eficacia y también su independencia del poder central. El primero cuenta; nos dice, cuántos somos, cómo somos, dónde estamos y una cantidad increíble de variables que ayudan a precisar las políticas y mejorar el entorno en que nos desarrollamos.

En el caso del CONEVAL, este se dedica a medir y a evaluar las políticas sociales. Saber cómo funcionan, si funcionan y qué debe seguir y cambiar. Han desarrollado mediciones de la pobreza que ayudan a distribuir mejor los apoyos gubernamentales y a disminuir la misma en ciertos rubros (y mismo saber que ha empeorado). Si conocemos el programa de gobierno, pero no sabemos su impacto en las personas, cómo saber si continuarlo, aumentarlo o desaparecerlo.

Desafortunadamente, todo indica que, como sociedad, debemos prepararnos para adentrarnos a la penumbra en cuanto a rendición de cuentas.