El Segundo Informe de este gobierno llegó en medio de la alharaca cameral. Las ambiciones partidistas desbordadas. Dar informes ha sido una de las facetas reiteradas de este gobierno, que rebasa incluso su creación, la mañanera, con declaraciones y conferencias extras, mensajes escritos y divulgación de algunas entrevistas importantes. El hecho es una modalidad valiosa aunque a veces abrumadora, sobre todo para un sector de la prensa que en buena parte estuvo sujeta al boletín. No obstante el del primero de septiembre es un informe que entra en la norma, un poco ilógico pese a la argumentación legal, porque el informe debería de ser anual. Con esa disposición quedaban fuera de estos informes los últimos tres meses del sexenio, aunque en este caso, por lo dicho antes, no quedarán. Desde hace varios días, el gobierno de la 4T ha estado adelantando datos, algunos reiterados en la mañanera, pero el informe propiamente dicho tiene formalidad. ¿Cuál será la repuesta de una oposición beligerante que en buena parte ha obstaculizado ciertos proyectos y ha hecho jiras con argumentos otros? Se preparó una avalancha y se puede ver en cartones agresivos, crónicas y artículos que desestiman todo lo hecho. Las fuerzas que apoyan reconocen avances, ponen énfasis en algunas carencias y demandas y en general hay un enfoque en el caso crucial que nos afecta: la pandemia.

La presión ciudadana por soluciones. El caso de los desaparecidos

Pese a avances importantes, el Informe de Gobierno tiene que reflejar las graves circunstancias que vive México en lo económico, los efectos de la corrupción y la inseguridad. En las ofertas de campaña, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) debió de haber insistido que había que darle tiempo al tiempo. Esperanzada, la gente se desbocó y desde antes de la toma de posesión ya quería resueltos sus problemas. También debió haber aclarado con más asiduidad el estado de las arcas, el destino de los presupuestos y el avance lento en ciertos problemas cruciales. En ese caso están los desaparecidos. Aunque se sabe a veces quienes los desaparecieron y que muchos casos son forzados, se trata de personas que desaparecieron hace décadas, no se sabe dónde, en qué lugar y en qué momento. El desinterés de las anteriores administraciones, la desaparición de pruebas ante la complicidad y la tortura, son situaciones que obstaculizan los avances, crean conflictos de tiempo y se suman a otros como el de los 43 normalistas, que avanza también con lentitud, aunque ya hay pistas. En esas circunstancias hay muchos casos heredados y pocos atendidos con anterioridad, que le causan problemas de presión a este gobierno al que se le atraviesan a diario nuevas demandas. Por otro lado, enclavado sorpresivamente, como todo mundo, en la pandemia, la atención económica y de actividad han tenido, a quererlo o no, cierto cambio. A eso se añade la incomprensión de quienes atacan diariamente en busca de recuperar lo que perdieron.

El hombre que ha sobrevivido a las adversidades y se levanta

“Siempre he salido ileso de la calumnia”, sostuvo recientemente AMLO ante la avalancha que se le vino encima por un video en el que aparece su hermano Pío. A lo largo de dos décadas la batahola opositora se le ha echado encima también, y ahora, en la presidencia, con más razón. Hay un odio constante expresado de la manera más directa de parte de Vicente Fox, en su momento, y después y ahora por Felipe Calderón. El odio no parece ser para aquel joven de origen rural que se acercó al único poder que podía ayudarlo, el PRI. Hay en el fondo algo que aparte de visceral es ideológico. Hacia alguien que según ellos representa un peligro para las estructuras en las que ellos han estado y Calderón quiere seguir estando. En la historia moderna hay varios políticos que han sobrevivido a las contingencias igual que AMLO y un día le acertaron al clavo. Ejemplo son Lula da Silva, ex presidente de Brasil, que intentó dos veces llegar a la presidencia antes de lograrlo y en las mismas circunstancias Francois Mitterrand, ex presidente de Francia, ya fallecido. AMLO lo intentó dos veces antes de conseguir el triunfo. Miguel Bonasso, el periodista y escritor argentino, disecciona en una larga novela el caso de un tipo que fue librando muchos avatares en distintos frentes y que con su ingenio, la ayuda ajena y la buena suerte, logra sobrevivir para crear la vida serena que había soñado. Es su novela El hombre que sabía morir (Grijalbo 2017) el banquero Aaron “Ary” Golberg logra salvarse de un destino fatal en medio de notables encrucijadas. La novela es un compendio muy bien llevado, de recuerdos de todos esos hechos que vivimos desde mediados de los setenta del siglo pasado a la fecha, la Cuba de Fidel, los Montoneros argentinos, los satánicos, la CIA en pos de destruir el socialismo cubano, la policía corrupta de aquel México y sus jefes enseñoreados con el poder y la delincuencia organizada de la época, viviendo el mundo corrupto de la política mexicana. Novela impactante, terrible en ciertos momentos, descarnada cuando exhibe lo que puede llegar a ser el humano. Se dan en esos rubros la traición, pero también la solidaridad y se manifiesta la lucha que aún sigue entre el socialismo cubano y Estados Unidos, en un juego de habilidades entre la izquierda y la derecha representadas por Cuba y el país del norte, con otros protagonistas en aquel entonces.

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