“Ando buscando al tonto que lo crea.”

AMLO

Netflix anunció que prepara una nueva versión de Pinocho, teniendo a Guillermo del Toro como director. Esta película se ubicará en la Italia fascista y será un stop-motion y musical al mismo tiempo. Conociendo el trabajo del tapatío, hay garantía de que disfrutaremos de una magnífica producción.

Qué lástima que no se puede decir lo mismo del esperpento de entretenimiento montado por Emilio Lozoya y de todos los que lo alientan, le creen y hasta se dan vuelo con las mentiras de un criminal ¡confeso! Si bien pudiera aspirar a representar a Pinocho —por aquello de lo mentiroso—, la diferencia sería que el títere quería ser humano y este humano pretende haber sido marioneta de Enrique Peña Nieto y compañía.

(Nota aclaratoria: Entre sus muchas mentiras Lozoya ha dicho algunas pocas grandes verdades, como que fue escandalosa la corrupción del pasado. Ojalá su espectáculo de falsedades no se traduzca en fallas al debido proceso que impidan el castigo a quienes lo merezcan).

Lozoya dirigió sus últimas acusaciones, muy convenientemente para estos momentos y para la presente administración federal, contra Ricardo Anaya y José Antonio Meade. Pero solo se pueden entender como un intento de fuegos de artificio para señalarles —una vez más sin pruebas y evadiendo la acción de la justicia, naturalmente— sobre actos de corrupción ocurridos el sexenio pasado. Sus dichos solo son imputaciones mediáticas, eso está más que claro.

En alguna parte del cuento, Pinocho se dedica a decir todas las mentiras posibles; no le importa defraudar a sus amigos y a su padre. Pareciera que Lozoya recurre una vez más a la falsedad para dirigir sus dardos envenenados contra quienes en algún momento consideró amigos. Solo así se entiende la ridícula acusación contra Luis Videgaray, Lourdes Mendoza y todo el affaire “bolsa de Chanel”. Suponiendo —sin conceder— cierto el regalo, ¿de verdad alguien cree que el otrora poderoso secretario de Hacienda eligiera a Lozoya como mandadero para comprar dicho accesorio? El bulo ha sido desmentido por la periodista y demandará a Emilio el nuevo Pinocho por sus dichos. ¡Bien por ella! Ojalá las feministas marchen para exigir un alto a la misoginia del ex director de Pemex. Indigna que a una profesional del periodismo la ataquen de esa manera, ¡como interesada en una bolsa de lujo!

Lozoya miente para afectar a quienes alguna vez fueron contendientes de AMLO en la carrera presidencial. Tanto Meade como Anaya han rechazado tajantemente las acusaciones. De hecho, el primero ha dicho de forma clara que él no recibió ningún tipo de soborno y que está localizable. A ver si no le aplican la de Rosario Robles… Anaya, bueno pues lo conocemos, cuando vaya a declarar seguramente llegará encadenado como acto inicial de su segunda campaña. Pero qué necesidad...

En este terrible remedo de Pinocho, la Fiscalía General de la República ha dado por buena —vaya, ha aceptado su autenticidad— la denuncia de hechos de Lozoya contra medio mundo. Ya hay, incluso, una investigación para castigar a quienes la filtraron... Pues no olvidemos que dar a conocer una denuncia de hechos, bajo ciertas circunstancias la invalida; la presentación de “pruebas” (videos) de forma pública, también los deshecha como evidencia. Y antes hubo una primera filtración, del propio fiscal Gertz Manero quien dio a conocer todo.

Por cierto, mentira para tapar otra mentira, ya que esta denuncia “de hechos” es en sí misma una burla cínica al sistema de procuración de justicia. Lozoya fue extraditado de España por ser parte de una trama de corrupción internacional con la empresa brasileña Odebrecht, y ahora resulta que ¡el acusado es quien presenta una denuncia! Una farsa más. ¿O ya se nos olvidó que Lozoya metió los millones de dólares de sobornos en sus propias cuentas y que hasta casas ostentosas recibió como regalos? Pero ahí no termina el descaro. Resulta que se ha convertido además en el nuevo gran amigo del presidente López Obrador... Recordemos que en el cuento original de Pinocho, hay personajes acomodaticios, que velan por su propios intereses, que se hacen pasar por amigos del títere: Gedeón, un gato malvado que, junto con su compañero zorro, el Honrado Juan, secuestran a Pinocho. También Strómboli, el verdadero titiritero de la obra, quien encierra al protagonista en una jaula con el objetivo de venderlo.

Así, todo el mitote del que Lozoya es parte tiene sin lugar a dudas como verdadero titiritero su sed de venganza contra Videgaray, quien en su momento logró que Peña Nieto lo quitara de Pemex. Contra EPN por la misma razón; y versus José Antonio González Anaya por haberlo sucedido e iniciado las primerísimas denuncias al respecto de la administración que heredaba en la paraestatal. Contra Meade, Anaya, Calderón y Salinas porque así le conviene a la narrativa de la 4T. Un consejo: en la ampliación de sus declaraciones deberá meter a Fox, la chachalaca a la que AMLO también le trae ganas. Digo, si Lozoya quiere servir mejor a su nuevo patrón.

Y no, no se niega la posible corrupción del sexenio pasado, como la de ningún otro; tampoco la obligación de investigar y, en su caso, castigar. Pero, por lo pronto, el confeso corrupto y corruptor es Lozoya. El criminal es Lozoya; el que no tiene empacho en mentir impunemente y sin presentar pruebas es Lozoya. Y, a través de las acusaciones sin sustento de Lozoya, López Obrador está creando un verdadero mitote del que más adelante será difícil desentenderse.

Cuando Pinocho se estrene en cines o en Netflix, siempre tendremos la opción de verla o no y en base a ello pagar una cantidad o no desembolsar un solo centavo. En cambio, el espectáculo montado por Lozoya y alentado por la 4T (¿cómo lo justificará Gertz Manero?) está siendo a fuerzas. Es más, el propio jefe del ejecutivo ha demandando que se le dé máxima publicidad, lo que tendrá un costo altísimo para el país. Y AMLO se está equivocando. Demuestra que no le interesa la justicia, ni recuperar lo robado. Tan solo el hacer un espectáculo mediático que terminará por enterrar la ya endeble confianza en la justicia… Y, ¡aguas!, está creando candidaturas presidenciales de oposición viables donde no había posibilidades de que creciera ninguna.