Antonio Vivaldi (1678-1741) estrenó su ópera Motezuma el 14 de noviembre de 1733. Fue un fracaso. Sobre todo, explicable por deficiencias entre los cantantes, la sobriedad de la ópera y por un cambio en el gusto musical de la época. Nunca se volvió a representar. El compositor se mudó a vivir a Austria y al morir su archivo quedó desordenado. Y de hecho, la obra se dio por definitivamente extraviada quedando sólo el libreto, de Girolamo Giusti (basado en Historia de la conquista de México, población y progresos de la América septentrional, conocida con el nombre de Nueva España, de Antonio de Solís y Rivadeneyra; 1684), lo que daría pie a una versión, hoy ya descalificada, que utilizándolo hizo un pastiche con fragmentos de otras óperas de Vivaldi.

Y quedó descalificada esta versión “espuria; sin una sola nota original”, reporta el musicólogo Gabriel Pareyón (“Estreno mundial del Motezuma de Vivaldi”; 15-06-05, Universidad de Helsinki), porque la primigenia fue encontrada casi completa de manera prodigiosa en 2002, en Kiev, por el musicólogo Steffen Voss. En 1999 se dio a conocer que la partitura fue sustraída por las tropas soviéticas, junto con el archivo de varios compositores, de la Academia de Canto de Berlín, donde habría llegado procedente probablemente de Viena (se especula sin certeza que para ponerla a disposición de Carl Heinrich Graun, que estrenó su ópera Montezuma en 1755), ciudad en que había muerto su creador. “Las primeras investigaciones revelaron que el archivo era un tesoro musical que contenía algunas partituras hasta entonces desconocidas de Telemann, Graun, Hasse, Benda y de la familia Bach” (Pareyón).

A manera de concierto, Motezuma, ópera de Vivaldi en tres actos, se ofreció por segunda vez en la historia en la Sala de Conciertos De Doelen de Rotterdam, Holanda, el 11 de junio de 2005. La interpretación estuvo a cargo del ensamble barroco Modo Antiquo bajo la batuta de Federico María Sardelli. Esta representación puede escucharse en youtube.

 

Lo anterior, en cuanto al Motezuma de Antonio Vivaldi, que también se sintió atraído por un tema exótico para los europeos y extranjeros en general. No por nada se han compuesto más de 20 óperas con el tema del antepenúltimo emperador mexica y la “conquista”. No obstante, ha sido un asunto poco atractivo para los compositores mexicanos (existen sí, obras de la dramaturgia, Moctezuma II, de Sergio Magaña, y La noche de Hernán Cortés, de Vicente Leñero, por ejemplo). Hay en México un vacío musical sobre esta historia tan relevante.

Pero aprovechando la ocasión, siempre aparece un pícaro, un pillo, un vivales, una persona “que actúa con picardía y falta de honradez para aprovecharse de una situación y sacar un beneficio en su favor”; (aunque vivales es correcto para el plural y el singular, en México se distorsiona y se usa “vival” para el singular; así lo utilizo en el título de este texto, para hacer juego de palabras con Vivaldi el italiano y el “vival” de México).

Así que después del reestreno de la ópera del célebre autor de Las cuatro estaciones, apareció en México el señor Samuel Máynez Champion y decidió corregirle la plana al compositor italiano porque no estuvo de acuerdo con su visión de Moctezuma. Entonces, se convirtió en autor de la ópera Motecuhzoma II (2009) sin haber escrito una sola nota, pues utiliza la música de Vivaldi y distorsiona una obra original haciendo lo siguiente: 1. Cambia el sentido de la historia en visión de Vivaldi. 2. Cambia el texto. 3. Cambia los personajes; por ejemplo hace aparecer a Pedro de Alvarado y desaparece a Isabel Moctezuma y la sustituye por Malintzin o Malinche, ya se sabe, para algún dueto de amor con Cortés. 4. A la música barroca de Vivaldi la agrede, le añade, le incorpora instrumentación aparentemente prehispánica; así la deforma, la distorsiona; 5. Violenta una obra original.

¿Cómo justificar esta apropiación que aparece formalmente con el crédito de “Ópera de Samuel Máynez Champion”? Pues establece el autor con descaro que se trata de una “refutación histórica en claves mexicanas” a Vivaldi y su visión del emperador mexicano y de Cortés. Esto subraya la página de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México, a cargo de Alfonso Suárez del Real, que patrocina el atrevimiento y la aberración de Máynez con el erario bajo responsabilidad de Claudia Sheinbaum: “una réplica indígena sobre la Conquista, una refutación argumental de personajes y hechos históricos que estará acompañada por la música de Vivaldi… con la yuxtaposición del sonido de instrumentos prehispánicos” (30-09-19). Y esto dice Wikipedia: “una reelaboración en claves mexicanistas de la ópera Motecuhzoma II de Antonio Vivaldi, la cual se estrenó en 2009 con réplicas en 2010 dentro de las plazas públicas de la Delegación Tláhuac y el Cerro de la Estrella en la Ciudad de México. Tocante a esta obra, vale subrayar que es una aportación pionera ya que constituye la primera refutación argumental dentro del melodrama basado en personajes y hechos históricos”.

Cuando se quiere refutar cualquier cosa tiene que ser a partir del ingenio propio, de una obra original no a partir de una usurpación que aproxima al plagio y al fraude. Plagio por la apropiación, y fraude por el engaño de hacer pasar por propio lo ajeno y por lo que significa la utilización de recursos públicos. El señor Máynez puede refutar lo que quiera y adueñarse de La Novena Sinfonía de Beethoven o La traviata de Verdi o cualquier ópera de Wagner tan sólo cambiando sentido, texto, personajes y agregando conchas, teponaztli y pitos prehispánicos, sí, pero en su casa o con sus amigos, no engañando y defraudando vendiendo espejitos al gobierno de la Ciudad de México.

Hace meses escribí un texto e hice una videocolumna proponiendo al gobierno y al Estado Mexicano que, dada la importancia del acontecimiento a celebrarse, recordarse o conmemorarse en 2021 -el V centenario de la caída de México Tenochtitlan y de la fundación de la Ciudad de México sobre sus ruinas- y dada la polémica despertada a raíz de la petición del presidente de México de la solicitud de perdón de parte de la Corona Española por la violencia, destrozos y destrucción causados entre los pueblos originarios, bien valía la pena hacer dos cosas: 1. Revisar todo lo que se hubiera escrito sobre el tema hasta el día de hoy en todos los géneros, música, ópera, danza, teatro, literatura, poesía y ponerlo en escena y/o difundirlo. 2. Convocar a un concurso nacional para la creación de una o varias obras con el tema de la conquista, invención o encuentro de dos mundos. Que todavía hay tiempo para dicha convocatoria. (“Proyecto Malinche 2021”; SDPnoticias, 14-06-19).

En vez de considerar la propuesta, la secretaría de Cultura de la Ciudad de México está comprando espejitos y cuentas de vidrio a cambio de la muy buena plata que está costando esta producción a ser presentada el 7 y 8 de noviembre. Y peor, el director de escena, José Luis Castillo, que en entrevista ha mostrado su desconocimiento (por no llamarle ignorancia) del género operístico, ha dicho que planean llevar esta creación del “vival” de México a Latinoamérica toda y, ¿por qué no?, a Europa, para exhibir esa refutación a partir del disgusto que le causa al señor Máynez la obra original del autor italiano “una revisión de la obra de Vivaldi concebida a partir de una cosmogonía náhuatl”; todo un campeón de la refutación (“Todavía vivimos en el colonialismo: José Luis Cruz”; Notimex, 02-11-19).

Refutación, impugnación tardía a un artista que está ya muerto desde hace casi 300 años. Francamente es absurda la argumentación, aberrante, de engañabobos. Vivaldi tuvo una visión, es una ópera original, histórica, es su obra. No sé si el gobierno italiano esté interesado en averiguar y dar una opinión respecto a esta revisión y distorsión que no se justifica desde ningún punto de vista ético; aunque el plagiario haya utilizado al buen Miguel León Portilla para legitimarse. Se trata de un acto de corrupción artística y moral que acaso debiera de tener consecuencias legales (¿Y la 4T en el arte?).

El personaje en cuestión aparece en Wikipedia como músico y periodista. Poco se habla de obras musicales compuestas por él, pero al ritmo que va bien puede engrosar su catálogo con la música de cualquier compositor y género que elija refutar en todo el arco del tiempo disponible. También escribe en la revista Proceso, y en algunos textos ha “abordado el inagotable tema del plagio en materia musical” y cita sobre el asunto y refiriéndose al español Sebastián de Yradier (supuesto autor de la celebérrima canción “La paloma”): “Más oportunista que compositor, Yradier hizo de la miseria artística su bastión de gloria y su pedestal de sobrevivencia”. Al leerlo, queda la impresión de que Máynez Champion se describe con singular cinismo (“Una doliente fama postmortem”; Proceso, 21-10-19).

P.d. Y para mexicanizar la cosa, si Vivaldi viviera seguro reclamaría al “vival” de México, “¡Refutación, mis güevos, qué!; tú compón tu propia obra, güey, que mucho trabajó me costó a mí”. De inmediato lo demandaría por plagio y alertaría a la institución responsable de no patrocinar con dinero público un fraude, de no dar plata a cambio de espejitos, latones y cuentas de vidrio. Aquí el enlace a mi propuesta de junio pasado: https://www.sdpnoticias.com/columnas/malinche-proyecto-video-2021-c.html