Hay una clara dominación en el sistema económico, basado en que los explotadores pueden hacerse del esfuerzo, el trabajo y la producción intelectual o material de los explotados a cambio de una módica cantidad, una expectativa de nivel o una promesa de crecimiento.

En un momento mexicano en que la esclavitud ha sido abolida -O al menos, no es legal- la exigencia para alcanzar niveles mínimos de bienestar se incrementa de formas cada vez más desiguales para mujeres que para hombres. El acceso de la mujer a la vida académica, universitaria, laboral, social y política ha implicado una doble explotación que necesariamente se refleja en dos espacios de esfuerzo entendidos como algo obligatorio, natural y habitual: el público y el privado.

Hablar de la lucha del género como una lucha de clase implica reconocer que a los hombres se les han impuesto menos cargas que a las mujeres, mismas que se traducen en una mayor capacidad de asumir los retos laborales, empresariales y políticos como una tarea única, carrera que libre de obstáculos, les asegura un largo camino de rápido ascenso, en el que ninguna labor de cuidado como la maternidad se atravesará para interrumpir absolutamente nada.

La lucha feminista implica también identificar la masculinidad como una clase privilegiada, que tiene una acumulación originaria de la riqueza y un punto de partida mucho más avanzado que el de la mujer promedio. Aunque ciertamente, existe un gran número de mujeres nacidas en el privilegio, la realidad es que inclusive su capacidad para heredar y para tener la permanencia del capital en sus arcas es menor. Un gran número de mujeres privilegiadas logran acceder a sus capitales al entablar matrimonios conservadores que en sí mismos, son sinónimos de opresión.

El hombre, en sociedad, guarda una clase distinta. Es por ello que desde el feminismo más radical no se plantea la simplicidad de la “teoría queer “que busca abolir el género para crear una suerte de costales comunes donde todo quepa, sino que se busca abolir la jerarquía de géneros, aquella que coloca a los hombres en superioridad respecto de las mujeres.

JERARQUÍA DE GÉNERO: El fundamento de la opresión machista

La falsa superioridad del hombre, generalizada y normalizada desde lo privado en las violaciones matrimoniales y de noviazgo, en las múltiples violencias ejercidas y normalizadas contra las mujeres, en la opresión simbólica que les dota de libertades autónomas como la sexual o la socia, aquellas ideas preconcebidas que les dotan de no asumir labores de cuidado, de interpretar su acceso al placer y al poder como algo natural y dado, algo por lo que no tienen que esforzarse más allá de demostrar lo básico (virilidad, capacidad y fuerza) e inclusive, la dotación reconocida como natural de una fuerza física o una intelectual, son el fundamento para la opresión de las mujeres dentro de un sistema en el que ellas sí deben demostrar que pueden -lo que sea que estén buscando- , mientras que al enfrentar agresiones, deben demostrar que “no las merecían”, como es que en su “estado natural”, el sistema justificaría cualquier sanción ante un desacato de lo dado.

El asunto no se encuentra en derrocar a los hombres, pero sí está cercano a entender nuestra lucha como una lucha de clase, en la que no se puede mantener el avance mientras aceptemos dentro del contexto del amor romántico algún tipo de opresión. La subyugación que esquemas maternales y familiares le dotan a las mujeres es el más claro ejemplo de la estrategia sistémica para hacer que esta opresión de la clase dominante – hombres – logre superponerse a las tendencias de liberación femenina. Desde la heterosexualidad, nuestra dominación más íntima empieza por la cama y hace eco hasta la política.

¿Encontrar esquemas heterosexuales, de procreación igualitaria y sin opresión será posible? Definitivamente sólo podría serlo una vez que asumamos la lucha y entendamos que el enamoramiento basado en el auto sacrificio y en los cuidados no equitativos, en sí mismo, es el principio del problema. La crianza feminista, los hogares lésbicos y las sociedades de mujeres basados en la alianza sorora es una clave para hacerle frente al mandato patriarcal, ese que da la alianza entre hombres como algo natural.