Es incuestionable el triunfo electoral más grande de la historia. En la fórmula perfecta de MORENA+Andrés Manuel, ambos son imprescindibles. La relación que mantienen entre sí ambos elementos de poder los hacen correlativos de la misma suerte: si a MORENA le va bien, a López Obrador le va bien y viceversa.

Los 30 millones de votos con los que Andrés Manuel se convirtió en el presidente más votado se debieron no sólo al desgaste, malestar y descontento social. Se debió a que cada quien hizo lo que tenía que hacer: Andrés Manuel consolidó a los inconformes y a la izquierda en una opción, los fundadores de MORENA construyeron ideología, los más “rudos” se encargaron de golpear al viejo régimen hasta que pudieron, los “técnicos” construyeron defensas legales, proyectos económicos, corporativos y estructuras para el triunfo. El resultado fue una sinergia exitosa que logró amplia legitimidad.

En el punto más bajo de aprobación popular caracterizado principalmente por la crisis en seguridad, hay uno (o varios) que no están haciendo lo que les corresponde. Después de todo, un sólo hombre no puede hacerlo todo. No hay plenipotencia que lo permita.

En la Cámara de Diputados, el coordinador no coordina la disciplina de sus diputados. En la Cámara de Senadores, el coordinador no coordina los acuerdos para lograr consensos inatacables.

En el partido MORENA, ninguna de las presidentas (ni del Consejo, ni del CEN) cede. Los superdelegados, no delegan. Los apoyos no llegan. Los programas se ejecutan sin programación y una serie de errores más que están llevando al rápido dejaste de las mayorías.

Y es que así como la derecha nunca duerme, el principal asunto es que el malestar se siente entre las clases más populares, que tampoco duermen. Entre la precariedad, la inseguridad y el miedo, existir en la vida cotidiana se ha tornado asunto complejo.

Después de todo, la crítica que nadie ha logrado capitalizar le llega a una minoría que cuenta con el tiempo para revisar los detalles de ley y economía, esos que tienen una base mínima de estudios y conocimiento para entender las dinámicas de mercado, política, gobierno, etc.

El acuerdo logrado entre Yeidckol Polevnsky y Bertha Luján dan cuenta de un primer paso para que el liderazgo de la presidenta del CEN logre el consenso de las bases y que con ello, MORENA haga lo que le toca: construir cuadros de permanencia a largo plazo, blindar narrativas ideológicas, capacitar a los fundadores que lo requieran y construir Proyecto de Gobierno con más método y menos ocurrencia.

 

No desgastar a las mayorías

Escenas como lo visto en la disputa por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos son innecesarias. Un partido mayoritario con las fuerzas del Estado y los espacios de gobierno en su poder, debería tener la capacidad de construir acuerdos y generar consensos.

Después de todo, el acuerdo no es una traición ni tampoco una sucia medida neoliberal. La palabra “acordar” así como la expresión <> viene del latín accordare, compuesto de: El prefijo “ad- /ac- “ y la palabra cord (corazón), del genitivo cordis (de corazón), que tiene la misma raíz en palabras como acreditar, recordar y misericordia.

Según las etimologías, si lo ponemos todo junto el significado sería "unir los corazones”, pero no hay necesidad de ser tan intensos. Con que se unan las voluntades por hacer las cosas bien, con eso basta.

Las mayorías no son eternas ni las circunstancias se mantendrán favorables para la exitosa construcción del Presidente. Andrés Manuel necesita equipo que cuide a las mayorías, su proyecto, el partido que fundó y también, los que cuidarán su legado.

Todo lo anterior depende, por tanto, de no desgastar a las mayorías.