Afirmar que existe un gobierno feminista en el contexto de seguridad que afecta a las mujeres del país, sin duda alguna, es algo arriesgado. La palabra “feminista” no tiene buena reputación últimamente, igual que no la tuvo hace 20, 30 o 40 años, aunque en el fondo promueva la idea radical de reconocer a las mujeres como personas y asegurar que de esa forma, en plenitud, puedan ejercer sus derechos.

El asunto es que por primera vez en la historia, el gobierno de la Ciudad es pueblo y el movimiento urbano del pueblo es acogido en su gobierno.

Lo es principalmente porque la voluntad que ejerce la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, es en favor de todas las víctimas del delito y principalmente, de las mujeres. Lo es aunque vaya tardando en permear a toda la amplísima estructura vertical que compone su gobierno, una voluntad política que avanza a paso firme y constante.

Siguen entre esas filas gubernamentales algunos despistados ejerciendo desprecios a las clases populares y a las mujeres, filtrando desde dispositivos privados los datos más sensibles de víctimas, como lo sucedido a Karen Espíndola con los videos del momento en que llega a su hogar o como el caso de violación en Azcapotzalco que despertó a las guerreras urbanas motivándolas a salir a las calles en protesta contra los elementos policiacos. La Jefa de Gobierno pocas veces puede controlar lo que los miles de trabajadores envían por sus WhatsApp, y sin duda, ejerce un esfuerzo por limpiar la administración pública capitalina de ineficientes y también, por qué no decirlo, de machos.

Tres salidas marcaron sus cambios de estrategia en el Gabinete: la de Pedro Sosa Álvarez del Invi, la de Jesús Otra de la SSC, la de Héctor Villegas de la Consejería Jurídica. Esos movimientos tienen un mensaje en el común denominador, que dice: Por encima de la voluntad de la Jefa de Gobierno, nadie. Hay autoridad, hay gobierno.

El primer año de Gobierno ha sido para Claudia Sheinbaum el tiempo de abrir los sótanos y remover el polvo junto con escombros que le dejaron las pasadas administraciones, que acostumbradas a maquillar cifras y reclasificar carpetas de investigación para modificar la estadística del delito, acumularon verdades escondidas, ignoradas y bastante sucias.

Por ahí estaban las miles de víctimas del delito y las víctimas de la violencia institucional.

Claudia Sheinbaum, con las espaldas muy bien cuidadas por la eficiente y sabia Secretaria de Gobierno, Rosa Icela Rodríguez, ha desempolvado uno por uno los cadáveres que el gobierno mancerista les dejó.

En un acto de responsabilidad política y visión de estadista, sin precedentes, Claudia Sheinbaum ha optado por quitarle todo el barniz a las puertas recién pintadas y desentrañar sus múltiples fisuras. Analizarlas. Sanarlas. En vez de ignorar los problemas, Sheinbaum los ha afrontado en primera persona uno a uno, hasta resolverlos. Cuando estalló la crisis de gobernabilidad por -la muy justificada- ira feminista, la Jefa de Gobierno se detuvo. Escuchó. Diseccionó. Encontró el problema de raíz. Erró, lo reconoció, se disculpó. Señaló a los hipócritas que quisieron capitalizar el movimiento en su contra y los echó del tema. Convocó a mesas de trabajo abiertas, en las que pudieron sentarse tanto las feministas rubias del privilegio liberal hasta las feministas radicales que como único privilegio han tenido la valentía para repeler agresiones mediante el uso de la autodefensa reactiva.

Después de semanas escuchando activistas, abogadas, defensoras y víctimas, Sheinbaum logró un catálogo de acciones en protección de las mujeres bastante amplio, cuya eficacia podrá ser medida pasados meses de su entrada en vigor: campañas, Ley Olimpia, Fiscalías, policías mujeres en vagones verificando respeto a los espacios seguros, iluminación y un largo etcétera. ¿Pendientes? Claro que los hay. Voluntad política inigualable, también.

Después de la seguridad, la Jefa de Gobierno durante el primer año afrontó los retos en materia de tecnología. Comportándose a la altura de las circunstancias con un equipo de bastante respeto como José Merino, dio el paso a la innovación asegurando internet gratuito en gran parte del territorio capitalino, que se traduce en acceso a la información. Avanzó en proteger y vincular los datos personales con el registro de IMEI en Locatel y también, dio un paso con aplicaciones digitales para los taxistas.

Rompió la perspectiva punitiva y comenzó con una política de construcción de paz que tendrá largo trayecto pero soluciones efectivas.

El Gobierno de la Ciudad se está despatriarcalizando. Ahora, los problemas se analiza, afrontan, estudian y se toman decisiones con método y reflexión. Anteriormente, la negación era la regla y la más cínica sordera era el pan de cada día.

En cuanto a justicia, Claudia Sheinbaum se atrevió a desempolvar las carpetas de investigación mal clasificadas por años para maquillar cifras, y entonces, ordenarlas y nombrar a los delitos como lo que fueron: feminicidio al homicidio, asesinato al suicidio, homicidio a la desaparición y un sin fin de triquiñuelas más de la pasada administración. Sheinbaum dio el primer paso para lograr justicia: investigar los hechos como lo que son y nombrar a las víctimas.

Se atrevió a revisar los casos de las mujeres, indígenas y pobres que estuvieron presos por no tener acceso a una buena defensa y los liberó.

La Jefa de Gobierno, en un esfuerzo histórico también, derribó todas las puertas de inaccesibilidad y ahora, el Palacio de Gobierno se llena cada mañana del pueblo y la señora de la Ciudad es quien se sienta desde las 6 o 7 a escuchar. Recibe por igual a ex presidentes latinoamericanos que a señoras pidiendo ayuda para tener un acta de nacimiento. La Jefa de Gobierno eliminó ese requisito clasista no-escrito que tan sólo le daba acceso a esas oficinas a los empresarios o a los poderosos. Aún así, no abandonó los esfuerzos por el turismo y la economía, así como por hacer que la Ciudad siga guardando la oferta cultural más amplia y diversa.

Con la misma sencillez con la que cruza el Zócalo para visitar al presidente, se para a escuchar en la calle. Se ha sentado con comerciantes para lograr que la Ciudad continúe siendo la capital de los negocios mexicanos al mismo tiempo que presiona a su gabinete de seguridad para hacer que los espacios sean seguros. En el primer año de Gobierno, Claudia Sheinbaum le invirtió al diagnóstico y a la estrategia, a patrullas inteligentes con cámaras y reconocimiento facial, a capacitar a los equipos de contacto directo con la gente, a colocar módulos de abogadas en todas y cada una de las antes olvidadas Agencias del Ministerio Público.

Ante la adversidad, el balance del primer año muestra a una Jefa de Gobierno concentrada en rodearse del equipo más capacitado pero también, más humanista y respetuoso de la dignidad. Para la Jefa de Gobierno no sólo es importante lo que una persona sabe hacer, sino el humanismo con el que vive y los principios en los que cree. Ella encabeza mucho más que una Ciudad, encabeza la liberación y el mando de millones de mujeres, de miles de esperanzas sobre la política progresista de la izquierda que hoy se reclama. Sheinbaum encabeza la lucha de todas por lograr hacer de México un país menos hostil para ser mujer y este primer año se consolida como la punta de lanza de una manera inédita de gobernar y de hacer política, una responsable, valiente, firme y consciente; digna de alguien que puede aspirar plenamente a ser llamada algún día “Presidenta”.