Este 25 de marzo, los líderes europeos se dan cita en Roma para celebrar los 60 años que dieron origen al proceso de unificación del continente europeo. La Unión Europea se enfrenta a nuevos retos y a una cuestionada globalización: ¿Los actuales cambios en la Unión revelan una crisis de los sesentas o una enfermedad terminal?

La unificación europea se ha hecho por etapas; por sacudidas en zigzag, con progresos y tropiezos con los que han logrado construir la más vasta y próspera democracia de conjunto, y ser el mercado más grande del mundo.

A sus sesenta años, presenta algunos “achaques” y se le ha puesto en tela de juicio, a veces con particular virulencia en algunos países miembros - empezando por Francia en donde se le percibe o se le confunde con la globalización. Existen además divisiones entre el Norte y el Sur de Europa sobre la austeridad económica, hay una fractura entre los países de Oriente y Occidente sobre la migración y el Reino Unido decidió abandonarla. Parecería que con la edad, Europa se ha vuelto menos atractiva y no se puede evitar la incómoda pregunta: ¿qué hacer cuando se tienen 60 años?

La misma pregunta ha sido lanzada por la Comisión Europea a través de un llamado “libro en blanco”, en el que proponen 5 casos hipotéticos para un nuevo comienzo del proyecto de Jean Monnet y Robert Schuman.

Cansada de que los socios europeícen los fracasos y hagan suyos los éxitos, Bruselas optó por este formato a fin de reflexionar sobre la UE posbrexit. Las opciones del llamado “libro en blanco” a grandes rasgos son:

Aplicar la agenda actual, con pasos adelante en los asuntos de defensa y seguridad. Con lo que el Ejecutivo comunitario, Jean Claude Juncker, afirma que se “acabará con el reflejo de regularlo todo”.

Un mercado único. Preservando las cuatro grandes libertades y convirtiendo el mercado común en la única razón de ser de la UE. Con esto se atendería la demanda de algunos gobiernos europeos que desean limitar la intervención de la Comisión Europea.

Distintas velocidades. La UE posbrexit, seguiría funcionando como hasta ahora, pero se incentivarían las múltiples velocidades en las agendas propias de cada país, con lo que se evitaría que los vetos impidan avanzar a quienes deseen hacerlo. Esta opción —apoyada por Alemania y Francia— permitiría avanzar a ciertos países en algunos temas, pero admiten que tal vía podría generar problemas de legitimidad democrática.

La cuarta opción es que la UE se centre en las áreas en las que pueda ser más fuerte y abandone las que generan divisiones.

Por último, proponen una mayor armonización fiscal, social y financiera, con la posibilidad de poner en marcha estímulos contra los shocks económicos. 

Los líderes de la UE tendrán la última palabra en la cumbre que celebrarán el próximo diciembre. Es decir, el libro dejará de ser blanco una vez que las dos grandes potencias europeas –Francia y Alemania- y particularmente Francia, haya elegido a su próximo presidente, ya que de llegar a la presidencia de Francia el partido de ultraderecha, es muy probable que Francia abondone la UE y entonces sí, esto quizás llevaría a una enfermedad terminal a la aún muy fuerte Europa, que hoy representa el gran contra peso democrático en la política mundial.

Entre tanto y dentro de su interesante ejercicio de reflexión, Europa no puede dejar de pasar por alto el fundamento central de su unificación, que fue el sostener su siempre tan amenazada paz; promover y respetar los derechos humanos y no repetir su historia del 45 que, aunque aún reciente, parece haber una generación que ha olvidado el costo de una Europa desunida e inundada de populismo.

Europa ha demostrado siempre una resistencia formidable, seguramente desepués de su festejo y de haber pasado su proceso de introspección, continuará siendo la vieja Europa de las nuevas ideas.

El autor es abogado egresado de la UANL y posgraduado de la Universidad de París I-Sorbonne.

Lo escrito es responsabilidad del autor

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