Yo no dedico todos mis días y mis noches a escribir sobre un mismo tema en Twitter. ¡Qué flojera! Ya sé que muchos sí lo hacen porque les pagan. Y otros porque son obsesivos, o simplemente por perder el tiempo. O porque incuban en sus entrañas alma de bots.

Yo por mi parte, consagro mi tiempo a leer, escribir artículos, burlarme de los demás (incluyendo AMLO) y a ver películas. Ayer domingo, por ejemplo, vi el estreno del director Alejandro Amenábar, titulado “Mientras dure la guerra”. Aborda la última etapa de la vida del intelectual Miguel de Unamuno en Salamanca y su decisión de no adherirse a ningún bando en los albores de la Guerra Civil Española: ni Republicano ni Nacional. O sea, ni liberal ni conservador. Ni rojo ni blanco. Unamuno fue un solitario, un lobo estepario. Lo cual no significa que fuera un neutro o un pusilánime. Uno de sus libros se titula precisamente Contra esto y aquello.

Al final de la película (suelto el spoiler porque la historia de España está ahí, en cualquier libro sobre la Guerra Civil), Unamuno se verá obligado a tomar partido. Y lo hace por sí mismo. Que es lo mismo a decir que lo hace por sus convicciones. Con esta voluntad de ser independiente, Unamuno suelta la lengua y pone en su lugar a todo el mundo, incluyendo a un par de amigos suyos que finalmente son asesinados por tropas franquistas. Esto termina por enfurecer a don Miguel y lo induce a decirle a los militares una frase que se volvió célebre: “venceréis pero no convenceréis”.

Por obvias razones, don Miguel de Unamuno no conoció Twitter (murió en 1936). Sin embargo, su personalidad afilada como cuchillo hubiera encontrado en esa red social una buena atalaya donde soltar sus dicterios. Don Miguel aderezaba sus discusiones con palabras altisonantes y luego tenía la sana costumbre de invitar a sus adversarios ideológicos (que por cierto también eran sus amigos entrañables), a tomar café. Ahora, las polémicas públicas en Twitter, son a muerte (es decir, a muerte virtual porque bloqueas a tu enemigo y punto), lo que imposibilita irte a tomar un café con ellos, después de discutirles agresivamente.

Si en España, los debates ideológicos hubieran sido tan civilizados como los quería Miguel de Unamuno, los españoles se hubieran ahorrado la Guerra Civil con sus miles de muertes violentas. Pero en mitad de estas polémicas dialécticas, irrumpieron unos matones uniformados cuyo único lema era “¡Muera la inteligencia!” y en vez discutir, le pegaron un tiro a quienes no pensaban igual que ellos. O simplemente, a quienes pensaran a secas.

Se vale que nos mentemos la madre en Twitter, todos contra todos. Lo que no se vale es que nos polaricemos tanto y nos dividamos hasta límites tan peligrosos, que no tengamos reversa ni para tomarnos juntos el café del desagravio y despertemos las mismas ansias de matar de aquellos militares de la Guerra Civil Española. Entonces sí una bola de asesinos de la inteligencia se quedarán en el poder a sangre y fuego. Los discursos iracundos no conducen más que a la guerra sin cuartel. Y el rencor es una pistola cargada de muerte.