El crimen organizado está furioso porque el INE rechazó sus donativos para el partido del expresidente Felipe Calderón (que consideraban su inversión más importante para restablecer su asociación con el gobierno federal).

Nada debe ser más desagradable para un hampón que tener que impugnar una decisión frente un Instituto Electoral, cuando las cosas se pueden resolver de manera más práctica y veloz, con unas buenas ráfagas de “cuerno de chivo”.

Eso de “impugnar” es cosa de gente convencional, timorata, que obedece reglas cual borregos amaestrados, y no de hombres de verdad, tatuados, rapados y violentos, que optaron por la vida peligrosa para tener un montón de lana y el camino libre hacia todo tipo de excesos. Eso de “impugnar” es cosa de abogados, contadores y gente así, no de machos temibles, libres y salvajes.

La situación económica está dura para todos (asaltantes y asaltados) y los delincuentes han tenido que matar casi gratis, sin llevarse mucho a cambio, como en 2019, con las masacres de Minatitlán y Coatzacoalcos, Veracruz, que fueron más que nada “de promoción” (para dejar mal parado al recién y primer gobierno de izquierda en México), como los artistas que no cobran presentaciones, con tal de llamar la atención. En esas masacres quizás se llevaron algunos celulares, bolsos y carteras; nada realmente significativo, como en los viejos tiempos.

Ya no hay respeto para el delincuente. Lo mismo le dan pamba al humilde asaltante de una Combi, que mandan a traer al acaudalado Emilio Lozoya de España. ¡Ya nomás falta que juzguen y encarcelen a un expresidente! ¡Hágame usted el canijo favor!

El coronavirus vino a empeorar las cosas. Para empezar, con el cubrebocas, la romántica pinta del hampón anónimo con pasamontañas o paliacate cubriéndole el rostro, pierde su eficacia amenazadora, ya que todo mundo parece talibán.

Luego, la gente no sale. ¿Acaso pretenden que se les asalte por Zoom? Robar casas ya no reditúa, porque siempre hay alguien dentro de los domicilios (y no se quieren salir, para robar a gusto).

Si disminuyen los delitos, los delincuentes van a tener que hacer lo mismo que hacen muchas personas que perdieron sus chambas o disminuyeron sus ingresos: dar clases. Cobrar por enseñar en línea cómo se corta la cocaína, cómo ser “halcón” espía, prestidigitación de tarjetas en cajeros automáticos, etc.

En un país machista como el nuestro, los torvos maleantes deben sentirse humillados de que las feministas radicales cometan más actos vandálicos que ellos, quienes, en vez de estar cortando cabezas para que aprendan a respetar, tienen que financiar a Felipe Calderón y luego “impugnar” los fallos del INE, actividades que no requieren la sangre fría de otros delitos.

Pero en fin, Calderón es “banda” y además de socio es un excelente cliente del narco, pues además de alcohol debe meterse chingadera y media en la cabeza, al grado de que ya tiene delirio de persecución y sueña con que lo persigue el Estado (y a la mejor los Ovnis). Hay que apoyarlo para que mejore la chamba.

Esta maldita pandemia está volviendo civilizados a los criminales que antaño se fumaban las cenizas de sus víctimas con cannabis. No tardará el día que tengan que usar corbata y portafolio. Es comprensible que la delincuencia pegue el grito en el cielo.