Al entrar el presente mes de octubre, inmediatamente en la Ciudad de México hubo dos acontecimientos releventes, mismos que acapararon la atención de todos los medios de comunicación. Uno, el pasado lunes, día primero, en un ambiente festivo fue la toma de protesta de los 16 alcaldes ante el Congreso Local, quienes resultaron electos en el proceso democrático recién concluido en esta Ciudad. Acto con el que arrancan oficialmente su periodo administrativo por tres años. Dos, al día siguiente, es decir, el dos de octubre, fecha ominosa que, como dice la arenga de protesta, “dos de octubre no se olvida”, vino la conmemoración de la matanza del sesenta y ocho en Tlatelolco, ceremonia de duelo y luto por los estudiantes caídos, a manos de un gobierno represor, intolerante y autoritario.

Hechos que el devenir histórico, hoy, en esta primera semana de octubre, los hizo converger en el tiempo, aunque en espacios y ceremonias distintas. Pero  que aparte de la simple coincidencia, se habrá de apreciar que existe una directa o indirecta conexidad entre ambos hechos. En efecto, el sesenta y ocho que habrá de interpretarse como el acontecimiento mas visible, que marca el inicio del punto de quiebre de un sistema político, o el punto de partida de lo que habría de ser un cambio paulatino en la vida democrática de este país, y en particular de la Ciudad de México, antes Distrito Federal.   

Para la izquierda, el movimiento del “68” es la fecha abominable en que el gobierno exhibe su rostro represor. Es un acontecimiento en que deja muy marcado su estilo de gobierno mediante una línea dura y autoritaria, misma que provocó una crisis en la relación sociedad-gobierno. Fue un acontecimiento que exacerbó la polarización de fuerzas históricas antagónicas. Fue un hecho sangriento, cruel y criminal, que en retrospectiva se convirtió en algo repudiable, pero que también sirvió como bandera de lucha permanente para mirar con claridad hacia delante en aras de lograr una verdadera democracia y el respeto al voto.

En esta semana, cuando han entrado en funcionamiento las nuevas alcaldías como primeras instancias de gobierno en la Ciudad de México, lo menos que podría reconocerse, que un tanto o un mucho, son logros democráticos de una ardua batalla, que se ha dado en el tiempo, a través de varias  décadas, y que de alguna forma su origen se puede ubicar en esa calamitosa tarde del dos de octubre del 68. Movimiento que primero consistía en la exigencia de un pliego petitorio estudiantil, y que luego, al ocurrir la criminalidad del Estado, se transforma en referente necesario de la izquierda mexicana que proyecta una directriz tendente a cambiar el régimen represor que agravió a la sociedad al haberle matado a decenas de jóvenes estudiantes.

Hoy, por fin, cuando la izquierda, heredera de diversas causas sociales, y abrevante indiscutible del movimiento del 68, ha derrotado por la vía democrática a ese viejo régimen de gobierno represor, implícita y expresamente, sucede lo que jamás había ocurrido: que oficialmente, es decir, en ceremonia realizada por  Estado se reconoce a ese movimiento estudiantil del 68. Una ceremonia realizada el pasado dos de octubre, en el Zócalo de la Ciudad de México, encabezada por los tres poderes federales (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), en la que se iza la bandera a media asta en señal de duelo y luto.

Con esto, es una evidencia inequívoca que el 68 es un movimiento de lucha que ha registrado la historia, porque también, oficialmente, quedo inscrito con letras de oro en el Congreso de la Unión. Por estas razones, esta semana fue de contrastes, ya que por un lado la fiesta de los alcaldes que asumen el poder en sus respectivas demarcaciones territoriales en que está dividida la Capital del País, y por el otro la conmemoración del 68, acontecimientos que medularmente tienen su conexidad innegable. Lo veremos.   

Pálida tinta: A propósito de reconocimientos, llama la atención que el priista, Roberto Madrazo Pintado, a doce años de distancia, reconoció que Andrés Manuel López Obrador, ganó la elección presidencial del año de 2006. No sé si lo haga por ser su paisano o por simple oportunismo político, pero lástima que lo hace tan tardíamente, creo que el rumbo de este país seguro que hubiera sido otro, quizá sin tantos miles asesinados por la inseguridad pública y posiblemente con mucho menores grados de corrupción.