Qué lejos quedaron aquellos días aciagos de 2006, cuando una tarde lluviosa, con nubarrones muy negros los miles de seguidores de Andrés Manuel López Obrador abarrotaron las calles aledañas al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, ello para ejercer presión y exigirle que no se cometiera un nuevo fraude electoral, porque se tenía la certeza que el tabasqueño le había ganado a Felipe Calderón la elección presidencial.
Sin embargo, en los rostros de los manifestantes permeaba la incertidumbre, el desazon y la desconfianza, ya que, aun cuando ante ese órgano jurisdiccional estaba bajo proceso la calificación de dicha elección presidencial de aquel entonces, lo cierto era que se percibía que con la resolución que llegase a emitirse se consumaría el fraude elctoral y el robo de una elección que tanto se temía. Claro, también se sabía que con ese acto significaría la última palabra, la palabra inapelable y punto, y se tendría que darle la vuelta a la página, con la frustración a cuestas, tal como sucedió.
Ahora fue diferente, es decir, la semana pasada, cuando parte de esos mismos seguidores, bajo un sol radiante volvieron acudir al sitio referido, o mejor dicho, a las afueras del citado Tribunal Electoral. No para manifestarse o para protestar inconformidades, sino para ser testigos del momento culminante en que este órgano electoral calificó como válida la reciente elección presidencial, y consecuentemente le hizo entrega de la constancia de mayoría a López Obrador. Acto solemne en el cual fue declarado presidente electo.
Pero tampoco se puede desdeñar que para llegar a la cúspide de esa victoria, que a la postre se materializó con la mencionada constancia de mayoría, entregada protocolariamente al Licenciado López Obrador, quien para escalar a ese nivel, colmado de un momento emocional contagiante y sin precedente, desde luego que antes tuvo que sortear infinidad de visicitudes, de obstáculos increíbles o de todo tipo de resistencias que por más de una década se le atravesaban en su camino, incluyendo el infausto desafuero, con la intención de impedirle a toda costa que continuara su marcha rumbo al objetivo de convertirse en Presidente de la República.
Fue una constancia de mayoría que recibió como reflejo y respuesta a sus esfuerzos, a sus inquebrantables principios políticos ampliamente demostrados, a su convicción ideológica irrompible y a su dedicación tenaz y constante, en la que fuimos testigos que por muchos años invirtió la totalidad de su tiempo y gran parte de su vida. Un documento magno en el que quedó plasmado todo ese esfuerzo sin igual, y que a López Obrador le permitió llegar a la meta que se propuso.
Una meta que solo pueden cruzar las personas virtuosas y excepcionales. Alguien que hace un verdadero hábito para imponerse ante las adversidades y los obstáculos por complicados o difíciles que éstos sean. Tal pareciera que, para personajes como él, no existe el vocablo denominado derrota, y por el contrario, demostró que su mente siempre se encuentra predispuesta a vencer, pero en buena lid, a sus oponentes. Por eso es que la constancia de mayoría presidencial que le entregaron como acto final de este proceso electoral, condensa a cabalidad la dedicación a la política, como una forma de proponerse servir a los demás. Lo veremos.
Pálida tinta: Cuando apresaron a la maestra Elba Esther Gordillo, aquí en esta columna señalamos que no saldría de su celda hasta que terminara el sexenio del Presidente Enrique Peña Nieto, y tal parece que así ha sucedido. Curiosamente en días pasados los jueces se apresuraron en los procesos penales y le dictaron su libertad, dizque, por falta de elementos en las diversas imputaciones que se le hacían. ¡Qué casualidad!....................En el PRD no aprenden, se disputaron fraticidamente entre los senadores Juan Zepeda y Miguel Angel Mancera, el liderazgo de una mini fracción de seis senadores, cuando más temprano que tarde seguro que esa fracción estará destinada a desaparecer, porque algunos esos legisladores emigraran a otros grupos parlamentaros…¿La austeridad? Es algo que no preocupa a la gran mayoría de las clases populares mexicanas. Más bien estarán preocupados quienes han vivido en la opulencia a cargo del erario público.