El que cree que cuesta caro un profesional, no sabe lo caro que cuesta un incompetente.

Anónimo

 

Cambiar perro por gato, nunca sale barato.

Refrán popular

 

 

Había una vez una burocracia dorada; nadie ganaba los 700 mil pesos que en algún momento dijo el presidente López Obrador percibían, pero sí unos casos con sueldos y prestaciones de escándalo. Se trataba de un porcentaje relativamente pequeño, comparado con la totalidad de los integrantes de la burocracia federal o, para el caso, del presupuesto anual de la Federación.

Algo también había de razón cuando se decretó: “desaparezcamos a los funcionarios públicos que roban, que no trabajan, que cobran pero no saben hacer las cosas. Vaya, a quienes no tienen la capacidad ni la honestidad ni los conocimientos suficientes para realizar las tareas encargadas. Esa burocracia que entró sólo por ser amigo, compadre, ahijado del jefe en turno; aquellos quienes no tienen idea de la diferencia entre ser burócrata y servidor público.”

 

Desdén por todos

Sin embargo, mediando el esquema de servicio público de carrera o no (eso ya da igual), mandos altos, medios y bajos han sido fulminados, despedidos y sobajados de mala (e incluso ilegal) forma ante la marea “morena” que requiere lugares para sus huestes. Nada que no hayamos escuchado antes de otras historias para acomodar a nuevos equipos, dirán ustedes.

La diferencia estriba en el grado impacto y virulencia que se ha dado en esta ocasión en todos las dependencias, ámbitos y niveles de la administración pública federal. Ejemplos hay muchos; un par de los más conocidos para refrescar la memoria: (1) en el CONACYT, donde hay gente que solo ha terminado la secundaria ocupando direcciones de alta responsabilidad y que requieren de conocimiento científico especializado. O (2) aquel “joven de ayudantía” que quiso entrar al órgano de dirección de la CRE y ahora insisten en colocarlo como consejero de Pemex. ¿Conocimientos? ¡Ninguno!

 

Arrasar parejo

Ciertamente ya ha quedado claro que tanto movimiento no se trató de una cuestión de ideología; en muchos casos la 4T se ha deshecho de servidores públicos que votaron por Morena y apoyan (o apoyaron a AMLO). Esto es, ya sabíamos de tiempo atrás de la actitud de la 4T de arrasar con lo más posible de las administraciones pasadas.

La cuestión que aquí sugiero es que ya vendría siendo momento —dado que el 1 de septiembre el ejecutivo federal rinde su primer informe de labores— de evaluar metódica y objetivamente las consecuencias de esta rotación de servidores públicos. Y, naturalmente, no me refiero únicamente a la cabeza de la administración pública...

 

Pauperización del servicio público

Me atrevería a decir que la administración de Andrés Manuel comienza a sufrir los estragos de una rotación alta, de malos sueldos, junto con largas jornadas de trabajo y altos niveles de responsabilidad; sintetizado el resultado: estamos frente al efecto de una ignorancia supina.

Así, no comienzan a ser extraños múltiples recuentos de trámites que se inician semanas antes con un servidor en particular y, a la vuelta para conocer los resultados, uno se encuentre a un nuevo burócrata que no tiene idea de lo que se habla (ni de quién es el interlocutor).

Y funcionarios, empresarios, personajes del exterior ya comienzan a hablar. A modo de ilustración, en distintas dependencias que, por su función, tienen relación con extranjeros, hacen notar que en puestos de mediano calibre hay funcionarios que no saben si quiera de la existencia de ciertos países europeos o asiáticos, cuando es con ellos con quienes deberíamos tender puentes en busca de nuevos mercados.

¡Qué se puede esperar si se cerraron las oficinas comerciales en China, Canadá, Bélgica y Japón! ¿Nadie alcanza a ver el tamaño de estupidez que es cerrar al menos esas cuatro oficinas de forma específica?

 

La burocracia burlada o ¿una burla de burocracia?

Despedir a diestra y siniestra a personal que sabe cómo funciona la administración federal bajo el argumento de ahorrar unos cuantos pesos ha hecho muy pesada la curva de aprendizaje y ha escalado problemas de manera exponencial.

El contratar a personas que aceptan cualquier trabajo (aunque no estén preparadas para desempeñarse en el mismo), tiene un costo altísimo en la cantidad de errores que pueden llegar a cometer. Lo mismo sucede con los funcionarios públicos que han sido despedidos (injustificadamente, claro está); se han llevado el conocimiento especializado de su área.

Lo más valioso de un país es su gente, más aquellos que están preparados y trabajan por el país más allá de colores. La gente que hace que un país crezca y se desarrolle de forma correcta, justa y equitativa. Y algo está haciendo mal el presidente López Obrador, donde miles de trabajadores de la administración federal han perdido su puesto.