Hasta donde yo me acuerdo, el término “Ciudades Bicicleteras” era usado en forma peyorativa... Igual que cuando se decía jocosamente que tal o cual ciudad era una “Ciudad de Primera, porque apenas metías segunda salías de ella”...

Y es que por muchos años el uso del automóvil fue considerado referente del nivel de desarrollo de un país, una ciudad, un barrio e incluso una familia.

“Wow”; en esa casa hay ¡CUATRO! Automóviles... ¡¿Te imaginas?! ¡CUATRO!

En contraste, caminar era considerado una actividad cotidiana más bien menor... nada como para presumir... No era más que “andar a pata”... O en tu “Dodge”; “Tu Dodge (dos) patas”...

Pero los tiempos han cambiado, y las ciudades y la naturaleza nos están pasando una muy pesada factura por los errores cometidos cuando se jugaba al adivino para pretender entender y planear el futuro de las ciudades.

Desbaratamos nuestras calles y avenidas para dar paso a “modernos Ejes Viales”, dejamos crecer en forma anárquica las manchas urbanas y nos olvidamos de generar sistemas de transporte público adecuados.

Apostamos por modelos de ciudad que no solo eran totalmente ajenos a nuestro ADN, sino que carecían de viabilidad en horizontes de mediano y largo plazos.

Apostamos en contra de la lógica sin entender que era cuestión de tiempo ver saturadas las arterias y que esto inevitablemente, y más allá de la metáfora, nos conduciría a un infarto social, urbano y ambiental.

Contrastan las imágenes de las ciudades mexicanas con las de los países europeos que han apostado por la peatonalización de sus ciudades y el uso intensivo de sistemas de transporte público y/o alternativo.

Es evidente que México no es Holanda, Francia, España o Dinamarca.... Y que no lo es por cosas buenas y malas que van mucho más allá del puro inventario de bicicletas y de infraestructura para ellas, de los corazones urbanos cerrados al automóvil y de los amplios y modernos sistemas de transporte público.

Y es evidente también que muchos de los especialistas que tenemos en México para temas de planeación y economía urbana, y movilidad, que reconocen las buenas prácticas que a ese respecto caracterizan a los países tomados como ejemplo, entienden esas prácticas solo como referencia, y no como la fotografía de lo que tendríamos que hacer en las ciudades mexicanas.

Lo que es evidente es que esas ciudades tan admiradas no siempre fueron así, y que en algún momento tuvieron que dar los primeros pasos para cambiar paradigmas y avanzar a nuevas formas de entender cómo enfrentar los retos de los procesos urbanos.

La primera conclusión tendría que ser que es urgente cambiar nuestros modelos urbanos, dando prioridad a la definición de una Política Nacional de Ordenamiento Territorial y Desarrollo Urbano, en plena sintonía con los procesos de cada ciudad:

Esto tendría que dar como resultado una nueva forma de entender la ubicación de los activos inmobiliarios –sobre todo de las viviendas-, inversiones en transporte público e infraestructura para la movilidad alternativa y un amplio, muy amplio catálogo de acciones encaminadas a proteger el medio ambiente.

Claro que habría que empezar por definir conceptos básicos, como el hecho de ajustar densidades y usos de suelo, privilegiando los usos mixtos en plantas bajas activas, en barrios cuya revitalización se dé bajo la base de limitar la circulación de automóviles, peatonalizar tanto como se pueda y sí, fomentar tanto como sea posible el uso de la bicicleta.

Habría que entender que en todo esto mucho tiene que decir el tamaño de cada ciudad.

Por eso no se puede comparar una pequeña ciudad holandesa de 50,000 habitantes (o una capital de 300,000), con zonas metropolitanas tan extensas como Guadalajara, Monterrey o la Ciudad de México, en que la apuesta tendría que ser por una policentralidad, en que cada uno de los muchos “centros” sí pueda ser caminable, en usos mixtos y abierto a la bicicleta.

También hay que entender que la transformación urbana tiene como punto de partida lo que ya existe...

Ni modo... Es lo que hay, tenemos que construir la excelencia a partir del desmadre urbano generado por décadas de descuido en la conducción de la transformación urbana.

Hoy tendríamos que aspirar a que nuestras ciudades fueran “Ciudades Bicicleteras”, en que la cotidianidad se viva y genere a pata.

-Ciudades en que cada vez se vean menos automóviles-

Tenemos que aspirar a que la peatonalización alimente nuevos modelos de comercio barrial y nuevas dinámicas de convivencia social.

Ciudades bicicleteras y peatonales que sean más vivibles y más competitivas... Pero menos contaminadas y violentas...

Habría que empezar por pedir Proyectos de Ciudad, políticas públicas, regulación e inversiones en ese sentido.

Porque las ciudades que hoy son referente de excelencia no lo fueron así siempre. Hoy, si queremos que ellas sean nuestro modelo a seguir, debemos tener muy claro que esa excelencia no es fruto de la casualidad, sino resultado directo y contundente de procesos integralmente planeados.

¿Andar a pata? ¡Claro! Y no es tema menor; se trata de construir las ciudades que puedan llevarnos a ese futuro que queremos.

Horacio Urbano es presidente fundador de Centro Urbano, think tank especializado en temas inmobiliarios y urbanos

Correo electrónico: hurbano@centrourbano.com

Twitter: @horacio_urbano