Muy curiosa la carta de los intelectuales aludiendo el riesgo de concentración de poder en el presidente: ejercer las facultades que le confiere el poder ejecutivo y procesar las leyes con una mayoría en el congreso (lograda a su juicio de manera indebida)

Curiosa por tres consideraciones:

1. ¿Y qué querían? Si tiene o ha podido orquestar una mayoría, debe usarla como lo hizo Peña Nieto (pactando sus reformas); y no como no pudieron hacerlo los anteriores presidentes hasta Zedillo.

2. ¿Cuáles leyes en concreto no les gustan y por qué? Es curioso que se quejen de un hecho y no lo justifiquen. Se han desarticulado comisiones y consejos, fideicomisos e infinidad de instituciones que suplían al gobierno o simulaban hacerlo, bastante costosas e ineficaces, no todas, desde luego. Todo esto es bastante opinable y se puede argumentar en favor o en contra, pero las leyes aprobadas por el congreso mayoritariamente morenista están mal. ¿Cuáles y por qué?

3. ¿Preferible que se reúnan todos los que no son de Morena para ganarle a Morena? ¿Así, nada más? ¿Y luego? ¿Qué van a hacer? ¿Qué proponen? La pluralidad por la pluralidad no dice ni ofrece nada concreto.

Es importante que el próximo año la sociedad se manifieste y retire o refrende el control del congreso al partido del presidente; será una forma de calificar su desempeño. Lo triste es que no se ve una fuerza política sustituta que represente una opción real que negocie y equilibre el ejercicio del poder en el país. Juntar a toda la oposición para ganarle a Morena es pretender que los partidos de siempre hagan lo que nunca han hecho. Es pedirle peras al olmo.

Es una especie de capricho: “no nos gustan ustedes ni lo que hacen ni lo que dicen, no los queremos, váyanse, nosotros sabemos lo que hay que hacer, aunque lo hayamos demostrado en pocas ocasiones”. No es así el juego: en un sistema que aspira a ser democrático el que gana, gana.