Desde el estandarte con la Virgen de Guadalupe que usó el Cura Hidalgo hasta la de hoy en día, nuestra bandera ha visto no pocos cambios, pero uno en especial pudo ser el más radical, y fue al término del fugaz Primer Imperio, el de Agustín de Iturbide cuando el Congreso (mismo que había coronado a Don Agustín I) que lo había depuesto y creía ver la sombra del Emperador por todos lados no parecía conformarse con quitar la Corona al águila de su escudo y el diputado Servando y Teresa de Mier presidio una comisión para discutir e implementar los cambios que debían hacerse al primer emblema nacional republicano, así pues, en la sesión del 12 de Abril de 1823, y por iniciativa del Doctor Fray Teresa de Mier, se propuso una bandera dividida en 16 cuadros azules y blancos, con el águila y el nopal al centro, algunos miembros de la cámara argumentaron en contra al asegurar que el cambiar los colores de la bandera daría la oportunidad a los enemigos del Gobierno de vociferar que se pretendía el destruir lo que ésta simbolizaba, o sea independencia, unión, garantías y religión, "máximas aspiraciones y anhelos de la nación mexicana que prácticamente habían unido ya al pueblo tanto en la guerra, las angustias y el dolor, como también en la paz y las clamorosas alegrías".
Mas el argumento que pareció tener más peso en aquellos debates, fue el de algún diputado que dio el argumento de que en ese momento había barcos mexicanos navegando con la bandera verde, blanca y roja, y si se acordaba el cambio esos navíos quedarían sin pabellón, con riesgo de confundirse con naves piratas, todo esto evitó que, por poco, tuviéramos una bandera muy diferente a la que hoy vemos ondear y rendimos honores, efectuándose a la postre, solo dos cambios en el escudo: la eliminación de la corona imperial en el águila y la incorporación al blasón unas ramas de encino y de laurel "para simbolizar al México republicano y glorificar la memoria de los héroes inmortales".