Son varias las potencialidades que hacen distinto al actual presidente con relación a todos los que en décadas hemos sufrido. Según nuestros registros, el 1º de julio de 2018 se produjo un torrente de votos que llevó a la Presidencia al hombre más trabajador y honesto que ha parido la historia. El boato que rodeaba a los anteriores funcionarios, encubría la cultura de la corrupción, la ineficiencia, el racismo, la exclusión, el autoritarismo, la intolerancia y la incompetencia. Toda esto le es ajeno al presidente López Obrador, quien orgullosamente camina por los senderos de la patria, informando a su pueblo de los programas cumplidos y recogiendo con la mayor humildad los sentimientos de ese pueblo que lo arropó con su voto, en una jornada electoral en la que la lealtad y la pasión por transformar el país hicieron de la decisión popular el instrumento que hoy pasea con independencia y autoridad frente a los poderes fácticos.

No es difícil entender lo que pasa en la conjunción de sentimientos e intereses entre pueblo y gobierno. La revolución que implementaron más de treinta millones de votantes a favor del cambio, rompió con una estructura patriarcal que hacía posible que unos cuantos mafiosos secuestraran el gobierno y llevaran a la miseria y a la castración política a la inmensa mayoría del pueblo trabajador. Las relaciones de poder que se engendraron por estas personas, hasta hace poco intocables, son las que ahora se acogen a lo peor de las miserias humanas para denigrar los avances y el éxito que en tiempos de pandemia y de crisis económica en el mundo, está logrando el gobierno de López Obrador. El pluralismo que está presente en este gobierno requiere de una inteligencia crítica que abone al enriquecimiento del debate público y entierre para siempre el chacaleo vulgar de personas ignorantes y golpistas.

En lugar de entender que las acciones de gobierno se dan en el marco de la pluralidad nacional, los opositores de pacotilla intentan trivializar el debate diciendo que AMLO está llevando el país al socialismo y/o al comunismo. Dan pena ajena los jerarcas de una iglesia inquisitorial y algunos de sus hijos putativos que se acuestan y se levantan con el rosario en la mano, mientras en el curso del día se la pasan violando el sentido de justicia que abanderaba Jesús de Nazaret. La visión cultural y política de estos sectores representados por el cavernal Juan Sandoval Íñiguez, Perberto Rivera Carrera, Gilberto Lozano, Marco Cortez, Javier Lozano, Felipe Calderón y el Tumbaburros, es la consecuencia natural de un pasado que se formó con la materia fecal del conservadurismo, la cultura del fanatismo religioso y la ausencia pertinaz de valores morales y espirituales.

A este tipo de personas y a su cultura del fanatismo político y clerical, se sobrepuso un líder del pueblo, trabajador, honesto y formado en el calor de la fraternidad humana que sólo se da en las entrañas del pueblo, el cual ha resistido el sufrimiento y el olvido. El que por centurias le lastimaron la vida, le atropellaron sus tradiciones y sus culturas. López Obrador, raíz y tronco de los cuales ha recogido los sentimientos de los pueblos que forman el mosaico cultural de México, entendió la urgencia de cambiar la historia y poner al frente la nobleza y la esperanza de los humildes con todos los derechos y la dignidad que por años les arrebataron. No se dedicó solo a informar y organizar a la gente, sembró en ella la confianza de que al llegar a la Presidencia haría los cambios necesarios a las leyes para garantizar constitucionalmente todos sus derechos y evitar que nunca más los pobres y los del México profundo siguieran mendingando justicia.

Conocedor de las viejas prácticas de las burocracias políticas que le antecedieron, el presidente es un activista, un político de primera, un estadista de reconocimiento mundial y un operador político que no deja de darle seguimiento a sus propios proyectos. Es un presidente austero, republicano, humilde y cercano a su gente. Es en la atención a las demandas del pueblo donde radica su fuerza, su poder. Su trabajo y su espíritu llenos de pasión por la democracia, por la libertad y la justicia, han generado una confianza enorme en la gente, que es la envidia y la razón del odio y el veneno de sus opositores. AMLO es grande por todo lo que sabe y por todo lo que hace. Ante los ojos del mundo, el pueblo y el gobierno estamos conquistando el cielo, a pesar de los cavernícolas que en lugar de ideas y propuestas solo defecan basura los fines de semana y los días de guardar.