Siempre la soga se rompe por lo más delgado. No es tan sólo un refrán, sino una máxima que aplica hasta en la política y en el contexto de la renovación del PRI, la hebra más frágil está en los asuntos de género, en los que la dirigencia juvenil de ese partido no tiene ni agenda, ni convicción, ni asesoría.
Apenas hace un año, el dirigente juvenil del PRI Nacional hablaba sobre la importancia de las cuotas para mujeres y hombres en el acceso a las candidaturas, promoviendo el “uno de tres” para jóvenes. Pero la campaña se acabó y este lunes, dejó claro que la piel de joven no quita las prácticas de antaño, pues al momento de nombrar a quienes le sustituirán en su cargo, omitió respetar la tradicional regla de la paridad en las dirigencias partidistas.
Hasta el día de hoy, Laura Haro se desempeñaba como Secretaria General de la Red Jóvenes por México y Pablo Angulo como Presidente. “Una nueva generación en la que no habría lugar para las viejas prácticas”. Inclusive en aquellos tiempos, con bombo y platillo, anunció el ahora diputado federal su renuncia a un escaño local para “entregarse de lleno” a las juventudes de ese partido. Lo hizo al momento de asumir el cargo. Sin embargo, pareciera que fueron las prácticas tóxicas y misóginas las que pudieron más, pues a la primera oportunidad en que los estatutos de ese partido permitieron a Pablo Angulo cerrar puertas a las mujeres, lo hizo.
El espacio que deja Laura Haro como Secretaria General será asumido por un hombre. El espacio que deja el mismo diputado federal, Angulo, será asumido por otro hombre, que se desempeñará como Encargado de Despacho. La dirigencia de los jóvenes del PRI, en el momento más crítico de ese partido, tras el proceso de votación con los resultados más ridículos de su historia, será para un par de hombres. Contrariando los esfuerzos de la actual presidenta del PRI, Claudia Ruiz Massieu, que mucho se ha esforzado por dotarle de contenido paritario a los espacios del tricolor.
¿Y el jefe político?
Pablo Angulo, diputado federal electo por Campeche y principal operador del –seguramente- próximo presidente del PRI, ha construido su carrera guardando lealtades con Alejandro Moreno, quien debe reconocer que, si el tricolor no quiere extinguirse, debe dejar de ser tan vertical y tan patriarcal. Eso implica cumplir con el mínimo esfuerzo de paridad en sus espacios. Tanto “Alito” Moreno como las y los demás aspirantes, deberán tener la conciencia de que no basta con el margen de actuación que dan los estatutos, pues los lenguajes de las narrativas políticas en este momento no son acerca de legalidad, sino de legitimidad. Lo legítimo es que los espacios se construyan en paridad, aun si un estatuto no lo ordena.
No es casualidad el resultado de las últimas elecciones, en las que según Parametría del 1 de julio de 2018, tan sólo 11% de personas entre 18 y 25 años votaron por el PRI, mientras que apenas el 8 % de personas entre 26 y 35 años dieron su voto al tricolor. Esto quiere decir que, de cada 10 jóvenes, solo uno le apostaría al PRI como opción.
El asunto de la agenda juvenil es que no sólo son el número más grande en el padrón electoral. Los jóvenes de 18 a 39 años suman 44 millones 532 mil 987 votantes potenciales, equivalentes a 50% del padrón total del país. Tampoco es casualidad que ese electorado haya votado por un partido que sí prometía paridad en sus espacios, independientemente de las recientes decisiones tomadas como gobierno en afectación a las mujeres.
Deben tanto el jefe político de Pablo, así como la actual presidenta del tricolor, poner atención a los mensajes que envían a las bases juveniles. No basta con que la ausencia sea temporal y tampoco basta con que los estatutos permitan que estos cambios realicen de tal manera.
Las agendas y lo simbólico importan más que los estatutos, pues de nada le sirve al PRI decirse socialdemócrata si en la realidad, el pragmatismo es su única ideología; así como de nada le sirve al ahora diputado Pablo Angulo postularse a favor de la igualdad de género, si en la realidad, les cierra las puertas a las mujeres en tanto que así lo permitan los famosos estatutos. Colocar hombres en los espacios que dejan mujeres, implica cerrarles puertas a las mujeres.
Y es que tal como lo dice Bourdieu, “lo que está en juego en las luchas simbólicas es el monopolio de la nominación legítima, el punto de vista dominante que se hace conocer como legítimo”. La paridad de género es la narrativa legítima y dominante en la arena pública. No sólo dominante, también urgente y justa. Por algo se aprobó la Ley de Paridad en todos los niveles gubernamentales y dentro del propio PRI, ha sido una lucha dada por más de una mujer.
Resulta curioso que, en el momento de mayor inclusión de mujeres a espacios de toma de decisiones y candidaturas, el PRI envíe a través de Pablo Angulo, el simbólico mensaje a sus militantes más jóvenes de que esos espacios están hechos para los hombres y que como no hay norma que los obligue a hacer lo contrario, en tanto pueda, serán hombres esos a los que van a promover.
También significa que los jóvenes del PRI no tienen memoria, porque sistemáticamente van aceptando simulación tras simulación, con tal de la promesa para acceder a espacios que difícilmente llegarán. Con la tremenda reducción de espacios y votación a ese partido, junto con la pesada marca para una generación que no hizo nada de lo que se acusa, el acceso efectivo a la toma de decisiones será cada vez menor, por lo tanto, cada vez más cupular.
¿Acaso la nueva administración del PRI dará carpetazo a la presencia de mujeres en el poder? En tanto puedan, tal vez, lo harán. Al menos, eso es lo que dejan ver los tomadores de decisiones de ese instituto político.