Pocas personas en el mundo llegan a vivir 98 años o más y de entre ellos, quizá la cantidad que se mantiene activa es casi nula, pero Christian Chenay, no ha perdido la pasión en la labor a la que se ha dedicado desde hace 70 años: él es médico y ni el coronavirus lo ha detenido. 

Incluso ahora, en medio de la pandemia de Covid-19 y sabiendo el riesgo al que se expone, Chenay da consulta, aunque hace dos semanas tuvo que suspenden las presenciales luego de que un grupo de personas lo agredieron exigiéndole que entregara los cubrebocas que tiene en su consultorio.

Pese a que no cuenta con muchas herramientas tecnológicas, ahora atiende a sus pacientes a través de Internet o por teléfono, él afirma que a algunos los conoce desde que comenzó su carrera hace 60 años. 

Ahora no puede caminar rápidamente y tiene algunas dificultades para moverse, Chenay goza de excelente salud y ni siquiera necesita lentes para leer o escribir, por ello, afirma que prefiere seguir trabajando a ser tratado "como un viejo que juega cartas y bingo". 

"Si tienes más de 60 años, te ponen con los viejos. Un día tienes cartas, al día siguiente bingo, luego está el sudoku ... Con todo eso te conviertes en un completo idiota. Es mejor que sea un doctor!"

Christian Chenay

Antes de la pandemia, dos veces a la semana Chenay subía a su auto y daba 20 consultas a los primeros pacientes que llegaran, pues en su pueblo Chevilly-Larue, hay sólo tres médicos para más de 19 mil habitantes.

Además, una vez a la semana visita una casa de retiro habitada por clérigos de la tercera edad que ya no pueden ejercer su oficio. 

Chenay estuvo en cuarentena

Cuando la epidemia golpeó a Francia, el país de Chenay, él tuvo todos los síntomas de Covid-19 y decidió aislarse por 15 días para no contagiar ni a sus seres queridos ni a sus pacientes, pero una vez que los síntomas habían desaparecido por completo, volvió a sus labores habituales. 

El médico se dice decepcionado de la forma en que el país ha enfrentado la crisis de salud por la que actualmente atraviesa el mundo, pero ello no lo desanima para dejar de ejercer. Sus pacientes afirman que deben hacer largas filas con la esperanza de conseguir un turno para que Chenay los atienda.